JOSÉ MIGUEL CARRERA Y SU VISIÓN NAVAL: UNA ESCUADRA CHILENA ANTERIOR A LA "PRIMERA" Y LA NEGACIÓN DE SU VALOR HISTÓRICO
"La Primera Escuadra Nacional" (que no fue tan "primera"), zarpando
en el conocido cuadro de Thomas Somerscales. Se observan los buques
"San Martín", "Lautaro", "Araucano" y la "Chacabuco" (atrás a la
derecha, que sería el ex "Clifton" de Carrera).
Para algunos, se ha vuelto un cliché ya repetir que la historia no
siempre es tan definitiva y categórica como el consenso lo
establece. Sin embargo, fuera de enfoques revelacionistas o
mesiánicos, hay ocasiones en que la sentencia aplica bastante bien,
especialmente cuando están a la vista las razones para ponerla en
duda y, sin embargo, pocos lo hacen.
La Armada de Chile se considera a sí misma fundada en 1817, en el
Gobierno de don Bernardo O'Higgins Riquelme y con la preparación de
la Primera Escuadra Nacional que, no mucho después, iba a zarpar
mejorada y aumentada a Perú para librar la lucha que le daría la
Independencia al ex Virreinato. o obstante, al revisar sus
antecedentes, puede verificarse la existencia de unidades y de casos
de oficialidad que se remontan al período de la Patria Vieja
(1810-1814), de modo que estamos ante una inconsistencia cronológica
que pocas veces es explicada.
La razón de este remolino nos parece sencilla: se ha pasado por
alto, ya sea en forma inocente o ignominiosa, la importancia
fundamental que tuvo el General José Miguel Carrera en el
establecimiento de una fuerza de mar durante el proceso de
Independencia de Chile y de América. No una, sino dos flotillas
parecen ser el verdadero antecedente germinal de la Armada de Chile
y de la Primera Escuadra Nacional, identificada con la muy posterior
creada ya en la Patria Nueva.
Aquí expondremos alguna información relativa a esta curiosa e
intrigante cuestión. Diríamos también, que sólo en tiempos recientes
ha comenzado a ser tibiamente revisado este asunto por algunos de
los profesionales de la historia, con un cambio de enfoque más que
el aporte de conocimientos realmente nuevos o diferentes a los que
han estados siempre disponibles.
EL CAPITÁN TORTEL Y LAS FECHAS QUE NO CALZAN
El marino de origen francés Juan José Tortel Maschet, es otro
ilustre olvidado de la historia de Chile, a pesar de figurar como un
antecedente y uno de los puntos de partida de la historia de la
Marina de Guerra en Chile, pues fue designado Comandante interino de
la misma en Valparaíso, el 15 de octubre de 1817, en la génesis de
fuerza naval chilena de la Patria Nueva.
Hay algo que resulta extraño en la revisión de las fechas, sin
embargo: a la sazón, Tortel ya era considerado en Chile el primer
marino y primer Capitán de Puerto, con nombramiento oficial de una
institución que, se supone, aún no nacía. Esto había tenido lugar el
14 de abril de 1813, como reconocimiento de la Junta de Gobierno a
su compromiso y lealtad con la causa patriota en plena Patria Vieja,
otorgándosele el grado de Teniente de Navío de la Marina de Chile y
poniendo a su disposición la jefatura marítima. Ese mismo día,
además, se designó a Samuel Burr Johnston como Teniente de Fragata,
con los honores y atribuciones correspondientes.
¿Existía la institución como tal, entonces, si ya tenía a su primer
oficial? ¿Cómo es posible que se hallen claros antecedentes de que
ya había un cuerpo institucional de la Marina de Guerra proveniente
de plena Patria Vieja, si esa misma rama naval se estima fundada
después de la Reconquista Española y de la decisiva Batalla de
Chacabuco en 1817?
Cabe recordar que Chile casi no tenía comercio marítimo de gran
distancia en 1810, al iniciarse su proceso emancipador. La falta de
visión marítima se reflejaba en un plan de defensa presentado ese
mismo año, que Donald E. Worcester describe en "El poder naval y la
Independencia de Chile" como viciado "por una serie de conceptos
erróneos" carentes de real visión estratégica sobre mares, islas
y costas. Empero, de todos modos quedaría claro, a la larga, que la
marina iba a ser un elemento de vital importancia para las guerras
de Independencia, como lo observara con énfasis Luis Langlois en su
"Influencia del poder naval en la historia de Chile, desde 1810 a
1910".
Don José Miguel Carrera, con su visión preclara y anticipadora, fue
capaz de advertir temprano esta necesidad, como demostraremos. Ya
desde los primeros meses de 1813, venía proponiendo la adquisición e
implementación de dos buques a la Junta, siendo escasamente
secundado en este propósito desde allí en adelante.
Sucedió que ese mismo año, y nuevamente por una iniciativa suya, se
había creado ya una Escuela de Pilotines destinada a formar a los
primeros grumetes y oficiales navales chilenos, encargándole la
tarea al mencionado Capitán Tortel, y a sus colegas Samuel Burr y a
Monson. Actuaron bajo mando del Gobernador de Puerto de Valparaíso,
Brigadier Francisco de la Lastra. También verán la luz en esos
meses, las Ordenanzas de la Marina de Guerra y un Reglamento de
Uniformes Navales, poniendo en relieve que la institución de la
Armada de Chile, de alguna manera, ya existe de manera germinal en
este prolífico periodo en que se cimentará también la identidad
republicana.
Junto a estas provisiones, Carrera había hecho una urgente
advertencia a la Junta Provisional de Gobierno: la amenaza de la
flota española a cargo del Brigadier Antonio Pareja, sólo podía ser
respondida con una fuerza de mar propia para Chile. El territorio
controlado por los patriotas, pues, estaba atrapado entre el
Virreinato de Perú y las guarniciones realistas en Valdivia y
Chiloé, por lo que resultaba fundamental para el proyecto libertario
que estas últimas no fuesen abastecidas por los realistas desde el
Callao, además de contrarrestar el peligro de los desembarcos
enemigos en las costas y los bloqueos.
Esto sucedía antes de que Tortel debiese salir al exilio a Mendoza
siquiera, con la derrota de los patriotas en Rancagua en octubre de
1814, período en que José de San Martín los designó instructor de
artilleros. Sólo cuando el francés regresó a Chile ostentando aún su
rango, recibió el mando de una flota compuesta por cuatro navíos:
los navíos "Águila", "Araucano", "Rambler" y "María Isabel", en
julio de 1817, destinados a evitar exitosamente los bloqueos a
Valparaíso y Talcahuano. También asume como Gobernador Marítimo de
Valparaíso y después como Comandante de la Marina.
Cuando el Almirante Lord Thomas Cochrane zarpó con la Expedición
Libertadora del Perú el 20 de agosto de 1820, Tortel quedaría
encargado de proteger el territorio Sur al mando de la corbeta
"Chacabuco", especialmente en la proximidad de los bastiones
enemigos en Valdivia y Chiloé. Veremos más abajo que esta nave
provenía, precisamente, de una escuadra anterior a la que se
considera tozudamente como la "primera".
Hoy, una comuna aisenina ubicada en la Provincia de Capitán Prat,
recuerda con su nombre al marino francés Tortel.
LA PRIMERA FLOTILLA DE 1813
La Junta comprendió la situación y, sin perder tiempo, decidió
adquirir los dos primeros navíos de la historia de la Armada de
Chile, por decreto del 22 de abril de 1813, encargándole las
operaciones al propio Tortel, supervisadas por Lastra y de acuerdo a
las instrucciones dejadas por Carrera. La Casa de Moneda de Santiago
iba a confeccionar los proyectiles para sus cañones de ambos buques
y la tripulación se hizo reclutando personal nacional y extranjero,
en plazos exageradamente breves y con criterios de selección de
personal cercanos a ser nulos.
Ya en ese mes de abril, además, comenzaba a tomar cuerpo una idea
que muchos creen equivocadamente nacida recién en el exilio en
Mendoza: la de llevar adelante una campaña conjunta entre Chile,
Argentina y Perú, pretensión inconcebible sin una expectativa de
establecer poderes navales.
Los dos navíos incorporados a la naciente fuerza de mar chilena
eran:
-
El bergantín "Potrillo", ex "USS Colt": fue un navío botado al agua en el año 1812, armado en los Estados Unidos, que desplazaba 260 toneladas. Su comandante era el capitán norteamericano Edward Barnewall. Por un mismo decreto, fue comprado y armado con 10 cañones cortos de 9 libras, 8 cañones largos de 12 libras, 2 cañones de 6 libras y 2 pedreros antiabordajes. Comprado en $16.000, al parecer fue cronológicamente el segundo en enarbolar bandera chilena. Tenía capacidades para una tripulación de 30 hombres, dos palos, mesana con vela cuadrada y trinquete con vela cangrejera. Podía desplazarse a vela y a remos, resultando bastante maniobrable. Habría sido el representante estadounidense en Chile y gran amigo de Carrera, Mr. Joel Roberts Poinsett, quien había sugerido esta adquisición.
-
La fragata "Perla": segunda en llegar, fue una nave del año 1811, construida muy posiblemente en Baltimore, Estados Unidos, tomada por Chile en régimen de arriendo. Su armamento era de 2 cañones de 24 libras, 22 cañones de 12 libras. Se destinó como comandante al Capitán Vicente Barba. Fue armada contra reloj por Tortel y sus asistentes, y sus artillería había sido tomada de la corbeta portuguesa "San José de la Fama" que estaba en Valparaíso esperando una carga trigo cuando se le requisó dada la urgencia que se vivía, lo que significó un enfrentamiento diplomático con el Reino de Portugal velozmente resuelto con el pago de indemnizaciones a los afectados. Al parecer, fue la primera nave formalmente incorporada a la Marina de Guerra en Chile y también la primera con la bandera nacional, correspondiente al estandarte de la Patria Vieja.
Las Actas del Cabildo de Santiago del 5 de abril de 1813, redactadas
a instancias de Carrera, habían pedido proponer al Gobernador de
Valparaíso armar prontamente ambas naves "con el objeto de bloquear
a Talcahuano para embarazar a nuestros enemigos los auxilios y
refuerzos que le puedan mandar de Chiloé y Lima". La urgencia era
hacer frente a la fragata "Warren", de tripulación norteamericana
pero al servicio español con patente de corso, que bloqueaba el
puerto de Valparaíso. Las urgencias incluían, también, el bloqueo
del puerto de Talcahuano, ocupado aún por fuerzas hostiles a los
patriotas.
No estuvo exento de problemas el arribo de los navíos a puertos
chilenos. Cuando el "Potrillo" apareció en Coquimbo, con bandera de
los Estados Unidos, una fragata al servicio del virreinato peruano
llamada "Bretaña" intuyó su objetivo y la persiguió hasta que recaló
en La Herradura, acto que fue considerado un asunto agravioso y
lindante en un incidente diplomático.
Entre los oficiales de su tripulación estaban Francisco Lastarria,
José Rodríguez, el Padre Aymar, Vicente Guzmán, José Manuel Molina y
Luis Ovalle. Muchos de los reclutados serían norteamericanos y
trabajadores portuarios, incorporados con muy poca selectividad por
los plazos que eligió el inexperto Lastra, como hemos dicho, algo
que pesaría casi de inmediato: infelizmente, las dos naves que
conformaron la primera flotilla de guerra chilena, fueron tomadas
por traidores dirigidos por un italiano llamado Carlos Antonio Magi
y puestas al servicio del enemigo, a poco de iniciar sus servicios
en Valparaíso. Habían sido comprados por comerciantes españoles
comprometidos en alma e intereses a la causa realista, logrando
complicidad especialmente de los extranjeros y de un grupo de ex
tripulantes portugueses del "San José de la Fama", que iniciaron el
amotinamiento.
Así las cosas, tras una misa en la cubierta de la "Perla" y salir a
la lid, esta nave se unió casi de inmediato a la fragata "Warren"
que debía combatir en el puerto aquel 2 de mayo de 1813, arriando
bandera chilena y cambiándola por la española ante el asombro de
todos los porteños que miraban desde los cerros expectantes del
combate. Entre ambas, dispararon al "Potrillo" capturando la nave
con Burr Johnston, su tripulación y todo. Seguidamente, las tres
partieron hacia el Callao y fueron a parar a manos de los mismos
corsarios españoles que bloqueaban Valparaíso. Magi, en su traición
inmunda, hizo apresar personalmente al depuesto Capitán Barba,
poniéndole la pistola en el pecho. El escabroso acontecimiento es
descrito con gran detalle por autores como Worcester.
Muchos de los detenidos en la calaverada fueron liberados gracias a
una intervención del Capitán Monson en Lima, regresando a Chile en
la nave "Hope".
Los patriotas vengaron la pérdida de manera curiosa: ese mismo mes,
recuperaron Concepción y Talcahuano, capturando al buque-prisión
realista "San José", pero escapándoseles el "Bretaña". Astutamente,
dejaron izada la bandera española en el puerto y así, el 7 de junio,
llegó confiada la fragata española "Thomas", que traía dinero y
municiones para para las guarniciones, siendo capturada al día
siguiente por lanchas cañoneras dirigidas por Ramón Freire y Nicolás
García. Esto está bien descrito en el trabajo "Memoria sobre la
primera Escuadra Nacional: leída en la sesión pública de la
Universidad de Chile el 11 de octubre de 1846", de Antonio García
Reyes. Empero, jamás se ha sabido con certeza qué pasó con ambas
naves y por qué no aparecen después en la fuerza chilena.
Sí es un hecho que, en agosto, el "Protrillo" con bandera española
inició una rebelión en Arauco, que hizo perder el control patriota
de la zona; y para febrero del año siguiente, el buque participaba
con la corbeta "Sebastiana" en el desembarco español en el mismo
puerto, provocando así otro gran retroceso para los chilenos y una
de las razones para justificar, más tarde, la firma del indecoroso
Tratado de Lircay, no ratificado por el Virrey José Fernando de
Abascal y al que los Carrera no tardaron en rebelarse. No hubo naves
patriotas para hacerle frente a los realistas en todo este período
en que siguieron escalando hacia el Norte, antes de derrotar a los
patriotas en Rancagua a consecuencia de estos mismos retrocesos,
como lo advierten autores como el Brigadier Cristián Soro Encalada
en su artículo "José Miguel Carrera, príncipe de nuestro mar", de
una edición de 2008 de la "Revista de Marina" de Chile.
De estas urgencias y traspiés se explicaba también la mencionada
designación de Tortel como oficial de la Marina de Guerra, por
Lastra: el francés actuó como primer corsario de Chile contra las
fuerzas españolas durante ese año de 1814, ostentando su condición
de primer oficial de la Marina de Guerra. Para estas acciones,
dispuso y armó dos goletas de su propiedad para incorporarlas en la
causa independentista: la "Mercedes" y el "Poción", con la que
defendió Valparaíso.
Por su lado, desde marzo de 1813 el Capitán de Navío David Porter
cumplía órdenes de su patria por aguas del Pacífico, en la fragata
estadounidense "Essex", para dar captura a las unidades balleneras
británicas que operaban en estas regiones, capturando de paso
algunos buques de piratas peruanos. Gran Bretaña reaccionó enviando
a Valparaíso una flota de guerra, que hizo caer al "Essex" en marzo
de 1814.
Tras ser utilizados como naves de control y abastecimiento durante
todo el tiempo de la Reconquista, la "Perla" y el "Potrillo" serían
recuperados por los patriotas, al volver del exilio en Mendoza. La
"Perla" cayó el 8 de octubre de 1817, atrapada por la Marina de
Guerra cerca de Valparaíso justo cuando llevaba abastecimientos para
los fuertes realistas de Valdivia y Chiloé. Los españoles habían
reforzado sus cañones, pero el estado de su casco era tal que no se
la volvió a utilizar hasta 1820, cuando cumplió servicios de
transporte al mando de Guillermo Simpson, en flota de la Expedición
Libertadora del Perú.
El "Potrillo", por su parte, fue recuperado el 20 de enero de 1820
por la fragata "O'Higgins" en Corral, por acción del mismo Lord
Cochrane, justo cuando transportaba sueldos y víveres para la
guarnición enemiga en Valdivia. Había sido armado con 18 cañones por
los realistas, y ahora los patriotas lo usarían como buque de enlace
y luego también transporte en la expedición a Perú, al mando de
Eduardo Brown. Tras estos servicios, regresó a Valparaíso, donde fue
desarmado y vendido a la Marina Mercante, perdiéndosele desde allí
la huella.
Bajo el seudónimo Nautilus, el oficial de la Armada de Chile
don Carlos MacKenney, comentaba en su "Episodios Navales Chilenos"
sobre estos dos históricos y pioneros navíos chilenos: "Ésa fue
nuestra primera fuerza naval, al mando del Comandante chileno
Vicente Barba; naciente flotilla al tope de cuyos mástiles flameaban
el tricolor azul, blanco y amarillo de la Patria Vieja".
NOMBRAMIENTO DE JUAN JOSÉ TORTEL COMO TENIENTE DE
NAVÍO Y JEFE DE LA MARINA EN 1813:
"Despacho de Teniente de Navío de la Marina de Chile
a favor de don Juan José Tortel.- El Rey, y por su
cautiverio, la Junta Representativa de la Soberanía
de Chile, etc.
Por cuento atendiendo al mérito, circunstancias
notorias, idoneidad y patriotismo decidido por la
causa santa de la libertad chilena de don Juan José
Tortel, ha venido en conferirle el empleo de
Teniente de Navío con la dotación señalada por
Reglamento.
Por tanto, manda al gobernador de la ciudad y puerto
de Valparaíso dé la orden conveniente para que sea
puesto en posesión, y que todos los individuos de la
Marina de este Reino le hayan y tengan por tal
Teniente de Navío, obedeciendo las órdenes del
servicio que les diere por escrito o de palabra, sin
réplica, ni dilación alguna, guardándole y
haciéndole guardar todas las honras, gracias,
preeminencias y exenciones que le corresponden y que
deben serle guardadas bien y cumplidamente que así
es la voluntad del Gobierno en virtud de este
Despacho, que le refrendará al Secretario de Guerra.
Dado en Santiago de Chile a 14 de abril de 1813.
Francisco Antonio Pérez
José Miguel Infante Mariano Egaña, Secretario".
NOMBRAMIENTO DE SAMUEL BURR JOHNSTON COMO TENIENTE
DE FRAGATA EN 1813:
"Título de Teniente de Fragata de la Marina de Chile
a favor de don Samuel B. Johnston. El Rey, y por su
cautiverio, la Junta Representativa de la Soberanía
de Chile, etc.
Por cuanto, atendiendo a la amplitud y mérito de don
Samuel B. Johnston, ha venido en conferirle el
empleo de Teniente de Fragata de la Marina de Chile
durante la guerra con la ciudad de Concepción y
aliadas. Por tanto, manda al Comandante de la
Escuadra dé la orden conveniente para que,
poniéndose en posesión, lo haga reconocer de los
oficiales y demás individuos de su dependencia; y a
los cabos mayores y menores, oficiales y soldados
del Ejército de este Reino lo hayan y tengan por tal
Teniente de Fragata, guardándole y haciéndole
guardar las honras, gracias, privilegios,
exenciones, que le son debidas, y deben serle
guardadas, bien y cumplidamente; y que tomándose
razón de este Despacho, se le forme asiento con el
sueldo designado por reglamento a los de su clase;
todo en virtud del presente, que se refrendará por
el Secretario de Gobierno y Guerra.
Dado en Santiago de Chile a 14 de abril de 1813.
Francisco Antonio Pérez
José Miguel Infante Agustín de Eyzaguirre Mariano Egaña, Secretario
Se tomó razón del Tribunal de Cuentas y esta
Tesorería General en 14 de dicho mes y año.
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Don José Miguel Carrera (1785-1821).
EL NOMBRAMIENTO DE JEWETT
Si los nombramientos de Tortel y Burr Johnston o la existencia de la
descrita primera flota no es suficiente para convencer a los
historiadores navales y militares de los verdaderos orígenes de la
Armada de Chile y de su Primera Escuadra, la evidencia incontestable
la dará el decreto de Carrera con el nombramiento del militar y
marino norteamericano al servicio de la causa patriota americana,
David Jewett, en la Jefatura de la Marina de Guerra de Chile, el 20
de septiembre de 1814.
La designación de Jewett en la Comandancia General es, pues, un acto
concreto de estructuración y definición del mando de la Marina de
Guerra del Estado de Chile, con el que Carrera aspiraba hacer
presencia en las costas de América desde el Callao hasta el
territorio austral. Esto resulta claro en el decreto de marras, al
asignarle jefatura "en posesión de la Armada, y a los oficiales,
obedeciendo las órdenes que les diéseis al servicio, por escrito y
de palabra, sin réplicas ni dilación alguna".
En otras palabras, aquél fue el establecimiento mismo del cuerpo
institucional en los orígenes de la Armada de Chile, además de
comprometer a Jewett en la lucha continental por la Independencia,
de la que sería un activo personaje en Chile, Brasil y Argentina.
Como se sabe, el marino norteamericano era cercano a la familia
Carrera y mantuvo después una relación con la mayor de los hermanos,
doña Javiera.
De alguna forma, lo dice el mismo Carrera, al dar algunas de sus
primeras instrucciones a Jewett y consideraciones en caso de
fracasar la defensa de Rancagua, expresadas en un documento
manuscrito que fue atesorado por el antiguo Presidente del Instituto
de Investigaciones Históricas General José Miguel Carrera, don
Eleazar Vergara H.:
Al dar a US. estas instrucciones no nos anima otra confianza
que los esfuerzos y sacrificios que ha de prestar US. para
nuestro país que, grato a sus servicios, será siempre un asilo
ventajoso para US., cuya persona respetarán como a uno de los
primeros agentes de su libertad e independencia.
Chile actualmente se halla en un estado bastante lamentable, al
que ha sido conducido por las facciones, egoísmo e ignorancia de
una porción de malos hombres que pudieron usurpar el gobierno
por unos pocos meses, en los que después de haber deshecho las
glorias del Estado, sellaron su ruina con unas horrorosas,
degradantes y viles capitulaciones que se han visto reforzado
por auxilios del Virrey de Lima, y aprovechándose de la perfidia
del General chileno que abandonó las posiciones respetables del
río Maule para atacar al Gobierno Supremo, se halla a 20 leguas
de la capital. El General chileno ha sido contenido y desde el 4
del presente mes nos esforzaremos de un modo poco común a
organizar y poner en Rancagua cuanta fuerza permita el país, y
nuestros pocos recursos para la guerra. Si la salvación de Chile
consiste en la pérdida de nuestra existencia, no la excusaremos.
Al recibir US. su despacho e instrucciones, el primer paso que
debe dar es buscar dos, tres o cuatro buques capaces de componer
parte de nuestra escuadra. Cuando US. haya acordado el modo de
conseguirlo y nos diga los costos que ocasionen, libraremos a
US. las cantidades necesarias. Despachos, oficiales y demás que
sea necesario para allanar su completo armamento. No repare US.
en los costos, asegúrese sí que la calidad de los buques sea lo
mejor posible.
Si la próxima acción decisiva de nuestras fuerzas sobre Rancagua
es desgraciada, es consiguiente la dominación momentánea de la
mayor parte del país por el enemigo. Si nos ayudan los chilenos
en momentos en que es absoluta la desorganización de todos los
ramos y en los que se ve muy abatido el espíritu público,
verificaremos nuestra retirada sobre Coquimbo, cuya provincia
presenta ventajas para la reorganización de fuerzas capaces de
continuar la guerra de vandalaje hasta que, mejorando las
circunstancias, podamos destruir a los piratas en línea. No
pudiendo conseguir nada de esto, nos retiraremos al primer
pueblo de las Provincias Unidas, nuestros íntimos aliados, para
rehacernos y volver con sus auxilios a una guerra que no
abandonaremos hasta conseguir nuestra justa independencia y
libertad.
Lamentablemente, esos negros nubarrones que ya visualizaba Carrera
sobre el cielo de la libertad chilena, lloverían a cántaros a partir
de la derrota patriota en Rancagua, desatando una peligrosa
tempestad sobre el romántico proyecto libertario de los patriotas.
NOMBRAMIENTO DE DAVID JEWETT COMO COMANDANTE EN JEFE
DE LA MARINA DEL ESTADO CHILENO EN 1814:
"El Gobierno de Chile que trabaja y se sacrifica por
su Independencia necesita poner en pie una Marina
que ponga a cubierto sus puertos, su comercio, de
los continuos insultos que experimenta por los
buques de guerra y corsarios españoles.
Por cuanto, atendiendo al honor y patriotismo, que
distinguen a vos, don David Jewett y a vuestros
méritos y servicios prestados en la heroica nación
de los Estados Unidos, nuestra amiga, he venido en
conferiros la comandancia de toda la Marina del
Estado, con el grado de Coronel, que os corresponde
en el Ejército.
Por tanto, ordeno y mando que se os ponga en
posesión de la Armada, y a los oficiales,
obedeciendo las órdenes que les diéseis al servicio,
por escrito y de palabra, sin réplicas ni dilación
alguna; y que así ellos, como los demás cabos
mayores y menores, oficiales y soldados de los
ejércitos del Estado os hayan y tenga por tal
comandante en jefe, guardándoos y haciéndoos guardar
las horas y preeminencias, y exención que os tocan y
deben ser guardadas. Gozaréis del sueldo a vuestro
empleo en el último reglamento. Para todo lo que
hago expedir el presente despacho sellado con ello
de las armas del Estado y refrendado por el
Secretario de Guerra, del que se tomará razón en las
oficinas que corresponda.
Dado en el Palacio de Gobierno de Santiago de Chile,
a veinte de septiembre de 1814.
José Miguel CARRERA
|
A la sazón, sin embargo, no marchaba bien la causa emancipadora
americana: en el breve tiempo transcurrido entre 1814 a 1816,
América Latina no vio más que retrocesos en la lucha por la
Independencia, con la derrota chilena de Rancagua, el aplastamiento
del intento de rebelión del Cuzco, la expulsión del ejército
argentino en Alto Perú, la captura y ejecución de José María Morelos
en México, el exilio de Simón Bolívar y la destrucción de la Segunda
República de Venezuela. Necesariamente debían incorporarse nuevas
instancias de lucha a la cruzada continental.
Después de su ruptura total con O'Higgins tras el Desastre de
Rancagua de octubre de 1814, y viéndose en Mendoza apartado por José
de San Martín y los demás lautarinos de la causa patriota, hay un
momento en el que Carrera comienza a forjar para sí la idea de que
debía tomarse un camino diferente en la urgencia de asegurar el
futuro de la Independencia, priorizando el mar. Los hechos
históricos demostrarían que éste era el enfoque correcto.
Los hermanos Carrera marcharon con un grupo de leales exiliados
hasta Buenos Aires. Allá, sin embargo, la presencia de don José
Miguel no fue vista de mejor manera. Las redes de la Logia de los
Caballeros Racionales de Cádiz, o Lautaro, llegaban a todas partes.
Halló apoyo amistoso de marinos extranjeros, principalmente ingleses
e irlandeses que lograron obtener patentes de corso del gobierno
argentino y del mismo Carrera, pues aún mantenía el título de
Gobernante de Chile en exilio. También lo acompañaban algunos amigos
partidarios de su liderazgo.
Entre junio y noviembre de 1815, se planifica la célebre expedición
compuesta por extranjeros, británicos en su mayoría, y algunos y
chilenos y carrerinos, todos al mando del entonces Coronel de Marina
don Guillermo Brown. Su objetivo era hostilizar a los realistas en
el Pacífico y liberar a los prisioneros chilenos recluidos en Juan
Fernández. No hay plena certeza de que Carrera participara de la
gestación de este plan, pero sí está confirmada la actuación de
chilenos afines a su persona. Cuatro eran los buques de esta
aventura:
-
La goleta queche "Constitución" (conocida también como el "Uribe"), armada por el presbítero chileno Julián Uribe y con grandes sacrificios personales, tripulada principalmente por amigos suyos, al mando de Oliver Russell.
-
La fragata "Hércules", antes buque insignia de Brown y cedido a él por el gobierno argentino en reconocimiento a sus servicios en la campaña del estuario.
-
El bergantín "Trinidad" (a veces nombrado como el "Santísima Trinidad"), que quedó al mando de Miguel Brown, hermano del almirante.
-
El bergantín "Halcón", al mando de Hipólito Bouchard.
Contadas veces se destaca la participación chilena y carrerina en
esta expedición, en las fuerzas de desembarco de la misma,
especialmente en el caso del "Halcón". Esta infantería estaba
comandada también por chilenos: Manuel García, Pablo Vargas y Ramón
Freire. Además, entre los guardiamarinas iba Juan José Fontecilla,
el hermano menor de Mercedes Fontecilla y cuñado de José Miguel
Carrera. Todos los navíos llevaban la bandera argentina, salvo la
"Constitución", cuya tripulación era casi completamente chilena: no
usaba la enseña carrerina, sino una bandera negra, alusiva a la
guerra a muerte. Para interés de los indagadores, detalles
interesantes de los hombres a bordo del "Constitución" los aportan
investigadores como el guardiamarina e historiador argentino Luis
Fernando Furlán, en un artículo titulado "Preparativos navales y de
corso chilenos en Buenos Aires", publicada por la "Revista de
Marina" de Chile en 2004.
Y aunque esta aventura de la historia argentina es presentada
tradicionalmente como una hazaña a nombre de Buenos Aires, por la
presencia de su bandera recorriendo las aguas del Pacífico y
bloqueando a los realistas, cabe señalar que sólo un ciudadano
platense formaba parte en la planta de este equipo de intrépidos: un
joven de apellido Esponda.
La expedición contuvo el aire al pasar por el Cabo de Hornos,
enfrentando una terrible tormenta. Cuando llegaron a Isla Mocha, sin
embargo, descubrieron que la "Constitución" no los había alcanzado:
desapareció en la bravura de las aguas australes, con el gran
patriota el Padre Uribe ahora convertido en mártir de la lucha. Para
peor, los españoles se enteraron del paso de estas naves y el
Gobernador Casimiro Marcó del Pont reforzó la defensa de costas
frustrando el deseo patriota de hacer un ataque sorpresa. También
intentó dotar de capacidad de fuego a los barcos de la marina
mercante para enfrentar a Brown, aunque con escasa respuesta.
La flota marchó al Callao, dando captura a la nave española
"Gobernadora", el 11 de enero de 1816. Ese mismo mes abrió fuego
sobre la ciudad y sus buques, sin recibir demasiado de vuelta pues
se habían retirado cañones de defensa para artillar los navíos.
Brown pudo apoderarse así de la fragata "Consecuencia", con una
valiosa carga traída desde Cádiz.
Iba en la nave capturada el Gobernador de Guayaquil, quien informó a
los corsarios patriotas sobre las capacidad defensiva del golfo
ecuatoriano, tentándose estos en poner proa hacia este destino para
atacarlo levantando el bloqueo del Callao. Empero, la decisión fue
un desastre y casi le cuesta la carrera al exitoso Brown, pues el
"Trinidad" acabó encallado, viéndose obligado a la rendición. Sin
embargo, su tripulación negoció con los realistas el intercambio de
prisioneros que traían, quedando Brown libre, además de pagarse un
rescate por la "Gobernadora" y la "Candelaria", reteniendo los dos
barcos que quedaban de la flota original más la "Andaluz", una
goleta que se les había sumado.
Otro efecto de la expedición de Brown fue de orden comercial, pues,
cuando se supo de su llegada al Pacífico, la actividad de la marina
mercante fue restringida, tanto así que, en Valparaíso, se negaron
salida a 19 buques, provocando una reacción de los diputados
realistas chilenos donde reclamaban por "los males que esta clase
de aventuras causan". Esto generó una gran cantidad de comercio
ilegal, especialmente a Chiloé.
Para resguardar sus intereses, además, los realistas habían enviado
a Valparaíso los buques "Potrillo" -aún en sus manos- y la
"Venganza", en diciembre de 1816. Su temor no era sólo la
posibilidad de la llegada de una expedición de tierra, por el lado
de la cordillera y desde Argentina, sino una que atacara por las
costas, como lo había demostrado en gran medida esta expedición.
Incluso Marcó del Pont estaba alerta ante falsas noticias hechas
correr por San Martín para causar confusión entre los hispanos,
sobre el zarpe de supuestas flotas desde Buenos Aires para atacar
Talcahuano y San Vicente.
VIAJE DE CARRERA A ESTADOS UNIDOS
Convencido así de que la garantía de triunfo estaba en el mar,
gracias a experiencias como la de Brown (con quien siguió en
contacto), Carrera comienza a planificar la formación de una flota
chilena, para lo cual su esposa empeñará sus joyas obteniendo por
ellas $700 pesos.
Parte embarcado desde Buenos Aires el 9 de noviembre de 1816, rumbo
a Estados Unidos, llevando en su equipaje un documento de la Junta
de Gobierno de Chile (en exilio), y otro de la Gobernación de Buenos
Aires, en los que se le reconocía como plenipotenciario destinado a
obtener recursos y financiamiento para la lucha emancipadora.
Llega al puerto de Annapolis el 17 de enero de 1817, en pleno
invierno boreal y con las aguas escarchadas en el muelle. Al
desembarcar, escribe a su amigo el Cónsul Poinsett y al distinguido
Comodoro David Porter, de quienes recibirá asistencia en estos
primeros días, además de ser presentado a importantes autoridades
políticas norteamericanas, exiliados de las guerras napoleónicas y
altos personeros de la masonería. Porter era oficial y héroe de la
marina, ocupando el cargo de Ministerio de Marina en Washington.
En su diario de viaje va anotando toda esta odisea de casi un año en
los Estados Unidos, que el aventurero creía capaz de resolver en
sólo siete meses al momento iniciarla, según las cartas que envía a
Brown. Durante su ausencia nacerá la segunda de sus cuatro hijos, de
hecho.
Va aprendiendo el idioma inglés sobre la marcha, y haciéndose nuevas
amistades. Recorre puertos y ciudades como New York, Washington,
Huntington, Philadelfia, Baltimore, Boston; indaga sobre el sistema
federal, sobre las maestranzas y fábricas de armamentos, sobre
valores de navíos que aparecen a la venta y los créditos bancarios.
También colabora en diferentes diarios, ganando simpatías entre
veteranos y militares europeos que se ofrecen acompañarlo en el
esfuerzo de ir por la liberación de Chile. Lo mismo sucede con
jóvenes recién salidos de la Academia Naval de West Point, de
quienes recibe aliento, más no compromisos de apoyo.
Incluso es invitado por José Bonaparte a su proyecto de armar una
flota para liberar a Napoleón en la isla de Santa Elena, pero
Carrera sigue distraído en su misión. El ex rey le presenta también
al Mariscal Grouchy y a los generales Clauzel y Brayer del ejército
napoleónico. Carrera le escribe a Grouchy, el 28 de agosto,
revelando cierta simpatía en estos asuntos, que el prócer quería
usar para intentar reclutarlo en su cruzada:
Yo ruego a Ud. darme la satisfacción de verlo aquí cuanto
antes, para que perfeccione la obra que sólo Ud. ha podido
hacer. Casi afirmo que Ud. va a dar la libertad a nuestro Chile.
En este momento me estoy alegrando de la emigración de mi
mariscal. Sin él, yo perdía todas mis esperanzas. Estoy cierto
de que Ud. sabrá dispensarme la continuación de mis súplicas. No
puedo contener mis sentimientos en favor del suelo que nací; no
pararé hasta dejarlo libre de la dominación borbónica.
Grouchy le respondía el 6 de septiembre, con el seudónimo de
Edmundo Green, excusándose de participar en semejante apuesta:
Yo no iré a Baltimore sino después que la expedición de
(Francisco Javier) Mina haya partido. No quiero que los
agentes de los borbones en este país, hagan a sus amos
acusaciones en mi contra por haber tomado parte en asuntos que
no conozco. No iría sino en caso de que las promesas de Mr.
Suith no se realizaran, a fin de determinarlo, por la influencia
que puede tener sobre él, mi opinión sobre el éxito de una
empresa dirigida por vos, a secundaros con todos sus medios.
Adiós querido carrera, escribidme con puntualidad, y contad
sobre los sentimientos de particular aprecio y amistad sincera
que me habéis inspirado.
Conoce también al expresidente de la Unión Mr. Aaron Burr; hace
amistad con Thurlow Weed y Baptist Irving, editor del periódico "The
Columbian", y con el oficial de Marina H. Kennedy; se reencuentra a
la pasada con David Jewett, a quien había alcanzado a confiar la
comandancia de la naciente Armada de Chile poco antes del desastre
de Rancagua, como vimos. También ha establecido confianzas con el
almirante británico Cockburn, y los generales norteamericanos Ripley
y Miller. En New York conoce al gobernador electo Witt Clinton, y en
Washington se reúne con el alcalde James Blake.
Sus esfuerzos fueron tales que llegó a entrevistarse con el propio
Presidente James Madison el 26 de enero de 1816, gracias a la
intermediación de Porter, aunque su ayuda no pudo ser abierta por
estar Washington intentando la compra de la península de Florida a
España. También se entrevistará con el Secretario de Estado, Mr.
James Monroe, futuro Presidente.
Sin embargo, para mediados de 1816 aún no obtenía más que promesas,
incluso de prestamistas con los que entró en contacto gracias a
Poinsett, como unos de apellidos Asthor y Forbes, quienes estuvieron
al borde de financiar su empresa antes de apartarse y desconocer
súbitamente estos asuntos.

Un bergantín y una fragata, del siglo XIX.
LA ESCUADRA DE CARRERA DE 1816-1817
En estas andanzas, su amigo John Randall Shaw lo invita a militar en
la Logia Masónica San Juan, abriéndosele enormes puertas para su
proyecto entre los contactos que logra hacerse al seno de la
sociedad. Ese día, anota en su diario:
Sábado 24, a las 7 de la noche he sido recibido en la Logia San
Juan N. 1. Mi padrino Mr. Shaw me ha dado el tercer grado. Dejé
mi nombre de mi puño y letra en el libro.
En este ambiente, conoce al acaudalado empresario y cronista John
Stuart Skinner, propietario de periódicos y director del Servicio de
Correos de Baltimore. Luego de escuchar atentamente las intenciones
de Carrera, accedió a prestarle U$4.000 con interés del ciento por
ciento, para financiar el proyecto que le habían negado los
prestamistas cuando tenía el contrato ya casi firmado. El dinero
parecía caerle del cielo, pudiendo contratar con ello a varios
oficiales desplazados de las guerras europeas y a 19 artesanos que
incorporaría a su plan. Madison también lo habría ayudado
discretamente en esta operación, bajo cuerdas y para no afectar las
relaciones con España.
Por fin llega a un acuerdo con la compañía D'Arcy & Didier de
Baltimore. Don Benjamín Vicuña Mackenna aporta detalles de este
negocio en su obra "El Ostracismo de los Carrera": después de pactar
las condiciones en que sería equipado el primer navío, viaja a New
York con la intención de organizar la expedición militar y el
personal necesarios.
Enterado de la feliz marcha del proyecto, el ministro Porter no duda
en enviar sus felicitaciones a Carrera, escribiéndole estas
sorprendentes y reveladoras líneas, el 13 de septiembre, que podrían
estar entre las primeras declaraciones de los Estados Unidos
reconociendo la independencia de las naciones de Iberoamérica:
Espero ardientemente que en pocos años verá Ud. su patria tan
libre como la nuestra. Ud. tiene nuestros más cordiales deseos
en su favor, y nuestro auxilio en cuanto lo conciente nuestra
posición neutral. No somos tan pasivos como pudiera creerse de
vuestras operaciones, y seremos los primeros en reconocer la
independencia de la América Meridional cuando ella asuma por sí
misma su carácter de nación. Espero que la reunión del Congreso
conseguirá estos resultados y el gobierno regular y respetable
que él establezca bastará para unir todos los partidos y
concluir las disensiones.
Hasta aquí no hemos podido determinar hasta dónde debíamos
considerar establecido el Gobierno Supremo de la América del
Sur, si de Caracas, Cartagena, Montevideo o Buenos Aires. Varios
agentes nos han sido enviados, pero pronto hemos descubierto que
son los emisarios de un partido y no de los gobiernos. Los
esfuerzos que en el día se hacen proporcionarán al fin esa unión
y mutua inteligencia tan largo tiempo necesaria para vuestra
pronta emancipación, y el elevado carácter de las personas que
promueven estas empresas, nos da a conocer que están destinadas
a más altos fines que aquellos que hasta aquí han sido dirigidos
con el exclusivo objeto de una utilidad mercantil.
Así, después de haber llegado sin recursos, sin saber el idioma y
apoyando sus promesas y compromisos sólo por su palabra, en once
meses Carrera ha logrado armar una flota de guerra compuesta por los
siguientes navíos con perfecta capacidad para hacer frente a los
buques del Virreinato:
-
La corbeta "Clifton", de 490 toneladas y 28 cañones, contratada a la firma D'Arcy & Didier de Baltimore por escritura del 23 de noviembre de 1816. Fue armada por su cuenta y era su buque favorito, teniendo la intención de llamarle "Araucana", aunque veremos que fue rebautizado después como "Chacabuco".
-
El bergantín "Savage", contratado por el mismo acuerdo del "Clifton" a la D'Arcy & Didier.
-
La goleta o escuna "Davei", a veces llamada "Davy" en algunas fuentes. Pertenecía a la D'Arcy & Didier.
-
La corbeta "Regent", también de la D'Arcy & Didier.
-
La fragata "General Scott", el buque más poderoso del grupo, de 660 toneladas y 35 cañones, ofrecido por la Huguet & Tom de New York poco después del contrato de las cuatro naves anteriores.
El señalado contrato con D'Arcy & Didier, indicaba en su
texto:
Todas las operaciones militares de la Clifton sobre la costa de
Chile deben ser dirigidas por mí y con la bandera chilena. Los
80.000 pesos pagados por la Clifton es entendido en el caso de
que algún accidente retrase el envío de las cuentas pero mi
obligación es pagar un ciento por ciento sin incluir los gastos
de su tripulación.
En caso de que el Savage no pase en compañía de la Clifton a la
costa de Chile, se me darán mil o dos mil fusiles más, las seis
piezas de artillería volante, pólvora y plomo con las
correspondientes cartucheras para fusiles.
Otro contrato fue celebrado por Carrera con la compañía Durand, para
proveer a la flota de una gran cantidad de elementos entre los que
se cuentan 3.000 fusiles con bayoneta, 1.000 sables, 1.000 pares de
pistolas, además de municiones, proyectiles, pólvora, tercerolas,
libros (de aritmética, geometría, geografía y matemáticas),
instrumentos náuticos o meteorológicos, instrumentos musicales,
artículos de escritorio, papelería y una imprenta de seis prensas.
La mayor parte de este cargamento iría en el "Clifton" y el
"Savage".
CON BANDERA CHILENA
Innecesariamente leal aún al gobierno Buenos Aires, que le había
dado la espalda y maltratado, el 26 de octubre en los preparativos
de la expedición, Carrera había escrito desde Baltimore una carta
Director Supremo de las Provincias Unidas de la Plata y a la sazón
jefe de la Logia Lautarina, Juan Martín de Pueyrredón (a quien no
conocía aún personalmente), anunciando su zarpe y sus intenciones:
Casi en los momentos de dar la vela para volver a mi patria, se
me presenta la oportunidad de comunicar a V. E. de mi comisión
en estos Estados. El sobrecargo del bergantín conductor de ésta,
impondrá a V. E. detenidamente de mis determinaciones. Ojalá que
corresponda el éxito a mis deseos! El exaltado patriotismo con
el que un digno americano mira los progresos de esas provincias,
hace que salga un costoso cargamento de elegidas armas para que,
burlando la vigilancia de los enemigos que se cree bloquean
aquella costa, arribe al río de la Plata con tan útil auxilio.
Diariamente hace sacrificios dirigidos al mismo fin. Muy pronto
conocerá V. E. que los sudamericanos le somos deudores de una
eterna gratitud. Basta esta ingenua exposición para quedar
seguros del interés con que V. E. se dignará mirar el buen
resultado de sus especulaciones. Las dificultades que ofrecerán
los portugueses en la comunicación, si es que atacan ese país, y
la prontitud con que espero tener la satisfacción de recibir
personalmente órdenes de V. E., me obligan a reservar por ahora,
algunas noticias interesantes. Sin embargo, bajo de clave, digo
algo a mi hermano Luis, quien instruirá a V. E.
Ese mismo día, redacta también una interesante carta a su hermana
Javiera, que su tataranieta Paulina Irarrázaval de Cox reveló a
Fernando Campos Harriet para que la transcribiera en su biografía de
Carrera:
Existo aunque no con todas las satisfacciones que creerás. Será
muy grande la que espero al ver realizado mi plan, y mayor si
corresponden los resultados. Soy buen chileno, buen hermano,
buen amigo y muy sensible a... Luego voy a tener el gusto de
verlos; quizá llega el tiempo en que pueda serles útil.
Repasando su acuerdo de responsabilidades para dirigir la escuadra
del 23 de noviembre, Vicuña Mackenna sintetiza así los puntos que
Carrera ha establecido:
1°. La escuadrilla estaba a las órdenes absolutas de Carrera, y
todas las operaciones militares se ejecutarían bajo su inmediata
dirección y con el pabellón de Chile;
2°. La escuadrilla era libre de entrar a cualquier puerto que
Carrera designara;
3°. Ninguno de los buques podría hacer presas sin órdenes de
Carrera;
4°. En caso de ataque por cualquier bandera, la escuadrilla se
defendería militarmente;
5°. Carrera se comprometía a pagar sólo el 100 por 100 de todos
los valores primitivos que le eran confiados.
Preparado para salir desde el 25 de noviembre, Carrera zarpa el 4 de
diciembre de 1816 desde la Bahía de Chesapeake a bordo del
"Clifton", seguido después por el "Davey" y, un mes más tarde, por
el "Savage", mientras se esperaba que estuviesen listos el "Regent",
que debía llegar hacia inicios de febrero (se hallaba en un viaje de
rutina en Europa) y el "General Scott", que iba a ser el último en
ser despachado.
Bajo el pabellón de la Patria Vieja, le acompañan 30 oficiales
americanos, franceses e ingleses, entre ellos el general italiano
Giusseppe Rondizzoni y el general francés Jorge Beauchef, que jamás
se apartarían del compromiso con Chile ni de la causa republicana.
El General Miguel Brayer lidera a los oficiales a bordo. Vienen
también el comandante de escuadrón e ingeniero Alberto Bacler
D'Albe, Caballero de la Legión de Honor, al igual que el teniente
Widt. La lista de personajes a bordo del "Clifton" la publican,
entre otros, Diego Barros Arana en nota a pie de página de su
"Historia General de Chile", y documentos más modernos como el
artículo de Campos Harriet, por si quiere ser conocida con más
detención. Como las instrucciones y órdenes se impartían en
castellano, se armaron también cuatro grupos de aprendizaje a cargo
de Mariano Benavente, los capitanes Peña y Jordán, y el propio
Carrera.
Aunque algunas opiniones ponen en duda que estos navíos hayan
enarbolado la misma bandera chilena que había sido diseñada y
presentada por Carrera en 1812, hay fundadas razones para dar por
hecho que así fue, alguna vez comentadas por los fallecidos
investigadores carrerinos
Benjamín González Carrera y Emilio Alemparte Pino, entre otros,
luego de estudiar documentación relativa al caso.
Una de las principales sería el razonable interés de Estados Unidos
de no aparecer comprometiendo su bandera en la causa emancipadora
contra el Imperio Español: faltaban, pues, siete años para que
Estados Unidos proclamara su célebre Doctrina Monroe resumida en la
frase "América para los americanos", contra la intervención
de países europeos en el Nuevo Continente, aunque a la larga acabó
siendo motivo de rupturas y desconfianzas de toda Iberoamérica para
con el intervencionismo de Washington y su "selectividad" frente a
qué agresiones europeas reaccionar y cuáles no. Sin embargo, es un
hecho admitido por el propio Carrera en su posterior testamento de
Montevideo, que el gobierno de los Estados Unidos le tendió de
alguna manera la mano en este proyecto.
También es de la idea de que la flota iba con bandera chilena, la
autora argentina Beatriz Bragoni. Lo manifiesta en un reciente
trabajo titulado "José Miguel Carrera. Un revolucionario chileno en
el Río de la Plata", afirmando que navegaban bajo "el pabellón
tricolor que había enarbolado en Santiago durante la celebración del
aniversario de la independencia de las colonias inglesas en 1812".
No nos parece pertinente la opinión de que no puede ser considerada
una flota chilena por la escasez de miembros de esta nacionalidad:
bajo ese concepto, la revisada expedición de Brown no tendría
ninguna relación con la historia naval argentina, como oficialmente
es tomada, siendo incluso más asociable a Chile por el origen de
algunos de sus principales hombres. No es el caso, por supuesto.
Por las descritas razones, compartimos la conclusión de que ésta fue
la verdadera Primera Escuadra Chilena; o acaso la segunda si nos
ponemos más flexibles y aceptamos contar la flotilla del "Potrillo"
y la "Perla", que preferiríamos considerar sólo como antecedente,
dado su pequeño número de unidades.
A diferencia de lo que el consenso asegura sobre la flota que se
armó en la Patria Nueva señalándola como la primera, entonces, la
escuadra de Carrera sería la dignísima merecedora de tal título,
aunque la razón por la que suele negarse este hecho no se encuentra
tan oculta, según veremos.

Corbeta de guerra británica "Thetis", gemela del "Clifton"
(luego "Chacabuco") y la "Independencia". Grabado basado en
un dibujo de E. W. Cooke, Londres, 1828. Fuente imagen:
"Nace la marina de Chile... 1817-1818", de Javier Vargas
Guarategua ("Revista de Marina" N° 129, octubre de 2012).
LOGIA LAUTARO PREPARA EL GOLPE
Mientras aún navegaba el "Clifton" sucedió que, recibida la carta de
Carrera por el Gobierno de Buenos Aires, la alertas se prendieron de
inmediato entre los lautarinos y en el propio Pueyrredón: veían una
clara amenaza para el proyecto de acaparar la liberación de Chile y
Perú que estaban llevando adelante en esos mismos momentos con la
sumisión de O'Higgins. El regreso de Carrera a Chile y con semejante
equipo, no estaba considerado ni debía ser posible.
San Martín, en tanto, también se había enterado del logro del
chileno gracias al
guerrillero Manuel Rodríguez, por lo que dirigió un oficio a
Pueyrredón solicitándole impedir que los Carrera retornaran a Chile,
a lo que el Director Supremo del Plata le respondió que esa decisión
ya había sido tomada:
Aún antes de recibir el oficio de V. E. de 15 del pasado sobre
el embarazo que debe producirle la presencia de los Carrera en
Chile durante sus operaciones militares, tenía resuelto del
Director Supremo no se permitiese de modo alguno la traslación
de estos individuos a aquel reino.
Luego, en carta reservada, continúa discurriendo sobre su
pensamiento y sus preparativos para enfrentar la situación:
Para asegurare de toda responsabilidad en el intento de Ud. de
alejar a los Carrera, será de suma importancia que Ud. acumule
materias y me los remita en términos que justifiquen mi
conducta. Mientras yo mande, no se acercarán a Mendoza.
El destino de Chile, pues, estaba secuestrado ya en las manos de la
Logia, bajo el disfraz de una asistencia militar para la liberación
del yugo hispánico, como ha pasado a la historia.
Por otro lado, la idea de un Chile erigiéndose como potencia de las
nuevas repúblicas, haría naufragar las tentaciones de establecer un
gobierno tripartito en los países en conflicto con España, incluso
con controvertidas seducciones por establecer monarquías localistas
uniendo Argentina, Chile y Perú. Así, el asesor de San Martín y
Ministro de Guerra de Pueyrredón, el General Juan Florencio Terrada
(mismo que había intentado intrometerse en las cuestiones de Chile
durante toda la Patria Vieja), alerta a O'Higgins escribiéndole el
17 de enero de 1817, al mismo tiempo que informaba de la
"autorización" de Buenos Aires (!) para su nombramiento como
Director Supremo de Chile, si todo marchaba como San Martín
esperaba:
Carrera viene en una fragata norteamericana: vaya esta noticia
para que no todo sea alegría; mucho siento este accidente, por
lo que pueda influir en el desorden de su hermoso país.
Don Bernardo, lejos de sentir herida su conocida soberbia ante el
hecho de que tuviese que pasar por Buenos Aires el permiso para ser
Director Supremo de su propia patria, o que se impidiese llegar
hasta ella un enorme refuerzo marítimo como el que traía Carrera,
responde el 28 de enero desde el Paso los Patos en la cordillera, en
los siguientes términos donde se desentiende también de su
responsabilidad en el Desastre de Rancagua que puso fin a la Patria
Vieja:
En el conocimiento de la invariable opinión que Ud. siempre ha
sostenido sobre que la pérdida de Chile fue debida a la
ignorancia y debilidad, o a la corrupción y traición de los que
lo gobernaron desde septiembre de 1810 hasta el mismo mes de
1814, y conociendo igualmente la opinión que el calor de su
amistad le ha conducido a formar de mi carácter, no me sorprende
que haya influido a fin de que luego que pise el territorio de
Chile sea yo nombrado presidente de él, con entera y absoluta
independencia de ese gobierno. Los fundamentos sobre que su
gobierno ha decidido sobe esta materia reflejan tanto en su
honor como en el mío. La llegada de Carrera en estos críticos
momentos es una circunstancia que no puede halagar a Ud. como a
ningún patriota recto y juicioso que esté bien impuesto de su
conducta en Chile. No obstante, si la Divina Providencia fuese
servida de coronar al ejército libertador con la victoria, las
maquinaciones de ese hombre miserable no puede injuriar mucho en
un país donde es tan bien conocido, y por cuya traición el
pueblo chileno ha sufrido más de dos años la opresión española y
a que exclusivamente se deben atribuir sus humillaciones.
A todo esto, antes de llegar a Buenos Aires, Carrera que ya había
sido advertido de la salida del Ejército Libertador por la
cordillera gracias a un barco inglés con el que se encontró en la
ruta. Traía sus propias sospechas y dudas de lo que podía suceder en
el puerto.
LLEGADA DE LA FLOTA A BUENOS AIRES
Hay fragmentos de información interesantísimos sobre el episodio que
estaba por comenzar, dispersos por algunos trabajos como el de
Vicuña Mackenna, Barros Arana o los de Manuel Reyno Gutiérrez sobre
la biografía del prócer. Podemos encontrar uno de los pocos casos en
que han sido reunidos, en la clase magistral "Carrera y el Mar",
dada por Ana María Ried U. y Rodolfo Schmidlin, ambos del Instituto
Histórico José Miguel Carrera, en un encuentro de la Universidad de
las Américas durante 2015.
Sucedería que, ni bien tocó puerto con el "Clifton" en Buenos Aires,
el 5 de febrero de 1817 (8, según otras fuentes), las veladas
hostilidades devenidas después en ultrajes no se hicieron esperar.
Sin embargo, parece que algo intuía el prócer, llevándolo a
desconfiar de Pueyrredón en último minuto, quizás recordando sus
malas experiencias en Buenos Aires: en lugar de anclar, tuvo la
precaución de hacerlo en Ensenada, más al oriente del puerto
principal, dejando al "Clifton" a cargo del capitán Davey y del
General Brayer. Don José Miguel partió, entonces, a reunirse con sus
hermanos en la casa de doña Javiera, en Buenos Aires, donde vivía
sin holguras y con bastantes limitaciones.
Reunidos por primera vez en sus vidas hacia el día 10, Pueyrredón
intentó retener a Carrera tanto como fuera posible, para evitar que
viajara mientras no culminara la campaña en Chile. Probó primero
intentando adularlo, y después dilatando su permanencia. Hasta
cargos le ofreció durante esas reuniones, a los que su invitado se
opuso, justo cuando la "Davei" ya estaba llegado a puerto a reunirse
con el "Clifton".
La noticia del arribo de la "Davei" obligó al Director Supremo de
Buenos Aires a comenzar a quitarse la careta de anfitrión. Tiempo
después, en su "Manifiesto a los pueblos de Chile" (marzo de 1818),
Carrera comenta algo más extenso sobre su respuesta a Pueyrredón y
estos tensos días retenido en Buenos Aires.
También escribirá Carrera al propio Pueyrredón, luego de enterarse
de la victoria de Chacabuco ocurrida justo cuando su flota no
terminaba de arribar completa en Buenos Aires:
En vista de la gloriosa acción de Chacabuco, cambian las
circunstancias pero no la absoluta necesidad de dominar el
Pacífico. Adjunto a Usted la fuerza total de los buques, así
como las armas y relación de los oficiales y artesanos.
Sin embargo, como sentenciara Reyno Gutiérrez: "Por mucho que
fueran los deseos de don José Miguel Carrera de colaborar, el odio
que su actitud sembró en el corazón de O'Higgins y sus partidarios
le cerraba el paso a un entendimiento"... El encono de la Logia
Lautarina casi completa, agregaríamos por nuestra parte.
Algunos autores argentinos hablan de una misteriosa "sociedad"
formada por O'Higgins y San Martín para adquirir naves y pertrechos
para la Marina de Guerra, que podrían coincidir con éstas que iban a
ser vilmente usurpadas a Carrera. Lo cierto es que poco antes de
tomar su dura decisión contra los Carrera, Pueyrredón le escribe a
San Martín el 8 de marzo, incluso pidiendo una pensión de 3.000
pesos anuales para él, tal vez compadecido del daño que le había
inferido:
Existe en esta capital don José Miguel Carrera, perteneciente a
ese Estado, con sus hermanos don Juan José y don Luis, y a todos
por razones políticas he indicado la necesidad de no pasar a
esos pueblos, con lo que se han conformado. El primero ha hecho
recomendables servicios a su patria en los Estados Unidos, donde
ha negociado una expedición naval con destino a la reconquista
de ese reino, y hubiera llenado sus fines con probabilidad, en
el caso que nuestras fuerzas no se hubiesen anticipado. En la
actualidad puede ser útil a ese Estado y a la causa general, y
se ha desprendido generosamente de toda intervención en ella,
poniendo a disposición de este gobierno todos sus derechos. Sean
cuales fueren los motivos de disgusto que se hayan ofrecido en
el curso de la revolución, no se puede negar el mérito de su
constante resolución por la libertad, a que él ha consagrado
grandes esfuerzos, teniendo una parte no pequeña sus hermanos.
Su rango en la milicia en ese Estado es distinguido y el honor
patrio se interesa en que no se vean desvalidos y necesitados en
un país donde carecen de recursos para su subsistencia.
...La delicadeza del director de Chile está interesada en esta
medida, que no podrá ser menos de ser bien aceptada por la
opinión de los pueblos, haciéndoles conocer que se ha puesto
término a las antiguas discordias, preparando los caminos de una
dichosa reconciliación.
Por supuesto, Pueyrredón escribía desde el optimismo que inspiraba
estar convencido -como la mayoría de los chilenos y argentinos- de
que se había sellado el buen destino de la Independencia de Chile en
Chacabuco, ignorante de que la causa iba a tener un grave retroceso
en Talcahuano y después en Cancha Rayada, obligando a la apuesta
final de Maipú. Dilatación de la guerra que, de haber contado la
nación del Pacífico con la flota completa de Carrera, posiblemente
no hubiese sido necesaria.
La carta de marras fue enviada por un mensajero que encontró a San
Martín en Mendoza, mientras se hallaba de camino hacia Buenos Aires.
Al general le brillaron los ojos con el contenido de esta misiva, y
ese mismo día escribió a O'Higgins ofreciéndole los navíos de
Carrera como si fuesen propios, advirtiéndoles que podrían llegarle
en unos dos meses y si estaban bien estado.
Don Bernardo escribía después a Pueyrredón sin medir su ojeriza con
los Carrera, nuevamente obsesionado con desentenderse de la
responsabilidades del desastre de 1814, su gran mácula y estigma
personal:
La sagaz ambición de los carrera ha llevado a abrirse un
patrocinio en el gobierno de las Provincias Unidas,
sorprendiendo por la astucia y la tramoya de unos hombres que
deben ser proscritos como perversos, que, ocupados de la
dilapidación y tiranía doméstica, entregaron a Chile a la rabia
ferina de los españoles. Estos habitantes los detestan; y
blasfeman de su suerte y de la conducta del gobierno si
presintieran que había disposición a protegerlos... El honor de
Chile se empeña en su castigo antes que considerarles atributos
de que son indignos...
Aunque en su carta O'Higgins se allanaba a la pensión propuesta por
Pueyrredón "sólo por deferencia al gobierno aliado", ese
mismo día redacta otra violenta diatriba contra los Carrera dirigida
a San Martín, alegando por la pensión y asegurando que con ella
"entonces se autoriza el crimen, en tanto se premia al delincuente",
además de otras acusaciones que, por no corresponder a nuestro tema
central, dejaremos a la curiosidad indagatoria del lector, y también
a sus escrúpulos. "¡Si son delincuentes, castíguenseles!",
rugía allí por escrito, el mismo general cuya vida había sido
perdonada del fusilamiento sólo tres años antes por Carrera tras
derrotarlo en el Combate de Tres Acequias, o más exactamente, al
derrotarlo su hermano Luis, sin apartarlo siquiera del Ejército por
su insurrección.
En tanto, poco antes de caer detenido por el ladino Pueyrredón,
Carrera le había escrito a O'Higgins el 15 de marzo, creyendo quizás
que encontraría alguna clase de empatía de su parte, y desmintiendo
de paso la odiosa calumnia de que esta flota era prácticamente para
satisfacer sus ambiciones políticas personales:
Pueyrredón me ha comunicado su resolución definitiva de cortar
esta expedición...
...Persuadido de que es necesario ceder al imperio de las
circunstancias, tomé desde luego mi partido de ponerlo todo,
como lo hago, en conocimiento de V. E. para que determine lo que
fuese de su superior beneplácito. Entretanto, temiendo ver
deshecha o neutralizada la escuadrilla, no he omitido esforzar
la persuasión a fin de que este director influya en el
nombramiento de otra persona que ocupe mi lugar.
O'Higgins ni siquiera tuvo la dignidad de responder la carta de
Carrera.
Don José Miguel permaneció vigilado durante todos aquellos días en
Buenos Aires, como lo relata Antonio Zúñiga en "La Logia Lautaro y
la Independencia de América". Estos informantes mantenían muy al
tanto de sus pasos a Pueyrredón, quien seguía obcecado en que
Carrera se retirara de la causa y no zarpara a Chile con los buques.

Salón de la Cámara de Diputados del ex Congreso. La
Escuadra Nacional con bandera de la Patria Nueva, en la
pintura “Partida de la Expedición Libertadora del Perú”, de
Thomas Somerscales.
SABOTAJE Y APROPIACIÓN DE LOS BUQUES
Coincidentemente, tras haber zarpado el 2 de enero, el "Savage"
llegó con bandera chilena el 20 de marzo para unirse al "Clifton" y
el "Davei", cargando una gran cantidad de armas y pertrechos para
vender y repartir por costas chilenas. Sin embargo, al enterarse la
tripulación de que estaban retenidos, entraron en rebeldía y
comenzaron a amenazar con partir solos a costas del Pacífico, fieles
a los intereses e instrucciones que Carrera les había manifestado
antes de zarpar.
Comprendiendo así que no podía estirar por más tiempo la situación,
Pueyrredón se dispuso a resolver su posición apresando a los Carrera
y ordenando que las naves fueran requisadas de forma prepotente y
tiránica, sin compensación económica.
Sus agentes lograron encontrar el apoyo de un pérfido francés que no
costó sobornar: el ex general napoleónico Jean Joseph D’Auxion,
Barón de Lavaysse, a quien don José Miguel había sacado de la
miseria al hallarlo en los Estados Unidos, formando parte de la
expedición y hasta alojando con comodidad en la residencia de dona
Javiera Carrera desde que llegara a Buenos Aires. Ni siquiera se
necesitó una carnada muy valiosa para pagar su traición, motivada en
parte también por su arrepentimiento de haber confiado en este
proyecto: bastó con una propuesta de incorporación al Ejército de
Argentina.
Por otro lado, el vil Lavaysse había echado más leña al fuego
informando falsamente que Carrera estaba detrás de las amenazas del
"Savage" de partir a Chile; y no contento con su formidable felonía,
había enviado oprobiosas cartas a todos los contactos y benefactores
del proyecto del prócer en Estados Unidos, donde definía al general
chileno -que le daba sustento y alojamiento- como "el más
imprudente impostor, el más vil intrigante, el más bajo de los
traidores, pero al mismo tiempo, a Dios gracias, el más atolondrado
e indiscreto de los conspiradores". Cuando llegó esta larga
afrenta de tres carillas a Mr. Skinner, indignado la envió de vuelta
a Carrera para que se enterara de las deslealtades del sucio
personaje, en agosto de 1816... Cuando ya era demasiado tarde, por
desgracia.
La noche del 29 de marzo, finalmente, Pueyrredón ordenó apresar a
José Miguel y Juan José Carrera en a casa de doña Javiera, con tres
grupos de soldados. Ni siquiera se les explicó las razones de su
detención mientras eran llevados por separado a dos bergantines del
puerto. Luis también debía caer en manos de los captores, pero justo
esa noche había salido de casa y así pudo escapar. Don José Miguel
quedó recluido en el "Belén", aunque afortunadamente recibió buen
trato del capitán Manuel de Monteverde, el alférez Seguí y los demás
oficiales, quienes manifestaron estima por el ilustre prisionero.
"Carrera y sus hermanos no se moverán de aquí", prometería
Pueyrredón en una carta a San Martín.
Puede suponerse que este acto de piratería gubernamental jamás
habría sido realizado por Buenos Aires si la bandera de los navíos
hubiese sido estadounidense, lo que apoya el convencimiento de que
la escuadra necesariamente venían con bandera de Chile. Y aún si
hubiese sido con la de los Estados Unidos, cabría preguntarse
entonces por qué no hubo ninguna reacción de Washington a lo que
habría sido, en tal circunstancia, un flagrante e insolente agravio
a su bandera y a sus intereses.
La "Clifton", especialmente, fue un botín valiosísimo para Buenos
Aires, apropiándose también de los cargamentos de armas y obligando
a sus tripulantes y artesanos a dispersarse. Prueba de ello fue
posterior uso en la oficialmente reconocida como "primera" escuadra
de Chile, como veremos. El "Savage", en tanto, fue enviado Coquimbo,
acabando vendido su cargamento. Una completa relación de su viaje y
sus protagonistas la ofrece Eugenio Pereira Salas en su artículo
"Henry Hill. Comerciante, vice-cónsul y misionero", publicado en la
"Revista chilena de historia y geografía" N° 95 de julio-diciembre
de 1939.
Por su parte, informado de estos deslustrosos sucesos, el cónsul de
los Estados Unidos en Buenos Aires, Thomas Lloyd Halsey, le escribe
al Secretario de Estado y próximo Presidente James Monroe:
En vista de los éxitos de Chile, el Gobierno ha estimado
apropiado prohibir el zarpe del señor Carrera quien llegó aquí
procedente de Estados Unidos hace unos pocos días, con estos dos
navíos, teniendo a bordo muchos oficiales y artesanos franceses
y americanos... La división entre O'Higgins y Carrera fue la
causa de esta última determinación de Chile y como este gobierno
tomó partido por el grupo de O'Higgins que acompañó al Ejército
a Chile, indudablemente se consideró que el retorno de Carrera a
su país podría producir nuevas divisiones y desórdenes y
consecuencias similares.
En tanto, al cuarto día de presidio y tras intentar persuadir a
Pueyrredón de lo insensata que era su decisión, Carrera recibió la
inesperada visita de San Martín, recientemente arribado en la
capital del Plata. Muy poco compadecido de la situación del prócer,
el general argentino le explicó en términos generales las razones de
su cautiverio, ofreciéndole la pensión que se discutía darle y
recomendándole no regresar a Chile marchando a otro destino, pero
Carrera se negó. "No encuentro inconveniente alguno en que Usted
y sus hermanos regresen a Chile, porque O'Higgins y yo estamos
resueltos a ahorcar en media hora a aquel que trate de oponer
resistencia al gobierno", le advirtió San Martín, con una
amenaza que acabaría siendo profecía.
Pese a todo, Carrera fue liberado en esa jornada, pero al exigir a
Pueyrredón una reparación para los hombres que habían venido con él
en la flora, éste lo volvió a enviar al "Belén" en calidad de
detenido, poco después.
O'Higgins, por su parte, recibe una carta fechada el 18 de mayo por
San Martín, donde le dice sin ruborizarse por la tropelía que
cometía Pueyrredón:
Los Carrera no se han llevado ni un solo cuartillo, han llegado
de Buenos Aires los 400 sables de caballería y espero en el
Savage 700 más, así como otros artículos de guerra que nos son
necesarios.
Y cuando por fin arribó el "Savage" en el puerto coquimbano, poco
después, O'Higgins se apresuró a escribirle a Pueyrredón:
Me tiene con bastante cuidado la llegada del Savage a Coquimbo.
No conviene que el armamento ni la pólvora se compre a cuenta
del pueblo sino del Gobierno.
El 21 de agosto, O'Higgins le había escrito otra vez a San Martín,
desde Concepción, explicando las razones que darán impulso a la
siguiente escuadra. No parece coincidencia que esto suceda justo
durante los acontecimientos relatados:
Es de primera necesidad una marina (aunque cueste) armada de
pronto en Valparaíso; la de ellos (los realistas peruanos)
es despreciable por falta de marineros. Si llegasen a Valparaíso
los dos corsarios que Usted me dice en su última, sería
indudable el golpe a los cobardes marinos españoles.
Y después, el 9 de septiembre, contesta una carta de San Martín
escribiéndole algo que anticipa el preciso final que los hermanos
Carrera iban a tener:
Nada me extraña lo que Ud. me dice de los Carrera. Siempre me
han sido lo mismo y sólo variarán con la muerte. Mientras no la
reciban, fluctuará el país en incesantes convulsiones, porque es
siempre mayor el número de los malos que de los buenos. Si la
suerte ahora nos favorece en descubrir sus negros planes y en
asegurar sus personas, puede ser que en otra ocasión se canse la
fortuna. Un ejemplar castigo y pronto, es el único remedio que
puede cortar este grave mal. Desaparezcan de entre nosotros los
tres inicuos Carrera. Júzgueles y mueran, pues lo merecen más
que los mayores enemigos de la América. Arrójense sus secuaces a
países que no sean tan dignos como el nuestro, de ser libres.
Pero aún no era aún la hora de su venganza: don José Miguel había
escapado de sus captores en una nublada noche, al parecer ayudado
por Monteverde.
Además, los Carrera habían alcanzado a advertir por carta al capitán
del "General Scott" de lo que sucedía en Buenos Aires, por lo que el
buque recaló en Montevideo cuando llegó al final de la secuencia de
naves, eludiendo el peligro. No obstante, la desesperación del
encargado llevó a venderla en esos mismos días, pues el compromiso
de Carrera había sido pagar su compra de 200.000 pesos en Chile,
cosa que se veía cada vez menos posible.
Carrera inicia una vida clandestina en la misma ciudad oriental,
tomando la posta de la encarnizada lucha federalista contra la
hegemonía sofocante y centralista de Buenos Aires, hasta la muerte
de sus hermanos y la suya. Estaba escrito que nunca podría regresar
a su patria.
Unos meses después de estos oscuros acontecimientos, Porter le
escribe a Carrera a nombre de los Estados Unidos, en carta fechada
en Washington el 15 de noviembre de 1817:
Ud. es considerado en este país como el único campeón de las
libertades de Sud América sobre cuyos principios debo poner una
entera confianza, y el único que puede conducir la revolución a
un desenlace feliz y a una útil conducción política entre Sud
América y los Estados Unidos. La expedición por cuyo conducto
recibirá Ud. la presente puede decirse que ha sido originada en
las conferencias con Mr. Madison que tuve el honor de conseguir
a Ud.
¿UNA OMISIÓN HISTÓRICA? ¿UN ENCUBRIMIENTO?
Como si la tragedia no fuera suficiente, los costos de la expedición
desmantelada iban a ser cargados a la familia de Carrera, sumiéndola
en grandes problemas económicos y disputas que duraron años. Para peor, además, España había enviado durante en mayo de 1818 su flota 12 navíos
hacia Sudamérica, con valioso material militar destinado a sofocar los brotes de
independentismo. La noticia crisparía los ánimos y la predisposición al enfrentamiento entre los independentistas, quienes se vieron en la urgencia de armar una nueva escuadra.
En junio siguiente llegó a Chile una misión norteamericana
dirigida por Theodoric Bland para proponer al gobierno patriota un
tratado de paz y amistad, pero también se dispuso a cobrar la deuda
contraída por Carrera para su expedición. El Director Supremo,
O'Higgins, muy seguramente aconsejado de antemano por San Martín y
por Bernardo de Monteagudo (antes de su indecoroso escape a todo
galope hasta Mendoza tras el
dislate de Cancha Rayada, tan "maquillado" por sus apologistas), simplemente desconoció ante Bland el
hecho incontestable de que las armas, las municiones y los demás
equipos militares habían sido usados en la causa patriótica. Acto seguido, entonces, O'Higgins decretó que don Ignacio de la Carrera, padre
de los
hermanos Carrera y ex integrante de la Primera Junta Nacional de
Gobierno de 1810, pagara toda la deuda en un absurdo plazo de cuatro
días.
Como era obvio, don Ignacio protestó y quiso apelar, pero O'Higgins
ordenó después la incautación de todos sus bienes en la Hacienda San
Miguel de El Monte, incluidos los animales, con lo que pagó la deuda
y también las costas del juicio. Sus bienes ya habían estado
retenidos por los lautarinos para impedir que los empeñara en el
financiamiento de las campañas de sus hijos, por lo que esto fue
sólo la corona de espinas de su largo calvario.
Tan indignante como fue aquello, resulta el hecho de que se minimice -por
omisión o desconocimiento- el que al menos un barco de la flota
terminara siendo parte de la escuadra chilena que zarpó a Perú para
liberar al vecino país del yugo realista, a cargo de Lord Cochrane:
el "Clifton", con todo su cargamento y pertrechos, rebautizado como
"Chacabuco" para su nueva vida, "nombre que en aquel momento
simbolizaba la gloria de sus contrarios", en palabras de Vicuña
Mackenna. Fue dado de baja en Chile en 1826, regresando a Argentina
donde permaneció hasta ser desmantelado tiempo después. La mayoría
de las reseñas, sin embargo, indican que la nave fue "adquirida"
en 1817 o 1818, no detallando su verdadero origen.
Aparentemente, entonces, algunos historiadores militares o
especializados en el período de la Independencia, han preferido
pensar que navíos como el "Clifton" aparecieron de la nada para hacer frente al convoy naval español y partir a la
Expedición Libertadora de Perú. Repiten con esto, quizás, algunos juicios u omisiones impulsadas por
intelectuales como don Diego Barros Arana, quien no titubeó en
minimizar la figura de don José Miguel y su familia pasado de largo
por las situaciones más sombrías en el prontuario lautarino. Obraban
en las inclinaciones del escritor, posiblemente, el que su familia
fuera beneficiada con la caída de los Carrera y las decisiones de
O'Higgins, situación seguida de una controversia sobre la Hacienda
de El Monte que había arrendado don Ignacio de la Carrera a su
entonces amigo Diego Antonio Barros Fernández de Leiva, padre de
Barros Arana, poco antes de ser confiscada la propiedad. Muerto su
dueño, arruinado y destruido por la muerte y alejamiento forzado de
sus hijos, y retornada a Chile doña Javiera Carrera, esta inició un
extenso pleito judicial con Barros, proceso que le permitió la restitución
de la propiedad.
Así, si bien aborda la empresa del general en los Estados Unidos y
su hazaña de conseguir una escuadra para Chile -basándose
especialmente en los datos que reproduce Vicuña Mackenna y
reconociendo los esfuerzos del prócer-, Barros Arana no puede dejar
de manifestar sus alergias anticarrerinas y, en consecuencia,
tampoco resiste la tentación de pinchar con su pluma la importancia
y el potencial que tuvo semejante cruzada de la escuadra:
Pero estos, que en realidad no consistían más que en dos buques
imperfectamente armados, eran del todo inadecuados para cometer
una empresa militar, de tal suerte que aunque el gobierno de
Buenos Aires entró más tarde en posesión de ellos, no pudo
emplearlos sino como naves de carga. Carrera, sin embargo,
exagerándose la importancia de sus recursos, y creyendo contar
con otros buques más, mediaba una campaña que si se hubiera
llevado a efecto, habría fracasado lastimosamente.
...Carrera parecía no tener idea cabal de los recursos militares
de que entonces disponían los realistas de Chile.
Demás está comentar ante estas afirmaciones que, incluso con fuerzas
posiblemente menores, Brown ya había demostrado las capacidades de
una flota como esta a pesar de la visión peyorativa de Barros Arana.
Además, el historiador considera algo secundario el que la flota iba
a contar con otras tres unidades y que la más poderosa no llegó a
incorporarse precisamente para evitar el sabotaje lautarino. Para
peor, pasa por alto que estas naves se utilizó después en la causa
patriota desmintiendo su supuesta inutilidad.
Más allá llegará un gran o'higginiano e insigne hombre público como
Jorge Ibáñez Vergara, en su libro "O'Higgins, el Libertador", al
empeñarse en adivinar la sicología de don José Miguel bajo el prisma
de sus prejuicios anticarrerinos y justificando lo sucedido en Buenos
Aires:
La derrota del ejército realista en Chacabuco, resultó
frustrante para los proyectos de Carrera; pero para su tenacidad
no todo estaba perdido, y así quiso, de todos modos, emprender
la travesía por el Cabo de Hornos.
Pueyrredón sabía tan bien, como San Martín y O'Higgins, que el
propósito único, inmodificable, de Carrera sólo miraba a la
recuperación del poder en Chile y ser la cabeza del movimiento
emancipador. Mientras don José Miguel estaba seguro de llevar
exitosamente a la realidad este objetivo, las autoridades
argentinas y chilenas también lo estaban respecto de las
perturbaciones graves que, cuando menos, provocaría su
presencia en el país, haciendo más difícil la consolidación de
su libertad...
Sin embargo, mérito de un Barros Arana o de un Ibáñez Vergara es,
al menos, haber nombrado tales hechos históricos, porque hay casos
como el de don Carlos López Urrutia, quien ni siquiera toca a la
pasada a la flota carrerina en su "Breve historia naval de Chile", a
pesar de dedicarle un capítulo completo a la "primera" escuadra. Lo
mismo había hecho García Reyes en su época, a pesar de elaborar una
exposición más o menos exhaustiva del tema; y el erudito Nautilus,
en su libro de principales episodios navales; y así tantos, tantos
otros autores y textos que flotan ligeramente por el tema. Hasta
Francisco Antonio Encima, quien habla sin tapujos de esto como una
conspiración contra Carrera y que parecía disfrutar tanto el refutar
a Barros Arana, no se explaya demasiado en revisar y corregir las
afirmaciones del historiador o de sus émulos, en las páginas de su
"Historia de Chile" donde va sintetizando todos estos hechos.
Tiempo después, en su testamento político redactado en Montevideo el
25 de junio de 1819, José Miguel Carrera se refiere también a la
escuadra que le había sido robada, confirmando la ayuda secreta que
recibió de los Estados Unidos en la tarea de conseguirla:
La flotilla y demás auxilios conducidos de Estados Unidos para
libertar a Chile, mi patria, debe considerarse y fue la obra del
Presidente del Gobierno de aquel país y del general de sus tropa
al tiempo de la retirada de Mendoza: mi viaje a este objeto a
Estados Unidos fue de acuerdo con el vocal Orive, y con
consentimiento del Director de las provincias unidas don Ignacio
Álvarez quien me recomendó oficialmente al Presidente de aquella
nación el señor Madison. Habrían tenido efecto mis sacrificios y
Chile habría disfrutado ventajas incalculables, si mi expedición
no hubiese sido detenida y destruida por la arbitrariedad y
despotismo del Director Pueyrredón. En esta virtud y en la de
que las mismas contratas que celebré en Estados Unidos sobre la
expedición, acreditan no haber por mi parte responsabilidad
alguna, mando a mis albaceas y herederos no se mezclen en
gestiones que sobre dichos contratos ocurran, dejando que por sí
solos reclamen sus derechos los interesados cómo, cuándo y
contra quien vieren convenirles.
Fue el final de la historia de una escuadra que quizás habría dado a
Chile el papel definitivo en el equilibrio de fuerzas emancipadoras
del continente y un necesario frente de resistencia ante los eventuales intentos españoles de reconquista y sus acciones en mar, además de constituirse como la armada más poderosa
de la región durante aquel momento específico en las guerras de
independencia de América Latina.

Antigua lámina de "El Peneca", mostrando el zarpe del 20
de agosto de 1820.
LA "PRIMERA" ESCUADRA CHILENA
Luego de cumplida la toma de control de la mayor parte de Chile
arrebatándola a los españoles tras Chacabuco, vino la segunda
parte del proyecto emancipador: preparar la expedición al Virreinato
de Perú, para destruir al realismo en el corazón continental mismo.
Para este propósito y para asegurar la tranquilidad de las costas,
era urgente implementar una fuerza naval que la historiografía
reconocerá oficialmente como la Primera Escuadra Nacional, la misma
que exigía impaciente O'Higgins.
El general se empeñó en armar esta escuadra encargando la ardua tarea a
su Ministro de Guerra, don José Ignacio Zenteno, durante ese tenso año de 1817. Este proceso es el que la Armada de Chile reconoce
actualmente como el de su gestación institucional, además, minimizándose en
parte todo el largo esfuerzo y las experiencias previas que acá
hemos revisado. Resultarían de los negocios y adquisiciones las siguientes naves:
-
El bergantín "Águila": coincidió que, el 26 de febrero de ese año, los patriotas habían capturado un bergantín español llamado "Águila" ("Eagle", antes de caer en manos hispanas) luego de ponerle una trampa similar a la que unos años antes se había usado en Talcahuano, al izar banderas españolas en Valparaíso y hacerle creer que estaba en puerto seguro para atracar. Posteriormente, al navío de 26 cañones se le cambió el nombre por el de "Pueyrredón", paradójicamente homenajeando al mismo personaje que había privado a Chile de la mejor flota que pudo haber dispuesto antes de ésta, gracias a Carrera. Su función central como parte de la flota habría sido sólo de vigilancia en el puerto de zarpe, sin embargo. Naves posteriores que llevaron el nombre del "Águila" usan el lema "Naciste con la patria", recordando este origen. Su primera misión fue rescatar patriotas relegados en el Archipiélago de Juan Fernández, entre ellos el futuro Almirante Blanco Encalada.
-
El bergantín "Araucano": posteriormente, entre el 6 y 7 de abril, caería en manos de los patriotas el bergantín español "Carmelo", atrapado en el puerto de San Antonio donde había recalado. Se le cambió el nombre al de "Araucano" y se le armó con 6 carronadas, para que acompañara el "Águila" en la persecución de la corbeta española "Sebastiana", entre el 1 y 7 de julio. Sin embargo, su mal estado y problemas de mantención quedaron en evidencia, y debió ser dada de baja al poco tiempo.
-
La goleta "Fortunata": Zenteno ya había iniciado gestiones para adquirir nuevas naves de la escuadra que se le había encomendado. El 22 de septiembre de 1817, hizo que el gobierno comparara la goleta "Fortunata", construida los astilleros de Nueva Bilbao (Constitución).
-
La fragata "Lautaro": el agente de Chile en Londres, don José Antonio Álvarez Condarco, envió a Valparaíso la fragata inglesa "Windham" de 44 cañones, llegada al puerto el 5 de marzo de 1818 para ser adquirida, equipada y rebautizada "Lautaro", en lo que para algunos podría interpretarse como un explícito guiño a los vínculos de la Logia con Gran Bretaña. Después del triunfo de Maipú, el "Lautaro" participó con el "Águila" de las persecuciones a los buques realistas "Esmeralda", "Venganza" y "Pezuela", que habían sostenido el bloqueo de Valparaíso.
-
La fragata "San Martín": después, el 22 de mayo, llegaría al mismo puerto el "Cumberland", siendo adquirido durante el mes siguiente, y rebautizado "San Martín".
-
La corbeta "Chacabuco": al día siguiente arribó el "Chacabuco", proveniente desde Río de la Plata. El relato más repetido suele identificar este buque como una nave comprada por Chile en Valparaíso, hacia julio de 1818, tras llegar de Coquimbo. No obstante, investigadores clásicos como Vicuña Mackenna y autores contemporáneos como Schmidlin, Soro Encalada, Theodore S. Currier, Javier Vargas Guarategua, Virginia Vidal, Norberto Galasso y tantos otros, han informado innumerables veces que se trataba del "Clifton", que fuera cambiado de manos con patente de corso realizando operaciones en toda la costa americana del Pacífico, y rebautizado sucesivamente "Chacabuco", "Santa Rosa", "Coquimbo" y, finalmente, "Chacabuco" otra vez. Pese a todo, aún parece haber resistencias a declarar el origen de la "Chacabuco" en algunas fuentes y reseñas.
Al mismo tiempo, se avanzaba en el cuerpo institucional de la Marina
de Guerra: se crea la Comandancia General de Marina en octubre,
publicando el "Reglamento Provisional de Marina" en noviembre, con
los procedimientos de asignaciones de sueldos, grados y roles, e
implementándose un arsenal de guerra especial para la nueva escuadra
a inicios de diciembre. Para el año siguiente, se funda la Comisaría
de Guerra y Marina, en junio, creándose el Mando en Jefe de la
Flotilla dependiente del Ministro de Guerra y Marina, durante ese
mismo mes. A las pocas semanas, son formadas guarniciones de
infantería de marina y los artilleros navales, y se da el gran paso
de fundar la Academia de Guardiamarinas el 4 de agosto, base de la
posterior Escuela Naval.
La primera acción como escuadra y, por lo tanto, debut de la misma,
había tenido lugar tras conocerse de la salida desde Cádiz del mencionado convoy español con un valioso
cargamento destinado a la reconquista de los territorios. Eran 11 transportes escoltados por la
fragata "Reina María Isabel". Sobre estos asuntos, O'Higgins escribe desde Valparaíso a San
Martín, el 20 de septiembre de 1818:
El viernes 24 del presente darán vela de este puerto el navío
General San Martín, el Lautaro y la corbeta Chacabuco, y el
bergantín Pueyrredón, digo Araucano: el Pueyrredón queda
tripulándose y habilitándose; dentro de muy poco seguirá las
mismas aguas. Todo va al mando de don Manuel Blanco Encalada. La
mayor parte de los marineros son del país, por la escasez de
extranjeros.
La Primera Escuadra Nacional zarpa de Valparaíso el 9-10 de octubre de 1818 para hacer frente a
la caravana española, al mando del entonces
Capitán de Navío Manuel Blanco Encalada, primer Comandante General de la
Marina de Guerra. Cuatro de los señalados buques chilenos conforman esta
escuadra: el "San Martín" comandado por Guillermo Wilkinson; el
"Lautaro", capitaneado por Carlos Wooster; la "Chacabuco" por
Francisco Díaz; y el "Araucano", por Raimundo Morris. Sólo un tercio
de los marinos eran chilenos, seguidos de argentinos, mientras que
el resto eran europeos.
Los navíos derrotaron cerca de Talcahuano al "Reina María Isabel",
el 26 de octubre, apropiándose de varios de los transportes, regresando con los laureles de la victoria a Valparaíso el 17 de
noviembre. Contrastada con la poca previsión defensiva procurada por los hispanos para su flota, la estratégica acción de los locales fue tan exitosa que siete navíos capturados podían adjuntarse ahora a la flamante fuerza naval patriota. La tradición oral y las leyendas señalaban, además, que todos los héroes de esta expedición fueron premiados con un listón o cinta verde prendido sobre el hombro izquierdo, pero que las promesas de recompensas monetarias jamás se cumplieron, por lo que habría nacido así una frase: "hacer algo por las puras huinchas", para referirse a hacer algún sacrificio o labor totalmente gratis, según se lee en "Apuntes porteños: 450 años de Valparaíso", del ilustrador Lukas (Renzo Pecchenino).
Volviendo a los hechos históricos, pertenecerán a otro asunto ya los preparativos y operaciones de
la Escuadra Nacional hasta zapar con la Expedición Libertadora al
Perú, el 20 de agosto de 1820, con
bandera chilena de tres estrellas hacia el Virreinato, cuando ya
sumaba 8 buques y 17 transportes en su flota, entre los que ya
estaban adquiridos para armar la escuadra y otros que fueron capturados y adicionados en aquellos meses. Incluían en la flota al
"Potrillo", a la "Perla" y al ex "Clifton", símbolos de toda aquella
epopeya en los años embrionarios de la Armada de Chile, tan
escasamente considerados.
Entonces, quedan como antecedentes de aquella "primera" escuadra
reconocida por la historia todos los intentos expuestos en este
texto y, muy particularmente, la flota carrerina que se hizo
desaparecer de los mares y casi de la propia historia de la
Independencia de América.
Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarOmar13 de enero de 2019, 07:05
Excelente recopilación de fuentes. Mientras más me adentro en las fuentes originales de la época más aparece Carrera como un caballero y O'higgins como un bastardo.
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CFernandez26 de septiembre de 2019, 18:06
Que gran texto, lo devoré, muchas gracias.
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Unknown4 de febrero de 2022, 23:15
No hay muchas fuentes que se refieran a esto, y solo privilegio de iniciados, de lo que sabía lo suficiente pero sin grandes detalles. Buscaba una idea breve que resumir en una o dos líneas para colocar por detrás de mi nueva polera que por delante solo dirá "Carrerista". Muchas gracias. Edison Pérez