Mitin del Partido Obrero Socialista en calle Bolívar de Iquique, en
abril de 1913 (Imagen de los archivos del Museo Histórico Nacional).
Éste fue un antecedente del posterior Partido Comunista, pero
difícilmente podría tomárselo como el mismo partido en dos etapas de
su historia.
Nota: artículo del año 2012, trasladado hasta acá en 2022 sin actualizaciones ni adiciones.
El Partido Comunista de Chile (PCCh) puede tener muchas razones para
inflar el pecho en nuestra historia política: su contribución a los
movimientos sindicales, su participación en las luchas de los
derechos ciudadanos durante el siglo XX, el largo período en que
capitaneará e influirá en mucha de la actividad cultural nacional,
su subsistencia a prolongados períodos de proscripción y
persecución, sus mártires y caídos, etc. Sin embargo, su reciente
contrato y subordinación a ciertos ordenamientos del partidismo
político en tiempos de crisis de representatividad de fuerzas
-distribuidas en sólo dos conglomerados, además-, parece haber
llevado al PCCh a recurrir (por su bien) a ciertos efectismos y
truculencias con respecto a su propia historia.
Durante un breve período de acercamiento y simpatía al comunismo
chileno, en los años ochenta, me tocó asistir a una pequeña
ceremonia conmemorativa de estudiantes secundarios realizada un
caluroso día de diciembre, en el marco del inicio de las
celebraciones del aniversario 67° del entonces semi-clandestino
PCCh. Si mal no recuerdo, esto fue en la salita de una central
campesina llamada “El Surco”, cercana a mi liceo Manuel Barros
Borgoño en el sempiterno Barrio Matadero. Es este recuerdo,
precisamente, el que me inspira a pronunciarse sobre el PCCh a raíz
de los sendos eslóganes que se han oído hasta no hace muchos días
atrás, pudiendo sentirme inmune ya a los consabidos anatemas de
“fascista” que caen sobre cualquiera que ose cometer semejante
desacato a la corrección política en tiempos de irritaciones y
radicalismos de pensamiento.
Pues sí, leyeron bien el número y no hay errata de mi parte:
eran los 67 años que decía el PCCh iba a cumplir para ese verano
de 1989 que se aproximaba, algo imposible considerando que
ahora, en diciembre del año 2012, se celebraron los “100 años
de lucha” del mismo partido con un pomposo espectáculo en el
Estadio Nacional… El mismo lugar donde, hace 40 años, celebró
con festejos aún más grandes y masivos sus 50 años… Los números
y los años no coinciden, como puede observarse, y no cuesta
demasiado comprender por qué.
Como un ejercicio de desempolvar memorias personales y aprender
también a vivir con ellas, intentaré explicarme el meollo de este
extraño asunto matemático y cronológico, para no remitirme a la mera
y simple demostración de que la fecha de fundación del PCCh es otra,
cosa que no representa un gran desafío para nadie.
Y, como todo lo que escribo, esto lo redacto más para complacer mi
grafomanía que para tratar de convencer o rectificar a alguien, pues
ya tengo claro que los dogmas políticos que demandan obediencia (es
decir: todos), corren por un cableado telefónico bastante distinto
al del resto de la realidad.

"Estatutos del Partido Comunista de Chile", c. 1924.
ANTES DEL PC: EL PARTIDO OBRERO SOCIALISTA
Se debe ser categórico en aclarar de inmediato que el PC chileno fue
fundado a inicios de 1922, lo que confirma que su edad cronológica
es de 90 años y no 100, como pretenden asegurar ahora sus directores
y sentarlo como hecho a través de la reiteración y la propaganda
casi infantiles, parvularias. Más aún, su primer libro de estatutos
fue publicado por una conocida imprenta litográfica de los años
veinte, declarando allí y desde sus orígenes -dicho sea de paso- la
profunda inspiración que tenía el conglomerado en la tiranía
bolchevique de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS),
luego de la Revolución de 1917.
¿Cómo pudo el PC sacar de la nada, entonces, 10 años adicionales
para agregarle a su cuenta de cumpleaños? Pues fácil:
superponiéndose como el impostor del Caso Martín Guerre sobre
el anterior Partido Obrero Socialista (POS), interesante y casi
olvidado grupo de izquierda fundado por el mismísimo Luis Emilio
Recabarren y Ramón Sepúlveda Leal, el 4 de junio de 1912,
fundamentalmente con sectores sindicalistas y otros desprendidos del
Partido Demócrata que ya marchaba tambaleante en aquellos años.
El POS dirige sus operaciones especialmente hacia el Norte Grande,
donde la actividad salitrera ha motivado grandes movimientos
sindicales que es urgente tomar, fortalecer y encausar en una lucha
común.
No faltarán los que digan que el punto de contacto que permitiría
esta vinculación “legítima” entre la hoja de vida del POS y el PCCh
es la presencia del insigne Recabarren como fundador del mismo y que
su línea original también sería comunista… Craso error: don Reca,
que curiosamente alguna vez fuera férreo opositor al Gobierno de
Balmaceda y defensor de la aristocrática Junta de Iquique durante su
juventud, expresó en el diario “El Despertar de los Trabajadores”
que el POS era un partido fundamentalmente marxista-sindicalista y
de aspiración socialista. Además, nunca, jamás estuvo afiliado a la
Internacional Comunista, al contrario de lo que pretenden asegurar
algunos en nuestros días.
Cabe recordar, también, que el primer Secretario General del POS fue
el propio Sepúlveda Leal, quien nunca se llevó bien con el ala más
extrema y pro-soviética del izquierdismo, que lo acusaba de
“moderado”, de trotskista y hasta de no ser un convencido del poder
político de los sindicatos, conflicto que marcó después su
definitiva ruptura con esta línea de la izquierda chilena más dura.

Reunión informal entre integrantes del PCCh en 1965. Imagen
actualmente en las Colecciones del Museo Histórico Nacional.
¿CUÁNDO SE FUNDÓ EL PC CHILENO?
En los primeros días de 1922, pasada la persecución de la llamada
“Guerra de don Ladislao”, fracasadas las aspiraciones presidenciales
de Recabarren y cundiendo el afán de imitar e importar la Revolución
Rusa a Chile, se realiza el famoso Congreso de Enero en el que el
POS decide autoinmolarse para transformarse así en el Partido
Comunista y afiliarse a la Internacional, cambiándolo todo para
tales efectos: estatutos, métodos, estructura interna y discursos.
Algunos militantes salen ipso facto con la huella del PLR
marcada en los pantalones. La adhesión exigida a las famosas “21
condiciones” resumen toda esta operación, e influye en ello el
encantamiento de Recabarren con el sistema soviético, al que irá a
conocer personalmente en un viaje, para volver a Chile dando sendas
charlas y exposiciones en favor del mismo.
Hasta entonces, como se ve, el POS había sido un partido
sindicalista popular, mientras que el PCCh se define desde su origen
como un partido revolucionario y de inspiración soviética. Su primer
Secretario General también fue Sepúlveda Leal, pero en otra prueba
de las diferencias que mantenía con el ala dura que daría el perfil
definitivo al partido, el dirigente debió lidiar estoicamente contra
el fuego amigo que no lo consideraba un auténtico comunista,
sino un mero socialista menchevique y después un trotskista,
debiendo abandonar el partido en 1927 para fundar -seis años más
tarde- el Partido Socialista, que ideológica y operativamente
guardaba mucha más relación con el POS que con el PCCh.
La mutación del POS al PCCh involucró también mantener y completar
el apoderamiento de los movimientos sindicales que (aunque los
comunistas lo nieguen y lo renieguen) hasta entonces eran de
inspiración más bien anarquista, especialmente influidos por la
ideología acrática española, entre otras vertientes. Anarquismo que
-dicho sea de paso- ya estaba en pugna con la influencia de la
doctrina de los demás movimientos de izquierda, casi desde los
tiempos de Balmaceda.
Además de explicar por qué el movimiento obrero existía en Chile
desde mucho antes de la fundación del POS y del posterior PC, esta
situación de conflictos bases también justificó parte de la ruptura
que tendría lugar entre los movimientos anarquistas y marxistas
chilenos dentro de la agitación sindical en las décadas que
siguieron, muy en especial durante la post Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, al imponerse el stalinismo en la URSS a la muerte de
Lenin en 1924, la Internacional Comunista se fue por la pendiente
resbaladiza de la sovietización doctrinal y “rusificadora” con todos
los partidos afiliados a los tentáculos del Komintern,
desatándose una cacería interna de “reformistas”, de “aperturistas”
y especialmente de los odiados trotskistas, todos tomados por
traidores peligrosos que urgía arrinconar y expulsar defenestrados
lo antes posible.
Curiosamente, este cambio fue aún más traumático que la
"transformación" del POS al PCCh, que ahora obedecía con especial
ceguera y sumisión estos dictados: incluso Recabarren cae víctima de
este círculo inquisitivo, que se expande entre los comunistas de
América y del mundo entero. Hasta se hablaba con asco de los
“recabarrenistas” dentro del comunismo chileno, adjetivo que
servía de acusación contra los enemigos internos.
Vilipendiado y desalojado por sus propios compañeros sin
consideración a sus enormes sacrificios y esfuerzos personales por
el bien del partido y del movimiento obrero, Recabarren, el
recordado Don Reca, muere en un extraño y sospechoso suicidio
en diciembre de 1924, cuando se aproximaba recién el tercer año de
vida del PC de Chile. La religión de Josif Stalin se impone rauda y
sin problemas, así, en el PCCh, y con esta línea enfrentará los
cuadros mundiales de lucha de poder en la Segunda Guerra y el inicio
de la Guerra Fría, incluso más allá de la muerte del sangriento y
despótico tirano, antes de liberarse definitivamente de su sombra ya
más cerca de nuestros días.

Invitación de la Unidad Popular a festejar el Cincuentenario
del PCCh en el Estadio Nacional, el 9 de enero de 1972
(publicado el día 7 anterior en “El Clarín”).

Discurso de Volodia Teiteilboim y concurrencia al aniversario 50
del PCCh, en los actos realizados el 2 de enero de 1972. “50
AÑOS DE LUCHA POR EL SOCIALISMO”, dice la gran pancarta atrás
del podio.
CUANDO EL PC CUMPLIÓ 50 AÑOS
Un hecho incontestable sobre la verdadera edad del PCCh y la
conciencia que tenía este mismo partido de haber sido fundado en
1922 (y no antes), tiene lugar en pleno Gobierno de la Unidad de
Popular, en los días del Presidente Salvador Allende: los festejos
de los 50 años del Partido Comunista de Chile, realizados con sendos
discursos de Luis Corvalán y Volodia Teiteilboim el día 2 de enero
de 1972, en un escenario con un gran pendón a sus espaldas diciendo
“50 AÑOS DE LUCHA POR EL SOCIALISMO”, seguidos de otro gran
acto conmemorativo del día sábado 8 en el Estadio Nacional, tal como
el celebrado recientemente pero con una matemática distinta a la del
mundo de los hombres no iniciados en los ritos de la contabilidad
revolucionaria.
Aunque existió abundante registro en prensa y televisión de aquellos
multitudinarios festejos, en incluso mensajes oficiales del Gobierno
de la UP para el PCCh por sus 50 años -todo poniéndose en
enfrentamiento con los números ofrecidos hoy por la propaganda-,
recomiendo echar una oteada a las publicaciones que hizo por
entonces el muy oficialista diario “El Clarín”, que cubrió
ampliamente las celebraciones y facilitó sus páginas para la
publicidad del espectáculo ofrecido entonces en festejos de estas
cinco décadas.
No deja de llamar la atención, particularmente, un mensaje con el
que el Secretario General del PCCh, señor Corvalán, llamó
públicamente a adherir a este gran aniversario de 50 años para el
partido. Dice allí, en la publicidad del evento publicada entonces
por la prensa proclive al gobierno:
Celebremos los 50 años de lucha del Partido Comunista de
Chile. Repudiemos el maridaje inmoral de momios y freistas.
Defendamos el Gobierno Popular para que siga adelante con su
programa en beneficio de Chile y de su pueblo.
Habla el Secretario General el Partido, Luis Corvalán.
A su vez, la representación de la Unidad Popular hizo publicar un
mensaje de adhesión a las fiestas del PCCh que aparece en los
siguientes términos, el 7 de enero de 1972 en “El Clarín”:
La Unidad Popular invita a los militantes de sus partidos y
movimientos al acto de masas con que los comunistas culminan la
celebración de su Cincuentenario. Sábado 8. Est. Nacional. 16
hrs.
Los matemáticas no numerológicas del mensaje de Corvalán y de la UP
están en perfecta sintonía con la historia y línea del tiempo del
PCCh, del cual el POS sólo puede ser un antecedente previo o
vincular, pero de ningún modo racionalmente directo a su propia
existencia. Si la Democracia Cristiana chilena ha establecido, por
ejemplo, una separación lógica y razonable de su historia entre su
fundación en 1957 y la anterior Falange Nacional de 1935 a partir de
la cual se gesta (y a pesar de que, en su caso, existe mucha más
afinidad entre el falangismo y el posterior demo-cristianismo que
entre el POS y el PCCh, como por ejemplo en su declaración base de
principios programáticos), celebrando por ello sus 50 años de vida
recién el año 2007, el ejercicio que hace el PCCh es exactamente el
inverso: apoderarse de la historia del anterior POS para sumarla
cuantitativamente a la suya.

Avisos publicitarios llamado a celebrar los “50 años del
Partido Comunista” en enero de 1972.

SANSÓN CON CALVICIE
Como se ve, se enarbola una mera impostura, a partir de un período
que coincide justo con el tiempo en que el PCCh retorna a la
legalidad… Y al parecer, ya estamos en el punto en que los propios
comunistas se creen y justifican semejante patraña del centenario
del PCCh. Ni siquiera la razón de haber elegido los primeros días
de cada año para la llamada Fiesta de los Abrazos del partido, parece
generarles sospechas de que su fecha de fundación estaba en enero y no
en junio, como se asegura ahora.
Me consta que la decisión el PCCh de apoderarse de la historia del
POS y aferrarse al cambio de cuenta de años de vida del partido es,
pues, algo relativamente reciente, gestado gradualmente desde que
tiene lugar la caída el Muro de Berlín y se derrumbaba por su propio
peso esa artificial maquinaria de la URSS, en 1991, obligando al
comunismo a refugiarse políticamente sólo en la trinchera del
discurso latinoamericanista y al tiempo que agita banderas
instrumentales (sindicalismo, derechos humanos, educación, igualdad
de género, ecología, desigualdad social, etc.).
Desde el año 1989, además, hubo en el comunismo chileno un
alejamiento masivo de simpatizantes más jóvenes (entre los que,
quizás, deba contarme también, aunque nunca fui militante ni
activo), especialmente estudiantes de media vinculados de un modo u
otro a organizaciones como la Federación de Estudiantes Secundarios
(FESES).
El PCCh de los días en que retorna la democracia al país está, así,
a la deriva: busca aferrarse a la tabla de los náufragos y echa mano
a toda la neomitología política americana de Ugarte a Galeano como
salvavidas, la misma que hasta poco antes había sido sólo un
accesorio en el discurso de eje fundamentalmente bolchevista del
partido, incluso cuando intentaba renegar del otrora venerado
Stalin. Curiosamente, además, es el mismo discurso que alguna vez le
reprocharon a Recabarren y a los peyorativamente llamados
“recabarrenistas” dentro del mismo partido, para referirse a
esta ala influida también por movimientos continentales como el
iniciado por al argentino Juan Bautista Justo, desde los días del
Centenario.
Como dijo Luis Guastavino al tener que abandonar al PCCh (donde
fuera perseguido por pedir más democracia dentro del partido,
justamente), la caída de los regímenes bolcheviques fue para el
comunismo “como cortarle el pelo a Sansón”.
Sólo entonces, en tan adverso escenario y tras esta debacle
soviética, en el interés de zafarse del prolongado pasado sumiso
ante el bolchevismo y de la ciega devoción que alguna vez se tuvo
por la Rusia de Stalin, Beria o Kaganovich, los comunistas chilenos
comenzaron a abandonar las señales explícitas de su inspiración en
este desmoronado régimen soviético, pretendiendo asirse de la
historia del POS para ofrecerla como datos germinales del partido y
así sacarse de encima la sombra siniestra por la que se juraron todo
a partir del período 1922-1924. De ahí el “milagro” de los 10 años
adicionales que aparecen en su vida, desde la nada, atropellando la
propia cuenta de velitas de torta que llevaban hasta hace poco.
En fin: en la política, la realidad corre por un sentido distinto
que el de la verdad; lo sabemos. Sin embargo, no puede esperarse que
todos podamos volar tan bajo como para tragar entero el cuesco de
palta de los “100 años de lucha” metido en el sándwich del
cumpleaños, que en realidad no ha sido de “100 años” y que,
en cierta forma, muchas veces fueron más “de lucha” interna
que aquella por la búsqueda de los nobles objetivos de igualdad o
justicia social de los que el PCCh se declaraba adalid, como lo
hubiese querido don Luis Emilio Recabarren.
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