ORIGEN DEL CUERPO DE BOMBEROS DE VALPARAÍSO Y SUS PRIMEROS AÑOS, DESCRITOS POR ISMAEL VALDÉS VERGARA
Presentación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, siglo XIX.
Coordenadas: 33° 2'19.67"S 71°37'42.45"W (Cuartel General)
Éste
es el primer capítulo del libro "El Cuerpo de Bomberos de Santiago.
1863-1900", escrito por don Ismael Valdés Vergara (1853-1916) y
publicado en Valparaíso por Babra y Ca. Impresores, en 1900. Además de
fundador del Club del Progreso y más tarde diputado y alcalde por
Santiago, don Ismael fue cofundador de la 5ª Compañía de Bomberos de
Santiago junto a sus hermanos Francisco y Alberto Valdés Vergara,
asumiendo también como Secretario General, Vice-Superintendente y
Superintendente del Cuerpo de Bomberos. Junto con resultar muy
ilustrativo e informativo, este texto tiene algo de homenaje romántico
bellamente dirigido a los bomberos voluntarios de Valparaíso, pioneros
de esta casta institucional de héroes y mártires en Chile. El cuerpo
porteño, fundado oficialmente el 30 de junio de 1851, volvió a medir sus
arrojos en varias ocasiones que quedaron cronológicamente fuera de la
revisión de Valdés Vergara, poniendo a prueba su lema "Abnegación y
Constancia" desde el trágico Terremoto de1906 hasta el catastrófico
incendio del 2014 que, en este próximo 12 de abril, cumplirá su primer
aniversario.
El
Cuerpo de Bomberos de Valparaíso es la cepa de que proceden todas las
asociaciones de Bomberos Voluntarios que existen en la República.
Valparaíso
fue el hogar generoso en que prendió el fuego del noble entusiasmo que
puso en las manos de sus viriles habitantes las herramientas del
bombero; fue la santa escuela en que se formaron los Apóstoles de la
nueva institución, cuyo ejemplo irradió cual antorcha luminosa en todos
los confines del territorio chileno; fue el taller en que se templaron
las voluntades y los entusiasmos que, después de cincuenta años de ruda
prueba, permanecen tan poderosos y resueltos como en el primer día; fue
la progresista, la culta y altiva ciudad de Valparaíso, la cuna de la
manifestación más elocuente del poder de la iniciativa individual puesta
incondicionalmente al servicio de necesidades apremiantes y de
conveniencias indiscutibles.
La
formación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso se nos representa hoy
con todos los caracteres de un hecho prodigioso, de imposible
realización en la época presente, cuyas tendencias se inclinan a separar
más bien que a unir a los hombres, a causa de la carencia de ideales y
de aspiraciones generosas que son el antídoto más eficaz contra. El
egoísmo frío y calculador, que todo lo invade y esteriliza, hasta los
más potentes y ardorosos ensueños de la juventud.
Corresponde,
pues, con indiscutible derecho, al Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, la
primera página de este trabajo destinado a recordar la fundación y los
hechos mas culminantes del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
Quien
visite hoy a Valparaíso no puede formarse idea, ni aproximada siquiera,
de lo que era en el año 1850, especialmente el barrio llamado el
Puerto. En el Almendral, cuya principal avenida, la de la Victoria, no
ha sufrido grandes modificaciones, subsiste la misma planta, más o
menos, que en aquel año.
El
viajero que entonces conoció esa parte de Valparaíso y que de nuevo la
visitara hoy, no advertiría otras variaciones que las producidas por el
reemplazo de los antiguos y vetustos edificios, de los cuales quedan no
pocos ejemplares, por otros nuevos de materiales sólidos, de
arquitectura moderna y de doble o triple elevación.
En
cambio, el barrio del Puerto ha sido transformado radicalmente en la
segunda mitad del siglo. En 1850, los edificios en su mayor parte eran
de materiales y las calles sumamente estrechas e irregulares. El
material casi exclusivo de las construcciones era la madera, de la que
se empleaba en gran cantidad el alerce, que tan escaso es hoy,
traído de los bosques del archipiélago de Chiloé. La superficie de la
parte baja del barrio del Puerto, ocupada como en la actualidad por el
comercio, era tan reducida que apenas contenía las habitaciones y las
casas destinadas al comercio. La antigua calle del Cabo (hoy de
Esmeralda) la única que entonces mereciera la denominación de calle,
terminaba por el lado del Almendral en la histórica Cueva del Chivato,
que había en la prolongación de uno de los cerros hacia el mar. Este
cerro era el que separaba los dos grandes barrios de Valparaíso. Según
la tradición, en ciertas ocasiones era menester esperar la baja marea
para pasar en ese punto de una parte a otra de Valparaíso.
El
adelanto y progreso de la ciudad en cuanto a su extensión y a sus
construcciones, se debe a dos causas principales. La formación de
terrenos en lo que era dominio del mar y los frecuentes y grandes
incendios.
Durante
la administración de los presidentes Pérez y Errázuriz, esto es, desde
1861 hasta 1875, el Gobierno se ocupó con gran empeño en aumentar la
superficie plana de esa ciudad y se formaron en efecto grandes
extensiones de terreno, arrebatándolo al mar, en que hoy están las
calles de Blanco y de Errázuriz, la sección destinada a las líneas
férreas del Estado y los valiosos edificios que se ostentan en aquellas
avenidas.
Los
grandes y sucesivos incendios que consumieron casi todas las
construcciones antiguas, permitieron a la autoridad local el ensanche de
las calles y plazas y el reemplazo de las coloniales construcciones de
madera por los sólidos y hermoso edificios de las calles Esmeralda,
Serrano y otras. Puede decirse con estricta verdad que en el riñón del
Puerto no queda una sola tabla de las construcciones que había antes de
1850, y que todo, absolutamente todo, edificios, calles, plazas, está
totalmente transformado.
La
ciudad antigua estaba especialmente preparada para la combustión. Se
había formado con menosprecio del fuego, sin considerar para nada
absolutamente su acción devastadora y terrible. La previsión de entonces
no era superior a la que gastan hoy las autoridades locales. Material
combustible, calles estrechas, fuertes y sostenidos vientos. Todo era lo
más adecuado para las grandes hogueras. Sólo faltaba la chispa y luego
las hubo en abundancia. Y para complemento, carecía casi en absoluto la
ciudad de los elementos indispensables para combatir el fuego. La
autoridad no había tenido a bien preocuparse todavía de esa necesidad.
En
1850 sólo había en Valparaíso dos bombas adquiridas por los mismos
vecinos comerciantes, las cuales eran servidas por una brigada de
Zapadores Bomberos, formada por los aguadores. La ciudad no tenía
entonces cañerías de agua, y se entregaba este elemento al vecindario,
para la bebida y demás menesteres domésticos, por individuos que la
conducían desde las vertientes inmediatas a la ciudad, en caballos o
asnos cargados con dos pequeños barriles. Esos individuos eran los aguadores, que formaban la Brigada de Zapadores.
El
día 15 de marzo de 1843 presenció la ciudad de Valparaíso uno de los
más terribles incendios que la han azotado. El fuego consumió trece
edificios del barrio del Puerto, cerca de tres mil bultos de mercaderías
depositados en los almacenes de la Aduana, una cantidad considerable de
mercaderías existentes en las casas de comercio, y gran número de
menajes de los habitantes de los edificios incendiados. Los perjuicios
de ese desastroso siniestro fueron calculados en $709.000 más o menos,
cantidad enorme en aquella época tan remota, cuando el comercio apenas
principiaba a tomar incremento.
El
barrio del Puerto quedó convertido en un hacinamiento de ruinas y
escombros. La parte más importante, algunos edificios recientemente
construidos, grandes riquezas, fueron convertidas en cenizas en unas
cuantas horas.
La
tremenda lección no fue aprovechada. El tiempo devolvió la tranquilidad
á las autoridades y a los habitantes y echaron al olvido las amenazas
del fuego.
Siete
años después, el domingo 15 de diciembre de 1850 estalló un incendio en
una cigarrería establecida en el edificio perteneciente a don Josué
Waddington, situado en la calle del Cabo (hoy Esmeralda).
El
fuego tomó luego incremento; se apoderó primero de los edificios
contiguos y, comunicándose en seguida a los del frente en la misma
calle, por el lado del cerro, formó una hoguera inmensa que llenó de
consternación a los habitantes. La Brigada de Zapadores Bomberos, que
era esperada con ansiedad, llegó con su material media hora después al
lugar del siniestro, pero no logró prestar el más insignificante
servicio en la extinción del fuego, porque las bombas estaban en mal
estado y las mangueras inútiles.
Las
llamas consumieron impunemente todos los edificios que encontraron á su
alcance, y se habrían apoderado también de los situados en el cerro, si
los comandantes de las naves inglesas y francesas al ancla en el
puerto, no hubieran prestado oportuno auxilio echando a tierra bombas y
marinería. Merced a esos elementos se logró impedir la propagación del
fuego por el lado del cerro. Por los otros costados no pudo ser
contenido y sólo cesó en su obra destructora cuando no tuvo a sus
alcances otros edificios de que apoderarse.
La
severa lección de esa noche, hizo comprender la necesidad ya muy
urgente de poseer suficientes elementos defensa contra el fuego y de
arbitrar los medios de combatir a ese enemigo de las sociedades, cuya
ferocidad excede con mucho al más avezado criminal, y cuyo poder es
incomparablemente superior al de una legión de bandidos.
Y
sin esperar lo que hiciera la autoridad, a quien correspondía
satisfacer esa necesidad, alguien, uno cuyo nombre nadie podrá indicar,
lanzó la idea feliz de organizar un Cuerpo de Bomberos Voluntarios.
La
simiente cayó en buen terreno, como que estaba preparado por la amarga
experiencia del reciente incendio y por la impotencia, más amarga aún,
para combatirlo, con que hubo de presenciarlo la multitud. Cundió la
idea, y nacionales y extranjeros acudieron presurosos a enrolarse en las
filas de la primera asociación que en Chile se organizaba, exigiendo de
sus miembros, además del dinero, el servicio personal más rudo y más
ingrato.
El
resultado de esa empresa acometida quizás sin la conciencia de su
magnitud y de sus inconvenientes, no sólo correspondió, sino que superó
con mucho las expectativas que el más optimista pudo entonces concebir.
¿Quién
pudo creer en 1850 que el Cuerpo de Bomberos voluntarios había de
arraigarse en el país y de propagarse desde un extremo hasta el otro de
la República? ¿Quién pudo sospechar que esa institución había de tener
el don de seducir a la juventud de todos los órdenes sociales, desde la
más modesta hasta la más acaudalada? ¿Quién se habría atrevido entonces a
asegurar que los jóvenes de la mejor sociedad y los más favorecidos por
la fortuna, habían de rivalizar en el trabajo confundidos con el
modesto obrero o artesano? ¿Quién pudo imaginarse que esa misma juventud
había de ser capaz de llevar su abnegación hasta rendir la vida en el
puesto del deber?
El
éxito de aquella idea lanzada en 1850, ha sido inmensamente superior a
la suposición más optimista. Ese éxito ha sido un prodigio. El amor
patrio tiene la virtud de enloquecer y de convertir en héroes a los más
pusilánimes. Las empresas arriesgadas, de las que se reporta gloria y
renombre, seducen a los animosos y valientes. Los más atrevidos
proyectos, que prometen grandes beneficios pecuniarios, atraen como el
imán a los temperamentos ardientes o ambiciosos.
El
trabajo del Bombero no da ni gloria ni renombre, ni riquezas, ni
siquiera la satisfacción que produce la gratitud por un servicio
personal. El trabajo del Bombero, más que modesto es humilde, y para
prestarlo es menester abandonar ocupaciones, urgentes a veces, gratos
placeres o pasatiempos en otras, y siempre algo más agradable que la
tarea peligrosa de extinguir los incendios, trepando escalas, salvando
tejados, soportando el frío o la lluvia en las heladas noches de
invierno, o el calor sofocante de la misma hoguera, y estando siempre
expuesto a toda clase de accidentes. Mas aún, exige el servicio del
Bombero desembolsos considerables de dinero, que para los no pudientes,
que son los más, representan un sacrificio no despreciable.
¿Cómo
se explica entonces el asombroso éxito de la asociación de Bomberos
voluntarios en Chile? ¿Por qué ha surgido esa institución, siendo
notorio el caso de tantas y tantas otras asociaciones benéficas que
imponen una contribución harto más liviana de sacrificios?
El secreto del éxito del Cuerpo de Bomberos no puede ser otro que su objeto mismo.
Es
el trabajo rudo y penoso que acerca, iguala y confunde a los hombres de
todas las condiciones; que a todos levanta y enaltece ante ellos mismos
y ante los demás; que satisface una necesidad física que muy pocos
dejarán sentir y la necesidad moral, más sentida que aquella, de tener
relaciones y amistades tan sólidas como las que sólo se adquieren en los
bancos de la escuela; es el trabajo, repetimos, que purificando al
hombre del mal del egoísmo, lo hace capaz de servir sin preguntar a
quién sirve, y de hacer el bien sin expectativa de recompensa.
La
juventud llega a las filas del Cuerpo de Bomberos sin conciencia de
esas nociones, atraída casi siempre por la amistad con otro bombero, a
por un entusiasmo pasajero, pero en muy corto tiempo sabe comprender que
ha hecho una buena obra y principia a mirar como cosa suya la Bomba,
que es el símbolo de unión de los asociados. Así, como la planta una vez
arraigada se convierte con el tiempo en árbol, así también los jóvenes
bomberos, al calor de los afectos del compañerismo, conviértense con el
transcurso del tiempo, en abnegados servidores de la humanidad.

La 1ª Compañía de Bomberos de Valparaíso en 1863, en el muelle que había en la Plaza del Orden, que más tarde pasaría a ser la Plaza Aníbal Pinto de la misma ciudad.

Imagen del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso en 1861.
El
Cuerpo de Bomberos de Valparaíso quedó definitivamente organizado el
día 30 de junio de 1851, fecha oficial de su fundación. Los seis
primeros meses de ese año fueron ocupados en reunir recursos, en
organizar el personal y en preparar cuarteles para instalar las bombas y
el resto del material encargado al extranjero.
La
primera reunión de los asociados se celebró en el Teatro de la Victoria
el 30 de abril de 1851 y entre otras medidas se acordó el nombramiento
de tres comisiones encargadas de formar los Estatutos, de constituir un
Directorio y de proceder a organizar las primeras compañías.
Esas
comisiones cumplieron con el mayor celo y actividad el encargo que se
les hizo y presentaron muy pronto los Estatutos de la Asociación. En el
mes de junio siguiente estaban ya organizadas con numeroso personal, las
cuatro compañías conque se inauguró el Cuerpo, a saber:
- Dos compañías de Bombas.
- Una de Hachas y Escaleras.
- Una de Guardia de Propiedad.
El
primer material de la 1ª y 2ª Compañías, consistió en las dos Bombas de
la antigua Brigada de Zapadores Bomberos que fueron convenientemente
reparadas. Pero como eran insuficientes para las necesidades de la
población, el Directorio encargó a Estados Unidos otras dos Bombas con
todos sus accesorios y con dotación bastante de mangueras.
El
material de escalas, hachas y demás útiles para las otras dos
Compañías, fue preparado en la misma ciudad. El importe total de los
gastos que demandó el material para las cuatro compañías, incluyendo,
las dos Bombas encargadas a Estados Unidos de Norteamérica, ascendió á
$6.000 mas o menos.
Esa
suma fue erogada casi en su totalidad por el comercio de Valparaíso. La
Municipalidad se suscribió con la miserable suma de tres onzas
(cincuenta y un pesos y setenta y cinco centavos oro) y meses después
votó una subvención de cincuenta pesos mensuales. Para estimar en toda
su importancia la conducta de la Municipalidad, debe tenerse presente
que el Superintendente del Cuerpo, señor José Tomás Ramos, era miembro
de ella, y que trabajó, por tanto empeñosamente, como puede suponerse,
para estimular la liberalidad de sus colegas del Cabildo.
Todo
el trabajo realizado hasta esa fecha era una parte solamente de la
atrevida empresa acometida con tanto entusiasmo. Quedaba todavía mucho
por hacer. Era menester, en primer lugar, asegurar los medios de
disponer del agua necesaria para combatir los incendios. El agua no
faltaba seguramente, como que estaba el mar Pacífico a disposición de
los Bomberos, pero ella sólo servía para las propiedades inmediatas a la
playa y así sucedió que en varias ocasiones fueran enteramente inútiles
las bombas.
Acordó
pues el Directorio la construcción de pozos a medida que sus recursos
lo permitieron y contrató desde luego la construcción del primero por el
precio de $386,18.
En
todo el año 1851, no se consiguió que el Cuerpo de Bomberos se
presentara en público con su material por diversos inconvenientes, entre
otros, por los relacionados con los acontecimientos políticos de ese
año.
Aprovechándose
en los primeros meses de 1852 la presencia en Valparaíso del Presidente
don Manuel Montt, el Directorio fijó el día 2 de Marzo para la primera
Revista y Ejercicio General.
El
Presidente de la República presenció desde los salones de la Bolsa
Comercial el ejercicio general, practicado en el muelle, y pocos días
después, en un gran banquete que le ofreció el comercio de Valparaíso,
ese magistrado y el Ministro del Interior, don Antonio Varas, se
expresaron en los siguientes términos, sobre la nueva institución
organizada en Valparaíso. El señor Montt, dijo:
Valparaíso
se apropia día por día algunas de las grandes conquistas de la ciencia y
de la industria moderna; centro de comercio y vivificando con sus
capitales los ángulos más apartados de la República, ejecuta en su suelo
importantes obras de utilidad. Acaba de poner el agua a disposición de
los vecinos y de adaptarla a la extinción de los incendios, una de las
terribles plagas que ha sufrido este pueblo.
(...)
Una manifestación más alta, si cabe, del espíritu de Valparaíso, son
las diversas instituciones que ha creado, y entre ellas debo una mención
especial a las Compañías de Bomberos, hermoso plantel que no puede
mirarse sin complacencia y sin formar al mismo tiempo el voto de que
este ejemplo, fecundo en grandes aplicaciones, sea imitado en toda la
República.
El señor don Antonio Varas, Ministro del Interior, refiriéndose al Cuerpo de Bomberos, se expresó en los siguientes términos:
A
cada pueblo le llega en el curso de los tiempos la ocasión de mostrarse
tal cual es, de dar a conocer su espíritu, de revelar los altos
destinos que le están deparados por la Providencia: a Valparaíso le ha
llegado su vez en 1851 los temblores, los incendios, las tempestades del
océano, las tormentas de revoluciones políticas han venido a llamar a
sus puertas amenazándole destrucción, y él ha respondido a los temblores
reparando sus estragos y construyendo, animoso, nuevos y suntuosos
edificios; a los incendios, armándose para combatirlos, improvisando esa
falange de guerreros de paz, esos bomberos preparados a combates en que
su propia sangre es la única que puede ser vertida...
Esas
hermosas y alentadoras palabras de los dos más altos funcionarios de la
nación, tuvieron la resonancia que les correspondía. Con el tiempo
cumpliose el voto que formuló el primer mandatario en esa tan solemne
ocasión.
El
Cuerpo de Bomberos creció rápidamente y extendiendo sus ramas á todos
los ámbitos de la República, llegó a ser una institución nacional. Cada
día que transcurría se hacía sentir con mayor fuerza la necesidad de
disponer de las bombas encargadas a Estados Unidos de Norteamérica.
Un
gran incendio que ocurrió el 28 de abril, en la calle de la Victoria, a
media cuadra de la plaza del mismo nombre, dejó corroborada una vez más
la ineficacia de las viejas bombas y que con ellas eran estériles todos
los esfuerzos y sacrificios de los bomberos.
El 16 de junio de 1852 ancló en el puerto la barca Independencia,
procedente de Boston, portadora de las nuevas bombas, y el 23 del mismo
mes eran conducidas solemnemente, y con loco entusiasmo, al cuartel
ubicado en el edificio de La Bolsa.
La Americana de la 1ª Compañía y la Chilena de la 2ª Compañía, importaron con sus accesorios la suma de $5.315. La bomba Salamandra,
que con justo orgullo conserva como reliquia el Cuerpo de Bomberos de
Valparaíso, es la misma que recibió el año 1852 la 2a. Compañía.
Estimulada
la juventud de Valparaíso por el éxito tan feliz del Cuerpo de
Bomberos, y por la necesidad de radicar alguna compañía en el barrio del
Almendral, se procedió a organizar la 3ª Compañía con las dos antiguas
bombas que habían quedado sobrantes desde la recepción de la Americana y la Chilena,
lo que sólo vino a conseguirse después de vencer muchos y graves
inconvenientes, algunos de los cuales llegaron a parecer insuperables.
La
Compañía del Almendral se disolvió antes de que hubiera prestado
servicio alguno, y sólo se consiguió reorganizarla en buenas condiciones
a fines del ano 1853. Contribuyó poderosamente a la constitución de esa
nueva Compañía un rasgo de generosidad del señor Matías Cousiño de que
sería injusticia no hacer mención.
El
1° de septiembre de 1853 se daba la alarma de un nuevo incendio en la
calle de la Victoria, que tomó muy grandes proporciones, á pesar del
vigor con que fue atacado por los bomberos. El señor Cousiño,
propietario de un edificio inmediato al lugar del siniestro, quiso
manifestar el concepto que le merecía el Cuerpo de Bomberos,
obsequiándole una bomba de primera clase que se apresuró a pedir a
Estados Unidos de Norteamérica unos cuantos días después del incendio.
A ese rasgo de excepcional generosidad a favor de la institución se refieren las siguientes comunicaciones:
Valparaíso, Septiembre 6 de 1853.
Señores Directores de la Sociedad de Bomberos de Valparaíso.
Muy Señores míos:
Me
ha sido muy satisfactorio saber el noble empeño con que la Sociedad que
ustedes representan, ha prestado sus importantes trabajos en la mañana
del 1° del presente para mermar los desastres del desgraciado incendio
de ese día. A esos esfuerzos he debido yo, tal vez, la conservación de
mi casa cerca del lugar incendiado, y deseando acreditar a esa Sociedad
mi admiración por sus trabajos en favor de la humanidad y mi
agradecimiento por la parte en que he sido favorecido, he acordado
obsequiar a la Sociedad una Bomba de primera clase, para cuyo efecto
encargo con esta fecha al señor don Thomas Bland Garland, uno de los
miembros de ese Directorio, para que de acuerdo con ustedes, proceda a
encargarla de mi cuenta. Suplico a ustedes se sirvan admitir esta
manifestación de gratitud, con que me suscribo de ustedes atento
servidor,
M. COUSIÑO.
Esa tan generosa manifestación fue correspondida por el Directorio con la siguiente nota:
Valparaíso, 9 de septiembre de 1853.
Señor Don Matías Cousiño.
Señor:
El
Directorio en sesión de ayer, ha recibido por manos del Director señor
Thomas Bland Garland la apreciada nota de usted, fecha 6 del corriente,
ofreciendo el obsequio de una Bomba como premio de los esfuerzos de las
Compañías en el último incendio. Esta generosa manifestación de parte de
Ud. ha evocado el mayor entusiasmo e interés de nuestra asociación, y
no sólo obliga a nuestros cuerpos y los estimula a mayores esfuerzos por
la apreciación de sus trabajos así demostrada, sino que redunda en
beneficio de la humanidad y del público, exigiendo el reconocimiento de
toda la población por la eficaz cooperación suya al mejoramiento de
nuestra institución, tan necesitada de socorros para llegar a la altura
que quisiéramos darle.
El
galardón no podía ser más apetecido, porque se ha sentido ya la falta
de una Bomba de primera clase para el servicio del Almendral, capaz de
contrarrestar un incendio en su principio, y a cuyo efecto las Bombas
del Puerto se hallan a una distancia demasiado grande.
Cumplo
pues con un encargo cuando a nombre del Directorio le dirijo a Ud. la
palabra para demostrar a Ud. los sentimientos de gratitud que merece un
servicio de tanta importancia, y ante cuya consideración se ha
determinado darle a la Bomba el nombre de Cousiño.
Aprovecho esta oportunidad para ofrecerme de Ud. su seguro servidor:
JUAN A. VIVES
Superintendente
Superintendente
JORGE FEHRMAN
Director-Secretario
Director-Secretario

Otra imagen histórica de los Bomberos de Valparaíso.

2ª Compañía Bomba "Germania" de Valparaíso, en 1888.
Con
el transcurso del tiempo y con los importantísimos servicios prestados a
la ciudad, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso llegó a ser la
asociación predilecta de la población y merecer la más decidida
protección del vecindario y especialmente del comercio.
El
Cuerpo de Bomberos ha sido más que el defensor de la propiedad contra
el fuego; ha estado siempre alerta y siempre listo para concurrir a
todos los llamados que se le han hecho en las circunstancias más
difíciles y angustiosas.
Brillante
ha sido su comportamiento en los miles de incendios que ha combatido y
en todas las jornadas que ha hecho desde su fundación. El año 1866
asistió al bombardeo de Valparaíso por la escuadra española, y salvó de
las llamas inmensos valores. Durante la guerra con el Perú y Bolivia
prestó señalados servicios, extraños al objeto de su existencia. En 1891
después de la batalla de la Placilla, y especialmente en la noche
siguiente a esa acción, el Cuerpo de Bomberos libró rudísima batalla
contra el populacho y la soldadesca, tratando de impedir los saqueos y
los incendios y combatiendo el fuego en todos los puntos en que la tea
incendiaria hacía estragos. La actitud del Cuerpo de Bomberos en esa
noche inolvidable, la valentía de sus miembros al frente de las masas
ebrias y armadas, y en medio de un vivo fuego de fusilería, merece la
gratitud de la ciudad.
Para
comprobar cómo ha cumplido el Cuerpo de Bomberos la misión que le
impusieron sus fundadores, basta recordar el nombre de los voluntarios
que han rendido su vida en el cumplimiento del deber. Las víctimas de su
abnegación se llamaron Farley, Blackwood, Lawrence, Rodríguez, Forno y
Bilbao. Esos seis bomberos han perecido en actos del servicio,
cumpliendo la obligación voluntariamente contraída de servir a sus
semejantes.
Así
entiende el Bombero el compromiso de honor a que está ligado. El
guerrero tiene el deber de hacer el sacrificio de su vida si es
necesario en defensa de la patria, y cumpliéndolo cae gloriosamente. El
bombero, cuya misión es de paz, no economiza tampoco su sangre ni su
vida, y la rinde modestamente entre las llamas o bajo los escombros, a
sabiendas de que no tiene derecho a glorioso renombre, ni siquiera a un
mendrugo de pan para sus hijos huérfanos.
Ello
quiere decir que la juventud que acude a la filas del Cuerpo de
Bomberos, no va en busca de glorias ni de conveniencias personales. Ella
sólo ve en la institución un altar adonde se rinde culto al trabajo
desinteresado, y se consagran los ideales más altos y las más nobles
aspiraciones, haciendo el sacrificio de los egoísmos humanos, en vez de
los holocaustos con que el paganismo rendía homenaje a la divinidad.
La
juventud de Valparaíso que dio en el año 1851 el más alto ejemplo de
civismo, creando una institución que ha sido y es y seguirá siendo
hermosa manifestación de cultura y virilidad, y que ha sido, es y
seguirá siendo el centinela avanzado de la ciudad y la mano providencial
en todas las horas de peligros y calamidades, tiene derecho
indisputable a los homenajes del reconocimiento y de la gratitud.
Rendimos
aquí el tributo más preciado a que es dado aspirar, recordando que los
Cuerpos de Bomberos de toda la República, son la resultante inmediata
del ejemplo dado por los habitantes de Valparaíso, y que todos han
nacido y han prosperado imitando las tradiciones consagradas en el
transcurso de cincuenta años por el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.
¡Honor a él y a sus fundadores!
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