EL HUNDIMIENTO DEL "TOLTÉN": UNA OSCURA TRAGEDIA NAVIERA DE 1942 Y SUS CONSECUENCIAS DIPLOMÁTICAS EN PLENA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
El trágico vapor "Toltén". Fuente imagen: Uboat.net.
Coordenadas: 40°10'2.54"N 73°49'49.76"W (Sector aproximado de la
tragedia)
En la historia náutica chilena, existe un caso poco conocido y que
lleva 75 años pasando escasamente advertido por los calendarios de las
efemérides nacionales, a pesar de tratarse de una de las tragedias más
grandes que haya sufrido la marina mercante de Chile. En cierta ocasión, estando en el
mes del mar, pensé que correspondía hacer un recuerdo sobre este triste
episodio de la marinería civil, con este artículo.
El entorno y los detalles siniestros de este caso, además, constituyen
una verdadera novela de intrigas históricas, en donde se combinan para
el argumento una gran conflagración mundial, presiones diplomáticas,
conspiraciones y hasta política en sus expresiones más oscuras, como
veremos.
Esta historia ha sido mencionada por autores como Jorge Allard en "Cien
Años de la Compañía Sud-Americana de Vapores. 1872-1972"; por Gonzalo
Vial Correa, Patricia Arancibia Clavel y Álvaro Góngora en "La
Sudamericana de Vapores en la Historia de Chile", de 1997, aunque con
una errata en la fecha señalada; por Mario Barros van Buren en "La
Diplomacia Chilena en la Segunda Guerra Mundial" de 1998; y por Víctor
Farías en "Los nazis en Chile" de 2001. Sin embargo, ha sido investigado
en forma más detallada y profunda especialmente por el Oficial de Estado
Mayor, Capitán de Navío Kenneth Pugh Gillmore, en los artículos "El
vapor Toltén, torpedeado en 1942 en su recalada a Nueva York" ("Boletín
de Historia Naval" N° 5 de 2001) y "¿Quién hundió al Toltén?" ("Revista
de Marina" N°1 de 2004).
Los mencionados trabajos son la principal fuente que he utilizado para
el texto que presento acá. No obstante, no puede partirse describiendo
el hecho histórico sin contextualizarlo temporalmente, por razones que
después resultarán obvias al lector, ya que formó parte de una compleja
telaraña de acontecimientos y relaciones controversiales.

Antiguo afiche litográfico de la ruta naviera Valparaíso-New York, de la
Compañía Sud Americana de Vapores. Fuente imagen:
Internationalposter.com.
El Presidente radical Pedro Aguirre Cerda, se había mostrado un tanto distante de tomar compromisos con las fuerzas en disputa durante la Segunda Guerra
Mundial. Sin embargo, los grupos políticos chilenos que se harían
cómplices de las presiones diplomáticas que estaban por iniciar los
Estados Unidos, comenzarían a vociferar la idea de romper la neutralidad
inmediatamente después de la muerte de Aguirre Cerda, desde fines de
1941, a través de un influyente núcleo periodístico e intelectual
chileno apodado la prensa aliada, por el nombre que tenía uno de
los periódicos que publicaron entonces. De acuerdo a lo que
describen autores como Tito Mundt en "Las banderas olvidadas", en él trabajaron Revel Dick,
Guillermo Eduardo Feliú y Reinaldo Lomboy, entre otros.
Dicho
grupo, del que hoy se sabe muy poco, estaba
integrado por editores, periodistas y escritores liberales y, según
parece (hay cierto mito en todo esto), de una parte de la izquierda dura. Algunas versiones y recuerdos
de quienes vivieron esa época, nos señalaron también que varios de ellos habrían
estado relacionados editorialmente con medios como el diario "El Mercurio",
otro fervoroso defensor y propagandista de los Aliados durante la gran
conflagración, aunque no podemos precisarlo desde nuestro tiempo.
En síntesis, esas declaraciones y líneas editoriales favorables a los
aliados buscaban exigir al gobierno interino del radical Jerónimo Méndez
Arancibia romper con el Eje (Alemania, Italia y Japón) y permitir que
las simpatías aliadas timonearan la orientación de la política diplomática
continental durante la guerra. A pesar de todo, Méndez se excusaba de
tomar tal decisión alegando su carácter de Vicepresidente en mandato
provisional, resistiéndose también a los emplazamientos diplomáticos de
los Aliados que intentaban persuadir a las naciones americanas de
concretar las rupturas.
Se discute todavía, sin embargo, hasta qué punto la actitud de países como Chile y
Argentina era sinceramente "neutral", pues existe la sospecha de que en
realidad era la fachada para una simpatía no muy discreta hacia las
fuerzas del Eje o, cuanto menos, en contra de los Aliados, por
influencia de destacados políticos de la época, grupos empresariales y
una importante fracción de la propia ciudadanía que no era partidaria de
la ruptura, además de mostrarse
reacios a una disponibilidad para con la influencia de Washington sobre
el resto de América.
La resistencia a las presiones comenzaría a vivir su prueba de fuego,
sin embargo, con la III Reunión de Consulta entre los Ministros de
Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, realizada del 15 al
28 de enero de 1942. Recordada como la Conferencia de Río de Janeiro,
desde un inicio esta reunión fue secuestrada por los grupos pro-aliados
intentando imponer estos intereses en la comunidad de naciones
concurrentes y cuadrarse favorablemente a los intervencionismos
diplomáticos de la Casa Blanca, tendientes a forzar las rupturas con el
Eje especialmente desde la entrada formal de los Estados Unidos al
conflicto tras el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre del
año anterior.
Por otro lado, cuando el Canciller de Chile don Juan Bautista Rossetti
se dirigía a la Conferencia, en su escala en Buenos Aires antes de
llegar a Río de Janeiro, sostuvo una larga entrevista con el Ministro de
Relaciones de Argentina Enrique Ruiz Guiñazu, el Secretario de Guerra
General Tonnazzi y el Secretario de Marina Almirante Fincati, el 6 de
enero. Según el
historiador Oscar Espinosa Moraga en "El precio de la paz
chileno-argentina", discutió puntillosamente con ellos la posición
estratégica ante el concierto mundial y las necesidades defensivas que
esto demandaba, aunque no obteniendo un buen resultado por parte de las
apáticas autoridades platenses:
A su juicio la situación geopolítica de su país no podía ser más
delicada, dado su doble carácter de principal productor de materias
primas estratégicas (cobre, salitre, hierro y manganeso) y a la vez
ser corredor de tránsito del estaño boliviano amén de tener en sus
manos la otra llave del Pacífico, en el caso de un eventual
bombardeo sobre el Canal de Panamá.
Unos días más tarde, Chile manifestó en la Conferencia su decisión de
mantener la neutralidad, contando con el apoyo de la mayoría de los
partidos de izquierda que formaban parte del pacto gubernamental, aunque
no sin conflictos intestinos por el camino elegido. En en el mismo
encuentro, sin embargo, quedó la sensación de que Chile y Argentina
prácticamente estaban solos resistiendo los empujones de la Casa Blanca
pasa sacarlos de aquella neutralidad, siendo considerados como países
germanófilos y egoístas por las demás naciones americanas que
acordaron romper con el Eje.
Poco después de realizada la Conferencia y con Chile aún comprometido
con la neutralidad, tuvieron lugar las elecciones presidenciales del 1°
de febrero, resultando ganador otro radical y, a la sazón, también
partidario de mantenerse al margen de los bandos beligerantes: don Juan
Antonio Ríos.
La historia de la tragedia de la motonave vapor mercante "Toltén"
comenzará en estos mismos días, curiosamente: el 5 de febrero de ese
año, cuando zarpaba desde Valparaíso. Era un navío de bandera chilena
construido en 1938 por la Aalborg Vaerft, en las maestrazas de J.
Lauritzen de Dinamarca y que, con 1.574 toneladas, estaba en los
registros de la Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV).
Originalmente, el nombre del navío era el "Lotta", pero se le cambió al
quedar requisado en Chile con otras cuatro naves danesas del servicio
naviero a los Estados Unidos, luego de ser ocupada Dinamarca por los
alemanes. La Armada de Chile le otorgó después el derecho de operaciones
a la CSAV, realizando el circuito Valparaíso a New York vía Canal de
Panamá.
Los antecedentes reunidos por Jorge Young Ward en la primera fase de
investigación de la tragedia, hablan de la cantidad e identidad de los
tripulantes del "Toltén". La nave había hecho un cabotaje en Tocopilla,
cargando salitre con destino a los Estados Unidos, antes de seguir hacia
el mismo Canal de Panamá que Rossetti temía pudiese ser bombardeado en
alguna acción de guerra. Las instrucciones que habían recibido antes de
salir de puerto fueron bastante específicas, además:
a) Las naves mercantes seguirán las rutas del itinerario normal;b) Navegarán con todas sus luces encendidas;c) No se acogerán a ningún convoy y evitarán su proximidad;d) No aceptará escolta por buques de países en guerra;e) De noche mantendrán permanentemente alumbradas las banderas de los costados y cubiertas, disponiendo las luces en éste último caso lo suficientemente bajas para evitar encandilamiento.
Capitaneado por Aquiles Ramírez, el "Toltén" realizaba así otra de sus
rutas comerciales por las costas de Sudamérica y los Estados Unidos, sin
saber sus tripulantes que iban a ser víctimas inocentes e inesperadas de
los conflictos mundiales que ya se habían desatado y que habían llegado
a tocar el continente, con la recién celebrada Conferencia y con el
tortuoso limbo diplomático en el que se encontraba el Palacio de la
Moneda.
En el ambiente de aislamiento continental, de desconfianzas con la
propia Argentina por los conflictos limítrofes aún ardientes y con
pasiones realmente recalcitrantes contra la neutralidad de Chile en
algunos casos, el gobierno sólo dilataba la situación e intentaba evitar
más presiones buscando provocar su ruptura, hasta que asumiera por fin
Ríos. Esto iba a tener algún costo, de alguna u otra forma.
Más aún, la idea de la ruptura causaba escozor en grupos de la amplia
gama política, por entonces, desde nacionalistas organizando intentos de conspiración hasta comunistas que
aún conservaban su alergia antiimperialista. Empero, era defendida y
recomendada por ciertos grupos de derecha liberal, centro popular e
izquierdistas pro-bolcheviques que no perdonaban la invasión germana a
la URSS, como era la majadera línea editorial de entonces en el diario
comunista "El Siglo", exigiendo quebrar la diplomacia con el Eje. La
disputa y división de la sociedad llegaba a tal grado en esos días que,
en los cines chilenos, cuando se daban noticiarios preliminares sobre el
desarrollo de la guerra en Europa antes de comenzar a proyectarse cada
filme, las mitades del público celebraban o pifiaban según si las nuevas
eran favorables o no al bando de sus simpatías, entre Aliados y Eje. Los
alemanes incluso tenían cines propios en donde daban películas de los
estudios UFA, como el "Comedia" y después el "Principal".
El "Toltén", en tanto, seguía cumpliendo su derrotero por costas
americanas, confiado en que la bandera de país neutral y el cumplimiento
de las instrucciones lo mantendría protegido de los ataques de los
famosos submarinos alemanes que daban caza a todos los navíos enemigos o
los que colaboraran comercialmente con las necesidades de guerra de los
aliados... Pero su estrella de la suerte se iba a apagar.

Vista del vapor "Toltén" cuando aún era el navío "Lotta" danés.
Imagen publicada por Kenneth Pugh Gillmore.

La actividad naviera entre Chile y el Tercer Reich, manifiesta en esta
curiosa postal c. 1940 de la Hamburg-Amerikanische
Packetfahrt-Actien-Gesellschaft. La destrucción del neutral "Toltén" por
parte de las fuerzas alemanas fue tan inesperada como desconcertante.
Creyéndose ajeno a todas las controversias diplomáticas, entonces, llegó
el "Toltén" sin novedad a Baltimore para descargar salitre y cargar
carbón, en marzo, volviendo a salir al mar rumbo a Chesapeake City con
sus bodegas vacías.
Ese mismo día 11 de marzo de 1942, sin embargo, tras pasar por el Canal
Chesapeake-Delaware, fue interceptado unas 60 millas al Norte de Cabo
Henlopen por un buque patrullero de los Estados Unidos nunca
identificado, entre las 21:30 y las 22:00 horas de aquella noche.
Investigaciones posteriores han propuesto que dicha nave debió ser el
cúter de acero "Antietam" o el USS "Larch", que participarían después
del rescate de cadáveres del "Toltén", irónicamente.
Dijimos que las instrucciones que recibían entonces los navíos chilenos era la de navegar con sus luces encendidas y no en convoy, señal de
estar operando fuera de cualquier función bélica o sospechosa y que el
Tercer Reich se había comprometido a respetar, asegurando a Chile y
Argentina que no había razones para temer si se cumplían tales normas.
Además, en el Artículo 5° del Código de Servicios Navales y las Órdenes
de Instrucción de Guerra para Buques Mercantes Nacionales de 1938 y en
el Artículo 427 del Capítulo XII del Manual de Táctica, se explicitaba que un navío neutral que navegara oscurecido por zonas donde
actúan submarinos de países beligerantes y patrullas ofensivas o
defensivas, pasaba automáticamente a la categoría de nave sospechosa,
pudiendo caer en el mismo trato que una considerada enemiga.
Sin embargo, por razones inexplicables (o en apariencia, tales), los
patrulleros locales exigieron al Capitán Ramírez que el "Toltén"
navegada con sus luces apagadas mientras estuviese en costas de los
Estados Unidos. Estas órdenes con características de amenaza las habría
recibido la tripulación a través de un megáfono, según se dijo después.
A mayor abundamiento, la delirante exigencia de que los navíos que no
navegaban en convoy lo hicieran con sus luces apagadas, provenía de
disposiciones del Departamento de Marina de los Estados Unidos y de la
Real Marina Británica, advirtiéndose que los aliados abrirían fuego
contra cualquiera de las naves que no cumpliesen con este requerimiento.
La situación no podía ser más difícil para los chilenos del vapor, por
lo tanto.
Sin más que hacer y consciente de no tener alternativa, el Capitán
Ramírez no vio a mano otra posibilidad que la de acatar la orden y
reiniciar la navegación del "Toltén" en absoluta oscuridad, ya en la
noche del 12 al 13 de marzo. Alcanzó a reportarse por radio aquel día
jueves, antes de perderse para siempre... El destino iba a echarle
encima, entonces, la tragedia que acabó involucrando a Chile en la
Segunda Guerra Mundial, nuestro casus belli, a pesar de todas las
resistencias que se habían estado desplegando para
mantener la neutralidad.
En la noche de aquel fatídico viernes 13, colmo de los infortunios para
el "Toltén" y su tripulación, la nave fue detectada navegando a oscuras
por el submarino alemán U-404 comandado por Otto von Bullow, según
se supo tiempo después gracias a una entrevista de Clay Blair al
veterano submarinista (para su obra "Hitler's U Boats War. The Hunters",
de 1996). Como era previsible, los alemanes lo creyeron un barco enemigo
y, hacia las 2:30 de la madrugada de aquella noche, a unas 30 millas de
New York, fue torpedeado en su banda de babor, partiéndolo al centro y
hundiéndose tumbado hacia este costado. No alcanzó a haber petición de
auxilio telegráfico de la tripulación, pues desapareció bajo las aguas
en poco más de cinco breves minutos.
De los 28 tripulantes, sólo uno pudo sobrevivir y ser rescatado: el
fogonero Julio Faust Rivera, quien saltó al mar por la fuerza de la
explosión, siendo salvado de ahogarse por una lancha del Servicio de
Guardacostas de los Estados Unidos. Se cree que los seguros de los botes
salvavidas del navío impidieron poder realizar un salvataje raudo ante
la inusitada velocidad que demandó la urgencia. Todos los demás
perecieron, entonces, incluido el Capitán Ramírez, quien se mantuvo
gallardamente al mando de la siniestrada nave hasta que esta
desapareció en las aguas del Atlántico. Sólo cinco cuerpos pudieron ser
recuperados.
La enumeración taxativa de víctimas la presentó el Capitán Pugh Gillmore
en sus publicaciones ya mencionadas:
-
Capitán Virgilio Aquiles Ramírez Bárcena: cuarenta años de edad, ex alumno aventajado de la Escuela de Pilotines, incorporado al servicio activo de la marina mercante desde los quince años. Gozaba de gran prestigio y estaba casado con doña Lucy Donoso desde 1934. Tenía cuatro hijos.
-
Piloto 1° Octavio Ernest Muñoz: nacido en 1909 en Concepción, casado con Carmen Dacaves. Había estudiado en la Escuela Náutica de Pilotines e ingresó a la CSAV en 1932 como aspirante a oficial.
-
Piloto 2° Norman Phillip Pugh Cook: era el medio hermano mayor del Capitán Pugh Gillmore (de ahí su particular interés en esta tragedia, como reconoce), nacido en Valparaíso en marzo de 1913. Había ingresado a la Escuela Naval como cadete ejecutivo en 1927, recibiendo licencia para una operación médica en Inglaterra, al año siguiente, retomando después sus estudios y graduándose como aspirante en 1932, y como guardiamarina de 2ª en 1933. Contrajo matrimonio con Raquel Uribe Riveros, teniendo una hija. Tras renunciar a la Armada, entró a la marina mercante en febrero de 1932. Su muerte fue un dolor que acompañó para siempre a su distinguido padre, el inmigrante británico Ernest William Pugh Prince.
-
Piloto 3° Manuel Astulfo Riveros Zavala: nacido en Valparaíso, soltero, había egresado de la Escuela de Pilotines e ingresado a la CSAV en febrero de 1942, como 4º piloto.
-
Contador Ramón García-Huidobro Saavedra: nació en Valparaíso en 1915, y efectuó sus estudios en el Instituto Comercial. Entró a la CSAV en octubre de 1934, y se había casado hacía poco más de año con Olga Henn Carrasco. Había solicitado no hacer este viaje, pues su esposa estaba enferma y tenía un extraño mal presentimiento, pero no encontró reemplazo y debió partir. Su premonición queda demostrada por el increíble hecho de que, desde Panamá, se había decidido enviar a la que sería su viuda toda su documentación personal, una póliza de seguros, algunas fotografías y retratos.
-
Ingeniero 1° Peter Benjamín Wright Stuart: nacido en mayo de 1885, en Escocia, estaba casado con Lucy Milme, ingresando al servicio en mayo de 1913.
-
Ingeniero 2° Manuel Jesús Santibáñez Mesa: nació en 1901 en Melipilla y estaba casado. Ingresó a la CSAV en febrero de 1911.
-
Ingeniero 3° Jesús Nazareno Osses Lara: nació el 27 de agosto de 1896, en Valparaíso. Estaba casado con Elba Aguilar y tenía dos hijos. Entró a la CSAV en septiembre de 1936 y vivía en Playa Ancha.
-
Ingeniero 4° Federico Eduardo Dethleffsen Gómez: osornino, nacido en febrero de 1917. Era soltero y efectuó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios en Santiago. Ingresó a la CSAV a inicios de 1940 como aspirante a ingeniero, retirándose y reingresando en los barcos daneses en 1941. Vivía en Quilpué.
-
Telegrafista Reinaldo Emilio Poppenberg Quintero: nació en diciembre de 1910 en Valparaíso. También era soltero, e hizo sus estudios por correspondencia en el Institute of Engeneering The Joseph G. Branch, en Chicago. Entró a la CSAV en agosto de 1941. Su cuerpo fue recuperado por la misma patrullera que rescató a Faust. Fue sepultado en Estados Unidos.
-
Mayordomo Oreste Castro Rodríguez: antiguo residente de Playa Ancha, Valparaíso, casado, relacionado con familias de Putaendo y San Felipe. Había informado a su esposa que éste era el último viaje que haría, pues se iba a dedicar a otros trabajos menos riesgosos.
-
Contramaestre Juan Bautista Mancilla Mancilla.
-
Marinero Pedro Castro Contreras.
-
Marinero Tomás Moore Hodges.
-
Marinero Mariano Soto Sánchez.
-
Marinero Antonio Segundo Villegas Núñez.
-
Marinero Ramón Rodríguez Morales.
-
Marinero Guillermo Ortega Flores.
-
Donkero Zoilo Oyarzo Cárdenas.
-
Fogonero Luis Humberto Gárate Gárate: este trabajador naviero había sido confundido, inicialmente, con un tal Vera, información que fue rectificada más tarde.
-
Fogonero Carlos Alberto Olivier Santibáñez.
-
Carbonero Oscar Vega Banda.
-
Carbonero Oscar Amigo Figueroa: su esposa Beatriz concurrió con sus dos pequeños hijos de 5 y 1 año, al diario "La Unión", declarando que su esposo también presintió que un hecho grave ocurriría en aquel viaje.
-
Carbonero Leopoldo Cubillos Duque.
-
Cocinero José Covarrubias Terra.
-
Ayudante cocinero José Berríos Velásquez.
-
Muchacho Mario Gilberto Calderón Calderón.
-
Muchacho Luis Laroz Pastoll: antecedentes no comprobados por Pugh Gillmore, señalan que tendría (o que tuvo) una placa recordatoria en el Cementerio de Playa Ancha, en Valparaíso.

Certificado accionario de 1964, de la Compañía Sud Americana de
Vapores.

El incidente fue conocido en el país primero gracias a un escueto
telegrama, enviado desde Washington DC por el Embajador Rodolfo Michels.
No bien llegó a las oficinas ministeriales el Palacio de la Moneda dio
instrucciones al representante de entrevistarse lo antes posible con el
sobreviviente Faust, para obtener información precisa de lo que había
sucedido. Sin embargo, ese mismo día 15 lo instruye también de mantener
reserva total del asunto, por razones que no dejan de despertar
suspicacias pues la misma solicitud se le hizo a la CSAV en aquellos
primeros días.
Luego de llegar una nota del Cónsul General de Chile en New York, don
Aníbal Jara, con más detalles del asunto, la Embajada de la Casa Blanca
en Santiago se apresuró a hacer un comunicado el día 16 a la Cancillería
chilena, basándose en la información que había transmitido el
Departamento de Marina de los Estados Unidos. Ese mismo día había sido
citado por el Canciller el Embajador de Alemania, además.
Intentando zafarse de las responsabilidad y en una actitud claramente
defensiva, poniéndose el parche antes de la herida, la legación
norteamericana expresaba en su nota que el Capitán Ramírez del "Toltén"
había visitado personalmente a la Dirección de Puerto de Baltimore, el
día 11, "solicitando instrucciones para Nueva York". Estas mismas
instrucciones, agregaba, no se daban a barcos mercantes neutrales salvo
cuando sus propios capitales las pedían, por lo que "al solicitar y
recibir las instrucciones de ruta, se había colocado bajo la dirección
general del Servicio de Patrullaje de la Marina de los Estados Unidos".
Continuaba señalando que el "Toltén" recibió, entonces, la instrucción
precisa de navegar cerca de la costa y sólo de día, debiendo anclar en
refugio durante horas nocturnas:
Este barco, evidentemente, no siguió estas instrucciones de no
proseguir durante las horas de oscuridad con sus luces encendidas,
ya que no pasó por Delawere hasta más o menos las dos de la tarde
del 12 de marzo y fue detenido más o menos a medianoche de ese día
por un barco patrullero y recibió orden de apagar sus luces, de
acuerdo con las instrucciones de ruta que el capitán le había
ordenado seguir.
Sin embargo, nada de esto era cierto: posteriores testimonios de los
capitanes de los vapores "Aconcagua", "Elqui", "Copiapó" y "Rapel"
aseguraban que, por intermedio de los agentes de los armadores, se
obligaba a los navíos chilenos a acudir ante las autoridades marítimas
de los Estados Unidos o del Reino Unido en los puertos del Mar de las
Antillas y costa de los Estados Unidos, para recibir instrucciones
precisas y categóricas que nada tenían de voluntarias o por solicitud
propia, como aseguraba con desparpajo el comunicado de la autoridad
naval estadounidense.
Paralelamente, cuando el Canciller Rossetti informó al Vicepresidente
Méndez de lo ocurrido al "Toltén", ambos llamaron a un consejo
extraordinario de gabinete para el lunes 16, al que asistieron el
Ministro de Interior Alfredo Rosende, el de Hacienda Guillermo del
Pedregal, el de Defensa Juvenal Hernández, el de Educación Ulises
Vergara, el del Trabajo Juan Pradena, el de Tierra, Colonización y
Fomento Rolando Merino, el de Salud Salvador Allende y el de Comercio
Arturo Riveros. Sólo faltó el Ministro de Justicia José Mora Pineda,
actuando como secretario el titular Humberto Aguirre Doolan. Los
convocados redactaron un comunicado público para el día siguiente,
primero de carácter oficial, en el que informaban del hundimiento del
"Toltén" y de la búsqueda que aún continuaba de los fallecidos,
anunciando que se harían públicas las novedades que pudiese arrojar la
investigación del naufragio.
Coincidió que la noticia comenzaba a ser divulgada por medios como "El
Mercurio de Valparaíso", "El Diario Ilustrado", "La Opinión", "La
Nación" y "La Unión" del Valparaíso, este último a partir del martes 17
de marzo de 1942, según lo que transcribe Pugh Gillmore:
Dolorosa impresión causa el hundimiento del vapor Toltén
torpedeado mientras navegaba hacia el puerto de Nueva York. El hecho
ocurrió el viernes, entre las 2 y 4 de la madrugada. Iba descargado
a Nueva York y poco antes de ser torpedeado se le había dado orden
de apagar las luces. De la tripulación de 29 hombres, sólo se ha
salvado el fogonero Julio Faust Rivera, quien relata la forma cómo
se produjo el hundimiento, en breves minutos.
El mismo medio se preguntaba, en aquella edición, casi previendo lo que
sucedería:
El público ansioso de saber si era efectivo el hecho o si se
trataba de un simple "rumor", llamaba con insistencia por teléfono,
requiriendo noticias. Se notaba nerviosidad en las personas que
hacían las preguntas, muchas de ellas, familiares de los tripulantes
del barco. ¿Qué va a ocurrir ahora? ¿Cómo es posible que hayan
hundido un barco chileno? ¿Qué implicaciones internacionales traerá
esto?
Y aquel mismo día 17, sin poder mantener más silencio sobre lo
sucedido, la CSAV hizo un comunicado público informando también del
incidente:
Debidamente autorizada, la C.S.A.V. tiene el sentimiento de
confirmar que el vapor Toltén ex Lotta, al mando del capitán D.
Aquiles Ramírez, que esta empresa operaba por encargo de la Armada
Nacional, fue hundido, al parecer por un torpedo, en las primeras
horas del viernes 13 del actual, mientras navegaba en lastre, sin
carga alguna, entre Baltimore y Nueva York. La primera noticia del
naufragio conocida por la Compañía se recibió el sábado 14 a las 21
horas, y fue puesta en conocimiento inmediato del Gobierno, quien
estimó del caso guardar reserva mientras los representantes de Chile
en el exterior trataban de ampliar las informaciones que con
anterioridad habían enviado a la Cancillería.
No obstante, los detalles más macabros e indignantes del hundimiento del
"Toltén" se habían mantenido en secreto, corriendo sólo como rumores
entre la población, que incluso habría protagonizado algunos intentos de
concentraciones callejeras como protesta. Los únicos relativamente bien
informados a esas alturas eran los miembros del cuerpo diplomático, las
autoridades gubernamentales y los altos jefes militares.
A todo esto, la CSAV había entregado ya al Ministerio de Relaciones
Exteriores, a los pocos días, un informe con todas las declaraciones que
Faust había hecho en New York al representante chileno Agustín Huneeus.
Decía la compañía en su declaración, deslizando desde ya algo sobre las
verdaderas responsabilidades:
Debemos hacer presente que todos los barcos de nuestra propiedad,
al igual que los operados en combinación con la Armada Nacional,
tienen instrucciones precisas de navegar con las luces encendidas,
para demostrar así el pabellón neutral a que pertenecen y no han
tenido que lamentar con anterioridad contratiempo alguno en su
navegación. En el presente caso, el capitán del buque de carga
Toltén, por circunstancias que con seguridad quedarán perfectamente
aclaradas, se vio obligado a alterar esta orden durante las últimas
cuatro horas que precedieron al siniestro. La Compañía expresa
públicamente su pesar por la pérdida irreparable de los oficiales y
tripulantes del Toltén, muchos de los cuales ocupaban en el
escalafón las más altas calificaciones en el servicio de los
intereses de Chile.
Empero, mientras la noticia del hundimiento del "Toltén" se confirmaba
en Chile, esta prácticamente iba cayendo como maná del cielo a los
exaltados que buscaban una buena razón para volcar las iras
populares contra el Eje y unificar las simpatías por los aliados.
Aunque no se identificaba aún la nacionalidad del submarino, resultaba
obvio que debía ser uno alemán, de los que -ya se sabía- estaban
realizando incursiones en esas costas. De esta manera, sin conocer los
detalles de la infame tragedia, el fervor pro-aliado tomó posesión de la
política y la diplomacia neutral quedaría arrinconada ante la
escandalera pública. Así lo diría, poco después, el periódico
"Washington Star":
Quizá este único hundimiento ocurrido no baste a transformar el
sentimiento chileno favorable a la neutralidad en otro de
beligerancia, pero indudablemente otro hundimiento acabaría con la
paciencia de este pueblo cuyo espíritu es proverbial y que es
intensa mente patriótico.
Curiosamente, uno de los que no dejó pasar la oportunidad para exigir la ruptura con el Eje fue el entonces Cónsul
General de Chile en México, el poeta Pablo Neruda, quien rugiría furioso
contra la neutralidad chilena, ciertamente más
aconsejado por su filiación política que por la información sobre los
detalles del drama del "Toltén". Ya desde antes había dado señales
evidentes de que la neutralidad la aceptaba de muy mala gana y
obligado sólo por su investidura; pero ahora, saltándose las
prudencias de la diplomacia, se podía poner abiertamente del lado de los
rupturistas.
Los más sensatos, en tanto, intentaban buscar alguna explicación a lo
sucedido. Entrevistado por el diario "La Unión" del 19 de marzo el
señor A. J. Broom, representante de los armadores de buques, planteaba
que la tragedia pudo haberse desatado por el propio origen del "Toltén"
y por razones que él ya había expresado como advertencia al gobierno:
correspondía antes al mencionado buque danés SS "Lotta", que el mando chileno
"mediante un acto que es de discutible legalidad" había requisado
con otros cuatro navíos estacionados en Talcahuano (los vapores "Helga",
"Frida", "Laila" y "Selma"), puerto donde se hallaban atracados
"gracias a un salvoconducto de S.M.B.". Si bien Chile había
considerado neutral a Dinamarca, este país se encontraba ocupado por
Alemania, país que no reconocía tal apropiación de los navíos, por lo
que la nacionalidad y la bandera chilena se encontraban en entredicho,
según Broom.
Las exequias despidiendo simbólicamente a los fallecidos se realizaron
en la Parroquia del Espíritu Santo de Valparaíso, en la mañana del 23 de
marzo, con misa oficiada por el Capellán de la Armada Ramón Velásquez,
el Obispo de Valparaíso Monseñor Rafael Lira Infante, y sentidos
discursos del Capellán Julio César Barrientos Ruz, quien hizo una senda
declaración no pudiendo dejar de manifestar de su propia denuncia contra
los responsables y demostrando lo bien informado que se hallaba sobre el
desastre:
En busca de Nueva York, recibieron la orden de navegar con 'luces
apagadas' en conformidad con las leyes de policía marítima de
Estados Unidos. Y nuestra bandera se oscureció, como para cubrirse
de luto o tal vez para no presenciar el sacrificio nocturno de
tantos hijos suyos. Ella ya no habla de nuestra Patria. Su estrella
se ha eclipsado, va a llegar el momento terrible. Y sin ningún aviso
previo, y sin rendición, ni preguntar nacionalidad, en un instante
se sintió en el Toltén una feroz y tremenda conmoción: una máquina
de guerra lo había herido en su costado, junto a la bandera. Momento
terrible y espantoso. Algunos ya son cadáveres: fueron muertos
cuando tranquilamente cumplían sus guardias de máquinas. Estaban
otros descansando. El barco hace aguas por todas partes. Quedan seis
minutos para desaparecer. Cúmplase el 'abandono del buque'; 'sálvese
quien pueda'; 'sálvanos Señor que perecemos'. Ignorantes de tanto
detalle siniestro, sólo sabemos que a los pocos instantes todo había
desaparecido y únicamente se salvaría milagrosamente un testigo que
entre las sombras de la noche le pareció ver una siniestra fiera
marítima pintada de negro, que como fantasma nocturno los hirió de
muerte. En las profundidades del mar yacen confundidos los restos
del distinguido capitán Ramírez, de sus oficiales y de toda su
tripulación.
Poco después, en horas de la tarde del mismo día, se realizó una
romería naval con la comitiva oficial en la escampavía "Janequeo", la
draga "Chipana", el remolcador "Poderoso" y varias embarcaciones
menores.
El cuerpo de Poppenberg, en tanto, había sido velado en la Iglesia
Católica de San Esteban, en New York, siendo sepultado en el cementerio
de San Juan de Amityville de Long Island. A su funeral asistió el
marinero Guillermo Ortega, quien, por algún feliz azar del destino, se
había debido quedar en tierra durante aquel fatídico viaje del "Toltén"
por aguas estadounidenses.

Firma del decreto de rompimiento de relaciones con el Eje, el 20 enero
de 1943, por el Presidente Juan Antonio Ríos y el Canciller Joaquín
Fernández y Fernández. Publicado en la revista "Vea" del 27 de enero de
1943.
Si ya es sospechoso el momento preciso en que se produce esta tragedia,
cuya responsabilidad basal fue -sin duda- la exigencia del Departamento
de Marina de los Estados Unidos obligando al navío a circular con sus
luces apagadas, más aún lo son las otras circunstancias que rodearon el
caso y que aumentaron las sospechas sobre una acción provocada para
precipitar la ruptura de las últimas naciones americanas que aún
mantenían la neutralidad.
El 13 de mayo de ese mismo año, por ejemplo, sería torpedeado también
por un submarino alemán (hay teorías conspiracionales diciendo que fue supuestamente aliado) el petrolero mexicano "Potrero del Llano",
acción que significó la ruptura de neutralidad de México en la Segunda
Guerra Mundial. Al parecer, esta similitud de fechas y circunstancias ha
llevado a confundir a veces el día del hundimiento del "Toltén" con la
del "Potrero del Llano", en algunas fuentes. Sin embargo, hay una
diferencia sustancial entre ambos casos: ya sabemos que los países del
Eje y los submarinos alemanes habían advertido su disposición a
interrumpir la venta de petróleo mexicano para las necesidades bélicas
de los Estados Unidos.
Una situación bastante extraña tuvo lugar el día 15, de hecho: la
Embajada de Chile en los Estados Unidos, fue informada por el
Departamento de Estado de Washington DC que la autoridad de la Marina de
Guerra estaba averiguando qué barco pudo haber dado semejante orden de
oscurecer la navegación del "Toltén", comprometiéndose en revelar a La
Moneda el resultado de su investigación. Esta información jamás fue
proporcionada por el Departamento de Marina, sin embargo, a pesar de que
debía tenerla a la vista en su registro.
La investigación oficial en Chile fue solicitada por el Ministerio de
Defensa al Comandante en jefe de la Armada, Almirante Julio Allard
Pinto, quien designó Fiscal del Sumario Secreto al director del Litoral,
Contraalmirante Gastón Kulczewski G. Así, la Causa 24/42 de la Fiscalía
D.L. y M.M., y Vista Fiscal Kulczewski, concluyó al final de sus 216
fojas:
Que puede tenerse como causa mediata del hundimiento del vapor
Toltén frente a las costas de Estados Unidos, la noche del 12 al 13
de marzo de 1942, el haber sido obligado a apagar sus luces en
cumplimiento de una orden ineludible impartida por un barco
guardacostas norteamericano mientras navegaba, en aguas
extraterritoriales, de Baltimore a Nueva York; orden, que alteró la
condición de nave neutral del Toltén, colocándolo en la categoría de
beligerante o sospechoso; y se presume que, en estas circunstancias,
la causa inmediata del hundimiento habría sido motivada por el
torpedeamiento de algún submarino de nacionalidad no identificada.
Cabe comentar que Kulczewski había recibido importante y exhaustiva
información del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la CSAV sobre
el caso, durante su acucioso proceso de investigación, como se puede
verificar en la Memoria ministerial de 1942.
La misma investigación confirmó que el "Toltén" había recibido órdenes
de apagar sus luces por parte del Servicio de Patrullaje de la Marina de
los Estados Unidos no en una ocasión, sino en dos: la primera, el 6 de
marzo en Chesapeake Bay, y la última en el emplazamiento del 11 a 12 de
marzo por parte de las patrullas, en ambos casos bajo amenaza de
represalias. ¿Qué podría explicar semejante obsesión de la autoridad
marítima norteamericana por hacer navegar un barco neutral en tan
peligrosas y expuestas circunstancias? La respuesta, por sí sola, abonó a la creencia en un acto conspirativo para poner en
riesgo el navío.
No es de extrañar, entonces, que ya a mediados del mes de abril, medios
sensacionalistas como la revista "Vea" comenzaban a preguntarse sobre quién era el verdadero responsable del hundimiento del "Toltén". Y no
sólo en Chile, sino en varios otros medios del continente cundía la
duda.
En una mirada zahorí, la destrucción del navío "Toltén" habría pasado
casi por crimen perfecto de no haber sido por la sobrevivencia de Faust
Rivera, quien reveló las órdenes que había recibido su capitán por parte
de la autoridad estadounidense. Sin embargo, el pobre fogonero, quien venía siendo interrogado por los hechos desde que aún no salía del
shock, dio -sin quererlo- más argumentos a ciertos especuladores por algunas contradicciones e inconsistencias de sus testimonios. Según
Pugh Gillmore, el sobreviviente residió después en los Estados Unidos,
varios años después del incidente, regresando a Chile para reembarcarse
en servicios navieros de la CSAV.
El mismo autor señala que el periódico "The New York Times", del 17 de
marzo, hacía la siguiente exposición sobre las consecuencias
diplomáticas esperables para el incidente:
Nadie, excepto el diario comunista El Siglo, era partidario de
romper relaciones con el Eje, y la opinión pública ha ido tendiendo
en el sentido contrario, ya que un sorpresivo número de chilenos
cree que mientras Chile no haga nada para provocar al Eje, nada les
podrá pasar. En efecto, el actual gobierno que dejará el mando el 2
de abril, también tomó parte en este intento de cerrarle los ojos a
la nación ante esta situación, y finalmente llegaron las bienvenidas
noticias de que el presidente electo, Ríos, prefería esperar hasta
ocupar su cargo para decidir la política a seguir.
Argentina y Chile, las únicas de las veinte repúblicas americanas
que se han resistido a demostrar su solidaridad con los Estados
Unidos, han estado buscando un mayor acercamiento. Sin embargo,
aunque nuestra causa ha perdido terreno aquí desde la conferencia de
Río de Janeiro, está lejos de ser una causa perdida. Se piensa que
nosotros necesitamos sólo una voz resuelta entre los líderes
chilenos para denunciar el hundimiento del Toltén, que declare que
es inútil apaciguar al Eje y demandar una cooperación total con los
Estados Unidos. Sin embargo, desafortunadamente nadie ha adoptado
tal actitud.
Llama la atención también el que, a pesar de la limitada difusión que se
hizo del incidente del "Toltén", la CSAV decidió suspender sus rutas
hacia New York después de la tragedia del vapor, claramente como
precaución después de la tragedia. Esto es comprensible por el clima de
temor que se expandió entre los navegantes civiles chilenos, quienes comenzaron a exigir garantías de seguridad para su paso por aguas de
países beligerantes, como manifestaba el Canciller ya en el día 18 de
marzo. La situación motivó al mismo ministerio a tener que publicar una
comunicado abierto el día 25, en donde negaba informaciones alarmistas
que se habían conocido sobre el "Toltén" y otros casos de navíos
brasileños o venezolanos, asegurando haberse reunido ya con los
representantes del Eje en Chile mientras continuaba la investigación,
pidiendo a la prensa no precipitar juicios ni conclusiones.
La verdad, sin embargo, es que a esas alturas, la prensa ya barajaba
diferentes teorías sobre lo ocurrido en aguas de New York, deslizando
incluso la idea de que el ataque hubiese sido ejecutado por un submarino
estadounidense o británico buscando hacer así que Chile rompiese la
neutralidad. Hasta se propuso que fue conducido intencionalmente por el
patrullero estadounidense hacia el lugar donde se encontraba estacionada
una mina, provocando el desastre. Estas teorías y delirios se vieron alentados por otra declaración de Faust Rivera, quien propuso que los submarinos
alemanes quizá iban siguiendo la estela del "Toltén" para parecer
invisibles, aunque esto fue desmentido en duros términos por el nuevo
Canciller Alfredo Duhalde Vásquez, cuando asumió con el gabinete del
Presidente Ríos.
Otra posibilidad considerada entonces era la de una represalia contra Chile por
su decisión de condenar, siempre desde la neutralidad, los ataques del
Eje a navíos de la comunidad sudamericana, particularmente cuatro
brasileños y uno venezolano que fueron agredidos antes del caso
"Toltén". El periódico brasileño "O Jornal", por ejemplo, publicaba en
esos mismos días la siguiente conclusión, también transcrita por Pugh
Gillmore:
...nadie tenía duda de que los agresores rechazarían la protesta
chilena contra el hundimiento de cuatro navíos mercantes brasileños,
uno venezolano y uno propio chileno, dirigida a las capitales del
eje; sin duda lo hizo como simple reafirmación de sus principios y
para estar de acuerdo con su actitud anterior, pues en 1917, cuando
von Tirpitz inició su campaña submarina sin distinciones, el gran
país andino no tardó en pronunciarse para condenarla. Chile sustentó
con altivez y nobleza su movimiento de solidaridad con las dos
repúblicas hermanas gravemente heridas en sus derechos, como buena
doctrina.
Pero Pugh Gillmore va más allá y hace observaciones que no pueden pasar
inadvertidas. Anota, por ejemplo, que la Armada de los Estados Unidos, en ese mismo mes de marzo de 1942, acababa de activar un sistema defensivo
antisubmarinos aunque el de convoyes aún no lo tenía organizado como en
la Royal Navy. Cree también que no existía un tráfico marítimo
suficiente en las cercanías del "Toltén" como para justificar la orden
de que el buque se oscureciera. Y, avanzando todavía más en sus
conclusiones, reflexiona:
No aparece lógico, además, que el capitán Ramírez o el oficial de
guardia cumpliera la orden de oscurecerse, y si lo hizo, sabía que
se colocaba en la condición, si no de beligerante, por lo menos de
posible blanco para los submarinos atacantes. Tampoco aparece lógico
que la presa del submarino alemán haya sido un viejo buque
descargado, en el cual se dice empleó dos torpedos.
De ser plausible la teoría de la conspiración para provocar la ruptura
con el Eje, entonces, el caso "Toltén" se inscribiría en la lista de
otras famosas tragedias "dirigidas” y casi de falsa bandera, con el objetivo
de provocar determinados cursos bélicos y diplomáticos en el concierto
internacional, como podrían ser también los casos del oscuro incidente
del USS "Maine" de 1898, el hundimiento del RMS "Lusitania" en 1915, el
derribo del Vuelo 870 de Aerolinee Itavia en 1980 o el ataque
ruso del Vuelo 007 de Korean Airlines en 1983, por dar algunos
ejemplos.

Restos del "Toltén" en su reposo submarino. Fuente imagen:
Downtoolong.com
En ese complicado estado se hallaban las cosas para Chile, al dejar el
mando Méndez y asumir el Presidente Ríos, el 2 de abril de 1942.
La embestida de los adversarios de la neutralidad fue enorme, siempre
apoyados por la prensa favorable a los aliados, abriéndole más espacio
al intervencionismo norteamericano, al espionaje y apareciendo las
siniestras "listas negras" de ciudadanos que se consideraba peligrosos a
los intereses aliados en Chile. Fueron inútiles las tentativas de Ríos por querer preservar la neutralidad y el estatus de país
"no beligerante" para Chile, manifiestas en su Mensaje del 21 de mayo de
ese año.
Todos los primeros meses del nuevo gobierno constituyeron un verdadero
calvario para las relaciones exteriores. Tan grave era la situación que,
el 8 de octubre siguiente, el Subsecretario de Estado norteamericano,
Benjamin Sumner Welles, no tuvo empachos en acusar públicamente a Chile
y Argentina de permitir actividades hostiles del Eje, buscando
justificar así una eventual intervención y la continuidad de las
presiones. El propio Presidente Franklin Delano Roosevelt respaldó
después estas denuncias, lejos de ponerle paños fríos.
Para empeorar el escenario, grupos nacionalistas y antiimperialistas
que intuían la proximidad del rompimiento de Chile con Eje, estaban
iniciado la que sería una oscura seguidilla de intentos de
conspiraciones con apoyo del incipiente movimiento peronista argentino y
de los oficiales agrupados en torno a una extraña cofradía militarista que ha sido llamada GOU (Grupo de Oficiales Unidos), de la que existen muchas nebulosas y que habría surgido desde los
cuarteles de Buenos Aires. Como Chile estaba en una crisis de
abastecimiento militar desde hacía años, con el tiempo incluso
acariciaron la idea de facilitar una intervención militar argentina una
vez que asumió el mando platense Edelmiro Farrel, en 1943, pretensiones
que se extendieron incluso hasta el Gobierno de Gabriel González Videla con el famoso complot de las "Patitas de Chancho", que salpicó el
uniforme del General Carlos Ibáñez del Campo al aparecer entre los varios conspiradores.
El Presidente Ríos, en tanto, seguía resistiendo la ruptura, pero el
conflicto ya estaba instalado al seno del gobierno, cuando los ministros
de Interior Raúl Morales Beltrami, de Hacienda Ricardo Matte y de
Fomento Oscar Schnacke, manifestaron su adhesión e interés en reclutar a
Chile del lado aliado de una vez por todas. El Canciller Ernesto Barros Jarpa, sin embargo,
se había mantenido firme en la neutralidad. Mas, al ser reemplazado por
don Joaquín Fernández y Fernández, viéndose este superado por la
situación, la línea de los rupturistas comenzó a avanzar y cosechar
victorias.
Posteriores revelaciones del Departamento de Relaciones Exteriores de
los Estados Unidos han dado a entender que Fernández se había allanado ya,
ante la amenaza de una revuelta nacionalista o de una intervención
argentina, a solicitar asistencia diplomática los Estados Unidos.
Archivos desclasificados del FBI desde los años noventa sugieren la misma
situación, además de las amenazas de Japón a Chile en caso de que el país se rindiera a las presiones norteamericanas que intentaba
sortear el gobierno.
Encerrados y sobrepasados, entonces, el Presidente Ríos y el Canciller
Fernández debieron ceder dando curso al proyecto de ley para declarar
cortadas las relaciones con el Eje, tras una vertiginosa sesión del
Senado del 19 de mayo de 1942. Desde aquel momento, el aire enrarecido
de la sociedad y la política quedó instalado también en las arenas del
Congreso Nacional.
Liberado ya de las cadenas éticas y entregado de lleno a las
conveniencias del pragmatismo, el actuar que seguiría desde allí el
Presidente Ríos fue algo que a muchos hoy llena de confusión e interpretaciones enfrentadas, por
prácticamente sentarse sobre casi un año de declaraciones rimbombantes y
vehementes sobre la independencia y la neutralidad chilenas. El 20 de
enero de 1943, el Palacio de la Moneda finalmente decretó la ruptura de
relaciones diplomáticas con los países integrantes del Eje y ordenó la
expulsión de los representantes de Alemania, Italia y Japón, orden que
se ejecutó en lo que muchos recordaron como humillantes y hasta abusivas condiciones, en algunos casos. En
su Mensaje del 21 de mayo de ese año, tenemos ya a un mandatario que ha
pasado de la neutralidad al apasionado servilismo pro-Estados Unidos,
manifestado:
...su actitud inequívoca junto a las naciones de América,
encabezadas por la poderosa República del norte, que hace de guía,
en esta hora histórica, con el singular acierto que imprime a su
gobierno el ilustre mandatario don Franklin D. Roosevelt, cuya
política de buena vecindad es justicieramente apreciada en nuestra
patria (...), cumpliré hasta en sus últimos alcances lo que
estimo es mi primera obligación como Jefe de Estado: Dar gobierno al
país y sostenerlo.
De alguna manera, la infamia del "Toltén", a ojos de los rupturistas,
había sido vengada.
Los afanes golpistas apoyados por militares argentinos cundieron en este
período, decididos a revertir la ruptura, según se desprende de la
documentación existente sobre Chile en los Archivos Nacionales de
Washington. De acuerdo a la información que intercambiaban secretamente
el Secretario de Estado Cordell Hull con el Embajador Claude Bowers, un levantamiento contra Ríos se planificaba para el 14 de febrero de 1944.
En un telegrama fechado el 8 de enero, Hull decía también que el ex
Canciller Barros Jarpa y el General Ibáñez del Campo habían adherido a
los planes golpistas con posible apoyo argentino.
Washington no perdió el tiempo y así redobló las presiones a Argentina
en ese preciso período, poniéndole un ultimátum a Buenos Aires el 25 de
enero: si la Casa Rosada no rompía con el Eje como había hecho ya Chile,
se retiraría la legación y se harían públicos los nexos argentinos con
estos países, pasando a ser considerado país beligerante, congelándose
los bienes platenses en los Estados Unidos. Alarmadas y temerosas de las insospechadas consecuencias, entonces, las autoridades de Buenos Aires rompieron
relaciones con el Eje el 26 de enero de 1944, siendo el último país de
América en hacerlo.
Se desconoce si fue la ruptura argentina con el Eje lo que desinfló el
proyecto golpista del mes siguiente, pero, sabiéndose ya fuera de
peligro Ríos
volvió a asombrar a todos en abril de 1945, cuando llegó a proclamar
urbi et orbi una "declaración de guerra" contra Japón, con la única intención de permitirle un asiento a
Chile en la recién formada ONU y sacarse el estigma de país pro-Eje
que él mismo había ayudado a forjar hasta hacía poco más de un año,
anatema muy bien ocupado después por la diplomacia boliviana para
restaurar sus reclamos de salida al mar con apoyo internacional.
En la práctica, la única "acción de guerra" de aquella bravata
contra el país nipón fue cambiarle el nombre al
Parque Japonés por el de Parque Gran Bretaña, actual Parque
Balmaceda, para incrementar las sensaciones confusas que inspira tal episodio de la historia diplomática chilena.
Los muertos del "Toltén", sin embargo, fueron recordados sólo mientras
sirvieron a los propósitos de los propagandistas. Los deudos recibieron como
compensación el equivalente a tres años de sueldo, y el navío tenía
comprometido un seguro de guerra por US$ 562.500, aunque económicamente
hablando, la CSAV debió pagar una fuerte caída de sus acciones en la
Bolsa después de la calamidad.
La noticia de la tragedia había permanecido activa en los diarios hasta el 24 de
marzo de 1942, y desde allí sólo reaparece esporádicamente hasta el 19 de abril
del mismo año, según parece. ¿Habrá influido en esta insultante omisión el lobby
de la prensa aliada, que por entonces se regocijaba del control
que las circunstancias le habían permitido sobre la opinión pública? La
desaparición gradual del impacto noticioso del caso "Toltén", en esos
días es casi proporcional a la confirmación que se hacía de la
cuasi criminal orden de navegar con luces apagadas que habían recibido el
Capitán Ramírez, y por la que Estados Unidos jamás ofreció una
explicación satisfactoria, ni una disculpa y menos una reparación.
De esa manera, la tragedia del "Toltén" pasó rápidamente al museo del
olvido a pesar de la importancia que tuvo este triste pasaje de la
historia de la marina mercante con bandera chilena y de la influencia
que podría haber involucrado en el golpe del timón diplomático experimentado
por el país durante la Segunda Guerra Mundial.
Mensajes recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarUnknown19 de octubre de 2018, 19:56
Mi abuelo Jesús Nazareno murió en el tólten :( . Me encantaría ver una foto del él.
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Victor22 de diciembre de 2018, 19:06
Aún comenta una amiga anciana sobre la muerte de su hermano en ese naufragio...recuerdos de hace 76 años...
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Luis Gallardo Villalobos27 de agosto de 2019, 08:19
Gran publicación, felicidades
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CARTÁCYRVS6 de septiembre de 2019, 11:36
Gracias por el enorme trabajo de investigación histórica.
Por favor, no deje de seguir haciéndolo.
Reciba cordiales abrazos.
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kikmark12 de septiembre de 2019, 23:10
Estados Unidos siempre está en la oscuridad para lograr sus objetivos , tal como el ingreso a la Guerra entre España y Cuba , ingreso a primera Guerra Mundial , Guerra de Vietnam , entre otras . Como la creación de las Dictaduras en Latinoamérica con su Escuela de las Américas . Hasta cuando Chile será su satélite ?
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kikmark12 de septiembre de 2019, 23:19
Hasta cuándo le creen a Estados Unidos y a su Latinoamérica y el mundo , como su intervención en la guerra entre España y Cuba , donde , a través de una mentira , interviene y se apodera de posesiones españolas , interviniendo en Cuba con la enmienda PLatt , luego hará lo mismo en Vietnam , creará la Escuela de las Américas para llenar a nuestro continente de Dictaduras , con otro pretexto y mentira entrará en la guerra de Vietnam , las Armas de destrucción masiva en Irak , etc , etc , etc