"Croquis
de la toma del Morro de Arica, 7 de junio de 1880", imagen publicada
por "El Mercurio". Fuente imagen: Memoriachilena.cl.
Coordenadas: 18°28'51.4"S 70°19'26.9"W (Morro de Arica)
He dedicado varios textos a algunos de los principales puntos e hitos históricos relativos a la ruta de ascenso al Morro de Arica y a la Batalla del 7 de junio de 1880, que la ciudad nortina que recuerda aquellos momentos con celebraciones y actos solemnes todos los 7 de junio, como es conocido.

Como
todas las grandes hazañas dignas de ser acogidas en la epopeya de los
pueblos, la Batalla de Arica o Toma del Morro tiene sus propios mitos
heroicos o elementos folclóricos de fuerte arraigo en el imaginario
popular, que ya parecen indivisibles con los hechos de la historia real.
Los principales ejemplos quizá sean la presencia de la mítica chupilca del Diablo,
las creencias peruanas sobre la supuesta "orden de repaso" de heridos
por parte de la soldadesca chilena, el "salto heroico" de Alfonso Ugarte
despeñado sobre su caballo desde la cima y en medio del caos del
combate, etc.
Una
de aquellas creencias románticas sobre la batalla, sin embargo, parece ser también
una de las afirmaciones más importantes que se dan como hecho sobre el
mismo episodio histórico: los famosos 55 minutos que habría demorado la
toma y captura del Morro de Arica, por parte de las tropas chilenas. No nos corresponde poner en revisión este detalle de la narración historiográfica y tampoco tenemos las credenciales para arrogarnos tal tarea, pero como conocedor de aquel escenario militar también tengo ciertas apreciaciones al respecto.
En
rigor, es posible aquel número a diferencia de lo que aseguran algunos
críticos más ácidos, pero es preciso ponerlo en su correspondiente contexto para
entender a qué se refiere propia y exactamente, evitando darle alcances
y valores históricos que tal vez no son reales o no le asientan. Es en esto que pretendemos hacer un pequeño porte con el presente texto, justamente.
Partamos reconociendo como completamente cierto el que la toma del fortificado peñón
era una empresa en la que pocos creían y que se pronosticaba para largo
tiempo de lucha. Los veedores internacionales realizaban apuestas
calculando cuánto tardaría en caer, de hecho. El Gibraltar Peruano,
llegaron a apodar al Morro entre los propios aliados, cuya conquista se
calculaba y apostaba en más de una semana, entre los agentes
extranjeros, y cerca de seis meses en caso de ahogarla por bloqueo.
Añadamos que, echando cuentas, si bien los efectivos del Ejército de
Perú era considerablemente inferiores, con unas 2.000 almas o menos contra los
cerca de 6.000 de Chile, el hecho es que de estos últimos prácticamente
sólo pudo actuar la infantería por las características de la operación,
y más encima en un terreno infestado de minas explosivas, además de las
varias trincheras y los fuertes que resguardaban el camino.
No
cabe duda, entonces, de que haber realizado semejante acción con éxito
en sólo una mañana, se inscribe entre las más grandes hazañas militares
de la historia americana, por mucho que voces de historiadores
comprometidos con simpatías pro-aliadas o bien inclinaciones políticas
de acento herofóbico hayan intentado opacar aquel aspecto.
La
advertencia anterior la hacemos para establecer diferencias desde ya
entre las visiones basadas en fuentes de tenor antichileno, como el
controvertido italiano Tomás Caivano, quien actuó más como abogado
defensor de la Alianza (también era hombre de leyes) que como
historiador en el libro "Historia de la Guerra de América, entre Chile,
Perú y Bolivia", hecho inicialmente por encargo peruano en plena guerra y
para influir en la visión europea sobre la Guerra del Pacífico. Es tan
poco lo que aporta el autor a la descripción de la batalla propiamente
tal, en su afán de pasar rápidamente al esfuerzo de sentar la afirmación
de que los chilenos cometieron tropelías varias en Arica, que
-simplemente- no nos sirve como fuente ni como campo de discusión.
Sin
embargo, por el lado de la literatura chilena, el número de los 55
minutos sigue incomodando a ciertos observadores más críticos, a pesar de que la
tradición en la historia militar chilena insiste con fe en ellos,
volviéndose casi un requisito a destacar en toda narración. Hay mucho
que comentar al respecto, creemos, pues el dato no es falso, pero
quizá tampoco sea totalmente exacto.

Recorrido
de las tropas chilenas y ubicación de los fuertes. Diagrama de la Toma
del Morro expuesto dentro de su museo histórico.
En
los primeros informes llegados desde el teatro de la guerra y que
provocaron el jolgorio de la prensa y del pueblo, no había indicaciones
sobre cuánto había durado la acción de la toma. El mensaje cablegráfico
remitido a La Moneda desde el cuartel en Iquique por Patricio Lynch, a
las 11 horas del mismo día, decía escuetamente:
¡Viva Chile!
Arica asaltado y tomado a la bayoneta.
Todos los fuertes en nuestro poder.
Manco a pique.
Nuestra escuadra fondeada tranquilamente en la bahía.
Los honores de la jornada corresponden a los regimientos 3º y 4º de Línea.
Felicito
al Gobierno y a la nación por el triunfo más glorioso y completo
alcanzado en la presente guerra por nuestro invencible ejército.
Voy a comunicar.
LYNCH.
En
cambio, el mensaje enviado por el corresponsal de "El Mercurio" de
Valparaíso en el Ejército y la Armada, también desde Iquique y en la
mañana del día siguiente de la toma del Morro (aunque publicado unos
días después), decía describiendo detalladamente los sucesos de Arica:
Después
de muchas vacilaciones sobre si se atacaría o se pondría sitio a Arica,
se resolvió atacar la plaza al amanecer de ayer 7.
El
Buin, 4° y 3° marcharon por el valle del azufre a fin de cortar la
retirada al enemigo y atacar por el sur los fuertes de ese lado.
El Lautaro atacaría por el frente norte los de ese lado.
Las tropas chilenas se pusieron en marcha, a las doce de la noche, las del sur, y a las cuatro de la mañana las del norte.
Antes
de aclarar, el 3° y 4° estaban a diez cuadras del fuerte Ciudadela, en
donde se hallaba la mayor parte de la infantería peruana.
Había
en Arica 1.500 a 1.600 hombres mandados por el coronel Bolognesi, que
ha hecho en Europa las últimas compras de armas para el Perú.
El 5 se notificó a la plaza por medio del mayor Salvo que se rindiera, pero Bolognesi se negó.
El 6 se notificó nuevamente por medio de un prisionero, pero no se recibió contestación.
Al
aclarar del 7 el enemigo descubrió al 4° y 3° y Buin, frente al
Ciudadela y les hicieron dos cañonazos. Inmediatamente se pusieron en
marcha estos cuerpos, llevando la derecha el 3° para atacar el
Ciudadela, a la izquierda el 4° a fin de posesionarse del de ese lado
que forma el último extremo de un cordón como de quince fuertes, que
terminan en el Morro, y el Buin en el centro de ambos como reserva para
proteger a los anteriores.
La noche del 6 se sortearon los tres regimientos, porque ninguno quería quedar de reserva, y le tocó al Buin.
A las seis de la mañana avanzaron el 3° y el 4° bajo los fuegos de cañón y rifle del enemigo.
El
3° subió la cumbre donde se levantaba al Ciudadela acribillado por los
tiros enemigos, y rodeándolo por todas partes se tomó a la bayoneta el
fuerte. Allí hubo una carnicería horrorosa, quedando unos 450 cadáveres
peruanos.
Ya
estaba el 3° dentro del recinto cuando desde otro fuerte hicieron
estallar en el Ciudadela una mina de dinamita que mató 10 de los
nuestros y 30 peruanos.
El
4° atacaba minutos después el fuerte de la izquierda y se lo tomaba al
asalto. El enemigo después de corta resistencia, huyó a un fuerte más
cerca al Morro. Allí lo persiguieron los del 4°, y ahí continuaron
tomándose unas quince trincheras.
Al
tomarse la última, que dista del Morro unos 200 metros, los chilenos
emprendieron la carrera para ocupar esta formidable batería. En este
espacio fue herido el teniente coronel San Martín, que murió a las once
del mismo día en el cuartel del Morro.
En
esta batería se encontraban Bolognesi y Moore. El primero fue muerto
por los soldados, y el segundo, no queriendo rendirse, por el mayor Solo
de Zaldívar del 4°. El resto de jefes, oficiales y tropas se
arrodillaron en seguida y salieron al encuentro de los oficiales
pidiéndoles perdón y gritando ¡viva Chile! Fueron tomados prisioneros, y
entre ellos se encuentran Latorre, jefe de estado mayor, y Sáenz Peña,
argentino, jefe del batallón Iquique y el que vino a buscar Cané.
A las siete de la mañana estaba en poder nuestro toda la línea de fuertes del sur, incluso el Morro.
Algo
más se observa en un texto transcrito en el mismo periódico, el 10 de
junio, aunque completa la todavía escasa información disponible hasta
ese momento con una larga y encendida arenga patriótica con lenguaje
propagandístico muy acorde a la situación bélica, en la que leemos:
La
toma de Arica es una acción de guerra asombrosa, intrepidez sin igual,
habilidad suma han representado allí el papel que les corresponde, y sin
alardear de conocimientos estratégicos ni cosa parecida. Y entiéndase
que esa plaza tuvo defensores heroicos que prefirieron morir a rendirse
como es costumbre entre sus paisanos.
Para
Chile que tiene un Prat, un Serrano, un Thomson, un Ramírez y tantos
otros en el Panteón de su historia, no habría sido raro aumentar el
catálogo de sus héroes con hombres como Bolognesi y Moore; pero para el
Perú, que tiene a Prado, Montero, Buendía, García y García, López,
Lavalle, etc., etc., la muerte de los defensores de Arica es un timbre
de honor, tanto más apreciable cuanto que es único.
Sin
embargo, es preciso reconocerlo porque la gloria no tiene patria ni
reconoce causa. Y al hacerlo casi creemos interpretar los deseos de los
vencedores de Arica, que dirán "esos muertos fueron dignos de nuestro
brazo".
Por
su parte, el diario "El Ferrocarril" tampoco señalaba la duración del
combate, pero sí enfatizaba su importancia y características
extraordinarias el 10 de junio, que eran lo más relevante del mismo en
las noticias recibidas:
La
toma de Arica no es simplemente una batalla o una victoria más agregada
a la historia gloriosa de nuestras armas: es también un desenlace.
Los
triunfos alcanzados en quince meses de hostilidades no importaban
todavía esa superioridad abrumadora e incontestable que enclava la
fortuna del enemigo a la voluntad del vencedor.
Como
se observa, si bien se tenía la noción de lo extraordinario del triunfo
en el Morro de Arica y de lo asombrosa que resultaba la toma del Gibraltar Peruano,
no se ponía interés aún en el escaso tiempo que esto había requerido,
ni en el número preciso de minutos, aunque ya se intuía que había sido
impresionantemente breve.

La
famosa fotografía del izamiento formal de la bandera chilena sobre el
Morro de Arica, con algunos fallecidos, heridos y cañones reventados aún
en la cima, aquella mañana del 7 de junio de 1880.
¿Desde
qué momento son incorporados al relato los famosos 55 minutos y cobran valor histórico,
entonces? Aún rastreándolo por la literatura, no tenemos total claridad
de esto.
Se
sabe que el propio general Manuel Baquedano, asistido por el entonces
Coronel Domingo de Toro Herrera, habría observado y contabilizado el
tiempo que duró la batalla desde la distancia, pero no tenemos noticia
de cuánto duró esta en su registro. ¿Provendrá de ahí, acaso, el número
de minutos: desde el momento en que observan los primeros fuegos hasta
que se iza la primera bandera chilena?
Parece
haber cierta tentación entre los críticos y los infaltables aspirantes a
revisionistas por decir que se trata de una adición épica muy
posterior, pero lo cierto es que la afirmación relativa a ellos es
temprana, y la encontramos informada en el Senado por discurso del
mismísimo Benjamín Vicuña Mackenna, sólo unos meses después, en Sesión
3ª del 11 de diciembre de ese mismo año de 1880:
Nos
comprometemos a demostrar al Senado y al país, con documentos
auténticos, que Arica estaba a nuestros pies después de Tarapacá; y esto
lo saben los conductores de la guerra porque saben demasiado bien que
los que vencieron en Tacna fueron los cuerpos movilizados, quedando toda
nuestra fuerza veterana como simple espectadora de la rápida,
contenible victoria. Y así mismo saben todos los chilenos que en Arica
si no se adelanta el 4° de línea, un batallón del 3°, mandado por el
bravo Gutiérrez, se habría tomado por sí solo el Morro; y si los
peruanos se atrasan en unos cuantos minutos, ¿quién habría asegurado que
los soldados, que al paso de carrera conquistaran una serie de
fortificaciones en 55 minutos, no habrían sido capaces de abordar al
mismo Manco Cápac y tomárselo a lo Serrano, en medio de la extensa y
plácida bahía que en aquella mañana era toda una derrota, un pánico, un
espanto universal?.
El
problema es que Vicuña Mackenna, tras llevar los 55 minutos al Congreso
Nacional, describe al año siguiente una situación que no parece
compatible con esa misma marca cronológica, en su "Historia de la
campaña de Tacna y Arica, 1879-1880", al referirse al inicio del
combate:
Los
centinelas del Fuerte-Ciudadela habían columbrado en los perfiles de
las lomas los lúgubres fantasmas del asalto, y el bravo Arias dio
inmediatamente la orden de romper el fuego del cañón. Eran las cinco y
media de la mañana del lunes 7 de junio de 1880.
Y unas páginas después de detallar con gran precisión los hechos
y las identidades de los héroes de Arica, el mismo autor asegura:
La
plaza fuerte de Arica había sido tomada en una hora justa por reloj,
mientras que los jefes y oficiales de la escuadra neutral allí surta
ajustaban apuestas de que su captura, conforme a las reglas de la
estrategia europea, habría tardado de tres días a dos semanas.
A
las ocho de la mañana en punto, el teniente del 4° don Casimiro Ibáñez,
el mismo que tan gloriosamente sucumbiera en el Morro Solar, hacía en
efecto izar en el mástil del Morro de Arica una banderola de su cuerpo,
arriando la peruana el sargento primero José A. Roa, el cabo Juan Dustan
y el soldado José M. Correa que allí se encontraron como héroes y como
testigos.
Vicuña
Mackenna, como se ve, toma la precaución de cambiar los 55 minutos por
una hora, pero tampoco coincide con el plazo de tiempo que él mismo
señala entre las 5:30 y la proximidad de las 8 de la mañana. No estamos claros tampoco desde qué momento exacto comienza a contar los minutos de la fugaz operación.
Como
sea, el número de minutos ya estaba arrojado al orgullo nacional y
comenzaba a hacerse inseparable con la historia de la Toma del Morro.
Así, posteriormente, en su "Geografía descriptiva de la República de
Chile", Enrique Espinoza decía en 1897 al hablar de Arica, con la
creencia ya cristalizada:
La
historia de la última guerra del Pacífico la ha hecho célebre por el
asalto dado por una pequeña parte de las fuerzas chilenas el 7 de junio
de 1880, en que, a pesar de sus defensas naturales y de estar seriamente
artillada tanto en el cordón de los cerros del morro, que dominan por
completo el valle en que está asentada la ciudad, como en sus planes,
fue batida en un espacio de tiempo tan reducido (55 minutos) que este
hecho de armas, de parte de los chilenos, se considera como sorprendente
en los anales de la guerra.
Más
aún, el propio historiador Gonzalo Bulnes, otro de los grandes
perpetuadores de la idea de los 55 minutos, aseguraba en "La Guerra del
Pacífico" que intentos posteriores de hacer el recorrido a cabalgata no
habían conseguido cumplir con tan breve plazo, "Guerra del Pacífico" de
1914:
Muy pocos hechos más heroicos ofrece la historia americana que el asalto y toma de Arica.
No
sólo la de Chile sino la de cualquier país del mundo podría
enorgullecerse de ella. Reloj en mano, los regimientos tardaron 55
minutos desde que partieron agazapados de sus campamentos hasta que
clavaron sus banderas victoriosas en el Morro. Se ha hecho la prueba de
recorrer esa distancia al tranco del caballo y se ha empleado más tiempo
que el que tardaron los chilenos en rendir todas la trincheras. El
Buin, que esperaba el momento de entrar en acción, se vio defraudado en
sus esperanzas porque la precipitación de la vanguardia le arrebató
parte de gloria.

La gran bandera chilena, en la terraza del Morro de Arica.
A
pesar de todo lo expuesto, no parecen existir fuentes duras para la
certeza sobre este dato, ya solidificado como otra parte necesaria de la
exaltación heroica de esta hazaña. Los partes militares y los informes
de los veedores internacionales no resultan del todo claros para
dilucidar este punto y sería un tedio darse el espacio de analizarlos
uno a uno acá, pero es claro que la simbólica cifra de los 55 minutos
podría generar ruido si es comparada con cada movimiento del combate hasta su
cese, según ciertas críticas.
Tampoco
es preciso, para algunas opiniones, el contar toda la Toma del Morro
sólo desde el primer hasta el último disparo, por tratarse de una acción
estratégica y de varias fases, siendo aquella sólo la ejecución última.
Esto nos lleva a hacer un pequeño alto, para comentar más sobre el
asunto.
Partamos
diciendo que suena un poco absurdo y escaso en objetividad el esfuerzo
de algunos publicistas al intentar relacionar la operación de Toma del
Morro de Arica con esfuerzos anteriores por someter a la ciudad durante
el bloqueo, como fue el Combate Naval del 27 de febrero de 1880, en el
que muere el comandante chileno Manuel Thomson. Este encadenamiento de
hechos sólo se haría para tratar de establecer que los chilenos venían
tratando de tomarse la ciudad desde el inicio del bloqueo marítimo a la
misma, iniciado el 28 de noviembre de 1879, de modo que la Toma del
Morro sería la culminación de más de seis meses de esfuerzos e intentos
fallidos. En realidad, ambas fueron estrategias distintas, y el bloqueo
fue descartado porque se prolongaría demasiado, pasando así a las
acciones de tierra después de la victoria en Tacna y del aislamiento
total de Arica.
Consideramos
en ámbitos igualmente exagerados y tendenciosos otras creencias, como
que las acciones de la lid deben ser retrotraídas hasta el momento en
que se hacen las primeras observaciones chilenas de lo que será el campo
de batalla, o bien cuando se inician los bombardeos selectivos de los
días 5 y 6, ordenados por el mando chileno para amedrentar la
resistencia de Arica. Estas apreciaciones responden, más bien, al
interés por agregarle unos días más a la misma cuenta relacionada con la
conquista del peñón ariqueño, según nos parece, de modo que ni siquiera los consideraremos acá.
A
pesar de este revisado interés (principalmente entre ciertos autores
peruanos) por desmentir la orgullosa afirmación chilena de los 55
minutos, deseo proveniente quizá desde un patriotismo aún herido, el
hecho es que -en su momento- incluso periodistas peruanos compartieron
en parte esta creencia o ayudaron a propagarla, como sucede con Gerardo
Vargas Hurtado en "La Batalla de Arica, 7 de Junio de 1880", publicado
en Lima en 1921, en donde reproduce testimonios reafirmando este número.
Sin
embargo, sería tal vez inexacto suponer, por el lado chileno, que la gloriosa
acción del 7 de junio de 1880 comienza sólo con el arribo de las tropas
al sector de los primeros fuertes, previo al inicio de los
enfrentamientos que inician la loca estampida de soldados subiendo por
el Morro hasta clavar la primera bandera en él, hacia las 7:45 horas de
aquella mañana.
Mirando
más en amplitud la situación, la partida de las unidades chilenas hacia
el lugar del combate comenzó en horas todavía oscuras, hacia las 5 o
5:30 de la mañana según parece, y culminó tras el izamiento de la
bandera chilena en la cresta del Morro de Arica una o dos horas
después, por lo que ronda la duda de cuál es el momento en que comienza
la cuenta de minutos para aquella afirmación, probablemente tomados
desde el momento mismo en que parte la ruidosa carrera de los
chilenos al enfrentar los primeros fuertes del camino.
Por
otro lado, si estiramos a más no poder la cuenta y comenzamos a cronometrar las horas desde el momento en que
empezaron a realizarse las acciones relativas a la operación, como fue
el encendido de fogatas y movimientos engañadores del campamento del
"Lautaro" en horas nocturnas, probablemente lleguemos a la conclusión de
que todo el actuar relativo a aquel combate puede andar por las 8 horas
o más... No
es lo que algunos autores nacionalistas peruanos esperarían, por
supuesto, pero también supera ampliamente aquel tramo menor a una hora
que habría ocupado a los chilenos sólo en la extenuante e impresionante
subida.
De
todos modos, la sensación de asombro por la velocidad con la que fue
tomado el Morro y la derrota de los cálculos pesimistas eran reales.
Explican en gran parte el posterior júbilo popular chileno que hervía en
los días que siguieron a la victoria, tanto así que representantes de
los gremios de jornaleros y lancheros quisieron participar de las
celebraciones y ofrecieron sus servicios, mientras otros festejaban,
para desembarcar y llevar hasta hospitales a los heridos de Tacna y de
Arica. Por su parte, el aeronauta francés Eduardo Laiselle, uno de los precursores de los vuelos en globo en Chile,
realizó un ascenso conmemorativo para deleite del asombrado público.
También hubo regatas, desfiles, orfeones, concursos y la gran función de
un volatín (circo) en la Plaza Echaurren de Valparaíso.

Conjunto monumental del Morro de Arica, en nuestros días.
Para
efectos prácticos, entonces, supongamos que Vicuña Mackenna fue el
responsable o uno de los instauradores del símbolo épico de los 55
minutos de la Toma del Morro, refiriéndose sólo al combate y no a los
preliminares que recién vimos. Algo legítimo en la narración de la historia militar, por lo demás.
Eso
nos lleva a la pregunta siguiente, que persiste en todo análisis: ¿Desde qué momento son contados en
toda la acción? La sensatez sugiere que la cuenta debió ser a partir
del momento en que comenzó la escalada y conquista del peñón, desatada
ya la batalla. Ya vimos las horas que él reporta sobre principio y fin
de la lucha.
Si
nos debemos remitir sólo al momento en que comienzan las hostilidades
al romperse la tensa espera de las tropas chilenas por hacer frente a
los dos primeros fuertes del camino al Morro, el Ciudadela y el Del
Este, las distancias entre estos y la inspección en terreno de los cerca
de 2,4 kilómetros que hay desde el primer par de fuertes a la cima, nos
permiten una pequeña evaluación de los 55 minutos como dato proveniente
más bien del lado romántico, acaso de la épica heroica.
Según
autores clásicos como Francisco Antonio Encina y Leopoldo Castedo, la
cuenta debe hacerse desde el momento en que son tomados los fuertes
Ciudadela y Del Este, lo que parece más factible en cuanto a lo que la
geografía y la cronología sugieren, "el tiempo imprescindible para recorrer el trayecto al tranco de caballo sin combatir". Lo mismo aseguraba Luis Urzúa Urzúa en "Arica, puerta nueva: historia y folklore", al aseverar sobre la Toma del Morro: "Había sido expugnado en 55 minutos, a partir de la caída del fuerte del Este", agregando que, mientras tanto, entre los extranjeros de los barcos observantes "se hacían apuestas de que la resistencia duraría una semana, y el menor plazo que se fijaba era de tres días".
Hagamos
ahora un ejercicio de inversión, para resolver esta incongruencia de
horarios, especialmente los informados por Vicuña Mackenna: como el
hundimiento del monitor "Manco Cápac" frente a la costa ariqueña, por
orden del capitán José Sánchez Lagomarsino y para que no cayese en manos
chilenas, tiene lugar minutos después de las 7:30 de la mañana, podemos
suponer que a esa hora ya estaba totalmente tomada la plaza. Esto,
porque la señal única e inequívoca que debió ver el comandante peruano
para tan radical decisión, fue el izamiento de la bandera chilena en la
cima, anunciando el triunfo.
En su citado informe cablegráfico, el corresponsal de "El Mercurio" de Valparaíso aporta algunos detalles más al respecto:
Eran
las siete de la mañana, y viendo el Manco que ya Arica estaba en poder
nuestro, se colocó en el centro de la bahía. Desde el Morro y demás
fuertes no se le pudieron hacer disparos porque nuestros artilleros
estaban a 6 ó 7.000 metros de distancia sobre el cerro del lado oeste y
sólo principiaron a bajar cuando ya estaba tomada la plaza.
A
las siete y media, embarcada previamente la tripulación del Manco Cápac
en dos boques a vapor y muchos a remo, se hundió este monitor en doce
brazas.
Una
hora parecida es reportada Patricio Lynch desde Iquique, el 8 de junio,
transcribiendo información que le había proporcionado Máximo Ramón
Lira, publicada en el mismo diario:
A
las siete y media la ciudad estaba en nuestro poder, y con tanta
precipitación habían hecho saltar las minas que dañaron principalmente a
soldados peruanos, cuyos cadáveres quedaron horriblemente mutilados.
A las 7 3/4 el Manco Cápac principió a hundirse, y poco después desaparecía debajo del agua.
Si
contamos en reversa desde el izamiento de la bandera chilena y la
decisión de hundir el "Manco Cápac", retrocederíamos hasta algún punto
inicial de toda la operación, probablemente al inicio de los fuegos
contra los chilenos al ser sorprendidos por los peruanos. Pero ese
tiempo excedería los 55 minutos, desgraciadamente.
No
resulta iluso creer que, con un despliegue extraordinario de esfuerzo
humano (como sólo en guerras y emergencias suele verse, seamos claros),
una carrera loca desde el Fuerte del Este hasta la cima del Morro de
Arica, cubriendo los 2.350 metros y considerando las detenciones por
tropiezos, apuntar-disparar, parapetarse por instantes, el
enfrentamiento cuerpo a cuerpo y caídas por las explosiones o
proyectiles, pueda lograrse en tal vez una hora, considerando la euforia
del momento. Pero aún refiriéndose sólo al período del primer al
último disparo dentro de toda la operación de ascenso, la cifra se
vuelve un tanto dudosa, mas no imposible.
En
efecto, la hora más probable del inicio del combate propiamente tal,
está situada alrededor de las 6 de la mañana, ya aclarando en el
invierno y cuando son avistados los chilenos desde el Fuerte Ciudadela,
con lo que comienzan las agresiones. Esta misma hora es reportada por el
sargento e historiador militar sueco-gernamo Wilhelm Ekdahl Anglin en
su "Historia militar de la guerra del Pacífico entre Chile, Perú y
Bolivia (1879-1883)", de 1919:
A
pesar de que el avance se hacía en el mayor silencio, los centinelas
del "Fuerte Ciudadela" se apercibieron a él a las 6 A.M., abriendo
inmediatamente sus fuegos. Estos disparos alarmaron a los defensores que
corrieron a sus respectivos puestos. En pocos minutos más, la lucha se
entabló con fuegos, cuya intensidad aumentaba constantemente.
Escogemos como ejemplo a Ekdahl, porque el mismo autor agrega que el final del combate tuvo lugar "más o menos a las 7:30 horas",
es decir, una hora y media después de iniciados los fuegos. Y no
menciona, por supuesto, los 55 minutos posiblemente agregados o enfatizados por la
tradición y la idealización: sabe, quizá, que no se ajustarían del todoa sus datos,
algunos obtenidos de los propios veteranos durante sus servicios en el
proceso de prusianización del Ejército de Chile.
Finalmente,
es necesario insistir en que aún si no fuese exacta esa indicación
romántica de los 55 minutos, no se le resta valor al hecho histórico: no
cabe duda
en que la Toma del Morro de Arica correspondió a una hazaña
extraordinaria,
inédita y sorprendente por parte de los soldados chilenos, considerando
que las características de esta epopeya y las dificultades que
representaba la defensa del peñón,
cubierto en una hora y media a dos horas según un cálculo menos
idealizado que
hemos visto acá.
Más
allá de los 55 minutos y las dudas, entonces, se hace justicia en
recordarla de esta forma, particularmente en la identidad de misma
provincia.
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