Corvos de la Guerra del Pacífico (Colección de Marcelo Villalba Solanas).
Nota: artículo del año 2007. Trasladado hasta acá en 2022, sin actualizaciones ni adiciones.
Por
largo tiempo, el cuchillo corvo chileno ha sido una sólida alegoría del
minero, del roto e incluso del huaso, permanentemente asociado al folclore y criollismo. Fueron sus mejores manipuladores quienes,
haciéndose acompañar de tan fiel herramienta de trabajo y arma de
combate a un lado del cuerpo -quizás desde la Independencia en
adelante-, lo fueron convirtiendo también en un emblema militar, aunque
este vínculo fue difuminando su ligazón ancestral e íntima con el
trabajador chileno, desde mucho antes que éste se hiciera "milico" a
razón de las circunstancias históricas.
Y aun antes de ponerse el uniforme de la doctrina franco-legionaria previo a la famosa prusianización
del Ejército, el criollo usó el corvo también para investirse de esa
misma imagen temible del rufián engañosamente romántico: el que se ha
encarnado en las identidades de personajes tales como el bandolero-héroe
Vicente Neira, el mismo que asistiera a Manuel Rodríguez, o el temido
Benavides del Sur indómito, y la infame jauría de Los Pincheira o
el "Brujo" Liberona de La Chimba, dando una inagotable batería de
inspiración a la narrativa, la poesía y las canciones costumbristas. Así
se refleja en la letra del "Bandido" de Patricio Manns, su tema debut
de 1959 que ha sido grabado también por "Los Cuatro Cuartos" y por los
argentinos "Los Trovadores del Norte":
Un corvo de acero blanco
me cuelga al flanco,
el rifle alerta,
cansado el tranco, llevando penas
y donde vaya con la cadena
de este destino sobre mi manco
se irá el dolor...
me cuelga al flanco,
el rifle alerta,
cansado el tranco, llevando penas
y donde vaya con la cadena
de este destino sobre mi manco
se irá el dolor...
El
corvo chileno intrigó y provocó comentarios de muchos célebres viajeros
como Alexander von Humbold, Harry A. Franck o Robert E. Mansfield,
quienes no resistieron mencionarlo en sus escritos. Sin embargo, en los
reinos de lo estrictamente histórico, hay aspectos un poco
controversiales sobre esta pieza cultural chilena: primero, sobre el
misterio inexpugnable de su origen, donde nada parece claro; y segundo,
lo que tenga que ver con su incierto futuro y vigencia, ya que parece
haber un desinterés o un progresivo retroceso en su valor como símbolo
histórico, costumbrista, militar y minero, según veremos acá.
Aclaro
algo antes de entrar al grueso del texto, sin embargo: esta entrada es
un artículo que redacté el año 2005 como una investigación personal
sobre los antecedentes del cuchillo corvo, la que hice difundir en la
internet pero sufriendo muchas adaptaciones y modificaciones que -en el
camino- la abreviaron o ampliaron según el caso (a veces con errores de
referencias y fechas, lo que me complica bastante aunque no esté firmado
por mí), a través de sitios de defensa del patrimonio histórico, de
soberanía chilena y foros de estudios sobre la Guerra del Pacífico.
En
la proximidad del aniversario de la epopeya del 7 de junio en el Morro
de Arica, he decidido dejarlo acá completo para consulta y disposición
de los visitantes que quieran conocer más sobre este potente símbolo
histórico nacional sintetizado en la silueta del corvo chileno.

Corvos de la Guerra del Pacífico (Colección de Marcelo Villalba Solanas).

Miniatura
de un corvo "pico de cóndor". Imagen publicada por Carlos López Urrutia
en su libro "La Guerra del Pacífico. 1879-1884".
CLASIFICACIONES DE LOS CORVOS
Pocos
instrumentos contemporáneos de carga cultural o patrimonial pueden
tener tantos alcances, interpretaciones y teorías de origen como es el
cuchillo corvo nacional: símbolo del Ejército de Chile, objeto de
trabajo de los duros conquistadores de las salitreras del siglo XIX y,
desde entonces, tradicionalmente relacionado con los mineros del
caliche, el pirquén y hasta el carbón. Herramienta del hampa y de las
cáfilas delincuenciales del siglo XIX y parte del XX, además.
El
sólo desafío de tener que definir la naturaleza de su forma tan
característica, comienza a enfrentarse con varias complicaciones e
incertidumbres, especialmente por el exceso de tradición oral a la que
se ha echado mano para suplir la falta de buenos antecedentes duros
sobre su origen e historia. La observación y comparación del corvo con
otras armas de mundo, además, también arroja una cuota de posibilidades
donde nada seguro. En "Baraja de Chile" (Ed. Zig-Zag, 1946), por
ejemplo, Oreste Plath define de la siguiente manera el cuchillo corvo
tocando desde ya sus falsas semejanzas con otras piezas:
El
corvo chileno es un cuchillo con la lámina de acero arqueada hacia
adentro (introrso), que difiere notablemente de los cuchillos combados
de Oceanía y otras partes, donde se usan con láminas en forma análoga;
pero en estas últimas regiones la punta está dirigida hacia arriba
(estrorso).
Técnicamente, sin embargo, el corvo no sería un cuchillo
como tal, sino una variedad de arma blanca mayor que el puñal o la
daga, pues en teoría los cuchillos deben ser de hoja más bien recta y de
un corte único para poder ser definidos de esa forma, al menos en la
tradición. Sin embargo, el uso popular ha definido al objeto como el cuchillo corvo,
e invariablemente aparece señalado también como un cuchillo típico
chileno cuando se refiere a los modelos que aquí abordamos.
De
acuerdo a la opinión de los coleccionistas y admiradores de la pieza, y
valiéndose de criterios basados en los estudios de Plath sobre el
objeto, se considera que existen al menos diez clases de corvos
chilenos, pero sintetizados en tres categorías relativas a sus
características generales y formato:
- Corvos de lujo: son aquellos de confección cuidadosa y esmerada, que miden aproximadamente unos 30 centímetros en total contando el mango, este último generalmente hecho de varios anillos alternados de hueso, bronce, madera o piedras. Aunque pueden ser eventualmente herramientas o armas, parece que la presentación y el simbolismo predomina en la naturaleza de este tipo de corvos por sobre su mera funcionalidad.
- Corvos populares: son aquellos que se confeccionaban en forma muy artesanal, con mangos simples de madera o hueso, concebidos como herramienta para distintos oficios pero que, circunstancialmente, se convertían en armas de combate, y al parecer sirven bastante bien a este propósito.
- Corvos historiados: son los que llevan incrustados en su hoja círculos de metal o latón blanquecino, amarillento, o bien han sido grabados con "árboles de la muerte" y otras marcas parecidas, destinadas a contabilizar la cantidad de muertos pasados por el arma, característica que le da un macabro valor agregado como reliquia, pues se lo supone usado directamente como arma de guerra y a veces también en el bandolerismo.
Además
de estas categorías más formales de clasificación, en la actualidad el
corvo chileno ofrece variedades y ángulos rediseñados de su hoja: el
curvo "comando" y el atacameño, de los que hablaremos más abajo,
pudiendo haber presentaciones de los mismos en modelo pavonado, cromado,
rústico, de lujo, mando madera, mango material sintético, etc. Algunos
son de fantasía más que de utilidad en combate, y otros son producidos
sólo para regalos o reconocimientos institucionales, incluso en
miniaturas.
Los
corvos militares contemporáneos, con sello FAMAE: a la izquierda, el
modelo comando o "pico de cóndor"; a la derecha, el modelo atacameño o
"garra de puma". Además de la definición de los ángulos, algunas de sus
diferencias con el corvo más tradicional es el reemplazo de la púa
estructural, filos sin recazo, el pomo amartillado (que permite golpes de cacha,
también) y la adición invariable de la guarda.

El "cuchillo peruano", en imagen publicada por Sir Richard Burton, con curvatura en la punta y mango cónico.
TEORÍAS SOBRE SU ORIGEN
El
origen del corvo está plagado de teorías y sugerencias que parecen
salir a buscar más bien algún parecido de esta arma con otras anteriores
y de otras latitudes, que ofrecer buenos datos sobre su raíz germinal.
Las propuestas -unas más forzadas y otras más fluidas- pasan desde
observaciones a su semejanza con ciertos cuchillos precolombinos e
incaicos hasta comparaciones directas con el alfanje y la espada falcata
traídos por los españoles a tierras indianas, parientes de la gumia
árabe-andaluza, del alfajor argentino y otras armas parecidas.
Menos explorada es su semejanza con los cuchillos iniciáticos curvos y las podaderas
rituales romanas, especialmente algunas de la iconografía del culto a
Mithra que pueden verse en los mosaicos de Ostia junto al mar Tirreno.
Tampoco hay mucho publicado sobre su parecido con cuchillos asiáticos
como el kerambit del Índico, el kukri nepalés o ciertas dagas ceremoniales tibetanas y los ewyalis de la India, país donde también existe el llamado catán
(nombre posiblemente relacionado con la catana oriental). Otros
cuchillos parecidos se han visto al Norte de África, y ciertas teorías
proponen también que pudo haber sido traído y adaptado por la
contratación de zuavos en el ejército revolucionario de la familia
Gallo, a mediados del siglo XIX, desde donde habría pasado a los
soldados del Atacama reconvertido en el corvo.
Hay
en fuentes de medicina antigua como el "Suplemento al Diccionario de
Medicina y Cirugía del Profesor D. Antonio Ballano", de don Manuel
Hurtado de Mendoza (Madrid, 1823), se habla del cuchillo corvo o custer fakatus vel corvus que usaban los médicos para amputaciones, pero que ya estaba en desuso a esa época.
En
cuanto a teorías o posibilidades de que el corvo tuviese un origen
vernáculo, se tiene registro de piezas arqueológicas correspondientes a
cuchillos precolombinos de la cultura Atacama sumamente parecidos al
actual modelo "atacameño" del corvo chileno, aunque es posible que se
trate de una coincidencia de funcionalidad y de diseño, además de
ubicación y del gentilicio en su nombre. Y cabe mencionar también que el
famoso explorador y viajero británico Sir Richard Burton, describe e
ilustra en su obra "The Book of the Sword", de 1884, un arma muy
parecida al corvo y aparentemente de bronce, a la que llama "cuchillo peruano" ("peruvian knife").
Aunque las semejanzas son notorias y podrían prestarse para pensar en
alguna influencia peruana e incluso incásica en el origen del corvo
chileno, su hoja es un poco más ganchuda y de mango notoriamente más
ancho y cónico.
Por
la fecha indeterminada de la referencia recién comentada, también se
podría presumir una posible incorporación del corvo o cuchillos
parecidos en el Perú a consecuencia de la entrada de chilenos en tiempos
de la Independencia, en la Guerra Contra la Confederación o en la
Guerra del Pacífico, y no de forma inversa y en épocas anteriores. Pero
yendo más atrás en el tiempo, quizás la misma vertiente española que
trajo a los ancestros del corvo hasta Chile, podría haber realizado
similar introducción de cuchillos parecidos en el país incásico, que
expliquen el aspecto del "cuchillo peruano" señalado por Burton. Por ejemplo, se sabe de cierto modelo curvo de cuchillos que eran llamados "corvillos" en Europa y utilizados ancestralmente por españoles, franceses e ingleses, en plena época de expansión de los imperios.
A
mayor abundamiento, en España hay toda una tradición cultural
relacionada con la armería y abundante en cuchillos angulados y
"afalcatados" que cambian de aspecto y de nombre según la región, muy
parecido a como ocurre en el caso del corvo aquí en Chile, justamente.
La hoja curva de los tajamatas, por ejemplo, podría despertar ciertas sospechas. Otro caso español de estos cuchillos curvos es el bodollo, usado para cortar ramas y brotes, razón por la que a veces es llamado también podón.
Por
la descrita razón y por varios otros ejemplos disponibles en las
crónicas históricas, la posibilidad de que el corvo chileno sea la
versión criolla de algunos de estos cuchillos españoles resulta ser una
de las más abordadas por los estudiosos, como veremos a continuación.

Un
cuchillo mitrhaístico romano muy parecido al corvo y a otras armas
curvas, en los mosaicos de la ciudad en ruinas de Ostia Antica, en
Italia.

Distintos
tipos de armas internacionales correspondientes cuchillos curvos. De arriba
hacia abajo: el Alfanje ibérico-morisco, la Falcata ibérica, el Kukri
nepalés y el Kerambit indonesio.
CORVO, GUMIA Y ALFANJE: MENCIONES EN "LA ARAUCANA"
Aunque
no todos están de acuerdo en la posible raíz hispano-árabe del corvo
chileno, uno de los mayores sospechosos de ser precursor del mismo
parece ser el alfanje y los puñales diseñados con este mismo estilo y
curvatura, piezas que venían en la correa de los conquistadores
españoles y sus súbditos.
Como se sabe, el alfanje es un espadín de origen árabe, cuyo nombre original era al janyar.
Su posible semejanza con el corvo y su supuesto vínculo gestacional lo
observa también don Benjamín Vicuña Mackenna, en su obra "La Guerra del
Pacífico" de 1880:
Consiste
en una hoja pequeña ligeramente curva como los alfanjes moriscos, y
ofrece sobre el puñal recto la ventaja de la defensa, porque en las
riñas obra de cierta manera como broquel para parar los golpes. Por su
forma es de mucho más difícil manejo que la daga recta, usada por
nuestros campesinos del sur, pero los mineros aprenden su esgrima
especial que requiere mucha más flexibilidad en la muñeca que vigor en
el brazo.
De
ángulo curvo, parecido a la cimitarra y generalmente con filo por sólo
un lado, el alfanje entró a España por la influencia mora que se
dispersó por la Península Ibérica, siendo conocido en varias otras zonas
de la costa Norte del Mar Mediterráneo. Ignoro si esto tendrá alguna
relación con la popularidad de los sables corvos usados por los hispanos y después también los patriotas, ya en tiempos de las guerras independentistas.
De
acuerdo a la teoría de una relación entre el alfanje y el corvo, el
cuchillo chileno podría ser una adaptación del primero al formato y
tamaño de cuchillo, que los propios españoles se encargaron de traer a
América como se confirma paseando la vista por los versos de don Alonso
de Ercilla según se verificará más abajo. Sería, por lo tanto, el
resultado de otra influencia hispano-arábiga sobre el Nuevo Mundo.
Recuérdese que también proviene del mundo árabe un cuchillo otrora muy
conocido por los ibéricos llamado gumia, correspondiente a un puñal de buen tamaño y hoja curvada. Similar es el caso de la elegante daga jambiya, de origen medioriental (Persia e India) pero alguna vez popular en Andalucía.
Aunque
personalmente suscribo a la teoría de la posible influencia
hispano-arábiga sobre el origen del corvo chileno, debo admitir que no
todos los estudiosos del tema comparten dicha creencia y a veces las
teorías no están bien respaldadas. Iván Aróstica Maldonado, por ejemplo,
en su interesante ensayo "Por los cuchillos de Chile. El Corvo" (Ed.
Caballo de Fuego, 2002), observa con incredulidad este planteamiento:
A
primera vista, fuera de la pata de cabra que lo envolvía, el corvo
corre el albur de parecer una módica réplica del elegante alfanje moro.
El cotejo, sin embargo, refuta la paridad, porque mientras el puñal
extranjero va generalmente vaceado en el lado externo y es blandido al
modo de un cuerno, el nuestro exhibe su hoja acerada, curva, pero con
filo por la parte cóncava, interna. Aunque toda colaboración es posible,
cuando se tejen conjeturas, lo cierto es que la simetría sólo tolera la
conformación arqueada de ambos.
Echando
miradas hacia lo profundo y distante de la historia nacional, las
primeras menciones que se conocen en Chile sobre el corvo o algo
parecido a él y a la gumia, se asoman en la crónica poética y
épica "La Araucana" de Ercilla, en pleno período de Conquista del
territorio (1569). En estos versos se hacen referencias también a un
cuchillo corvo que parece derivado del alfanje que traían consigo los
primeros españoles llegados a Chile. En el Canto IX, por ejemplo, se lee
la alusión a los cuchillos corvos (curvos) de la siguiente manera:
También Angol, soberbio y esforzado,
su corvo y gran cuchillo en torno esgrime
hiere al joven Diego Oro y del pesado
golpe en la dura tierra el cuerpo imprime;
pero en esta sazón Juan de Alvarado
la furia de una punta le reprime,
que al tiempo que el furioso alfanje alzaba
por debajo del brazo le calaba.
su corvo y gran cuchillo en torno esgrime
hiere al joven Diego Oro y del pesado
golpe en la dura tierra el cuerpo imprime;
pero en esta sazón Juan de Alvarado
la furia de una punta le reprime,
que al tiempo que el furioso alfanje alzaba
por debajo del brazo le calaba.
En el Canto X reaparece una asociación del cuchillo corvo, esta vez con relación al alfanje:
Caupolicán, que estaba por juez puesto
mostrándose imparcial, discretamente
la furia de Orompello aplaca presto
con sabrosas palabras blandamente;
a así, no se altercando más sobre esto,
conforme a la postura, justamente,
a Leucotón, por más aventajado,
le fue ceñido el corvo alfanje al lado.
mostrándose imparcial, discretamente
la furia de Orompello aplaca presto
con sabrosas palabras blandamente;
a así, no se altercando más sobre esto,
conforme a la postura, justamente,
a Leucotón, por más aventajado,
le fue ceñido el corvo alfanje al lado.
Y en el canto Canto XIV, lo vemos como herramienta de trabajo:
Como parten la carne en los tajones
con los corvos cuchillos carniceros,
y cual de fuerte hierro los planchones
baten en dura yunque los herreros,
así es la diferencia de los sones
que forman con sus golpes los guerreros:
quién la carne y los huesos quebrantado,
quién templados arneses abollando.
con los corvos cuchillos carniceros,
y cual de fuerte hierro los planchones
baten en dura yunque los herreros,
así es la diferencia de los sones
que forman con sus golpes los guerreros:
quién la carne y los huesos quebrantado,
quién templados arneses abollando.
El Canto XVII lo reafirma como el señalado instrumento funcional:
Cuales con barras, picos y azadones
abren los hondos fosos y señales,
cuales con corvos y anchos cuchillones,
hachas, sierras, segures y destrales
cortan maderos gruesos y troncones,
y fijados en tierra, con tapiales
y trabazón de leños y fajinas
levantan los traveses y cortinas.
abren los hondos fosos y señales,
cuales con corvos y anchos cuchillones,
hachas, sierras, segures y destrales
cortan maderos gruesos y troncones,
y fijados en tierra, con tapiales
y trabazón de leños y fajinas
levantan los traveses y cortinas.
Y reaparece en el Canto XXIX, pero nuevamente como arma asociada al alfanje:
Las robustas personas adornadas
de fuertes petos dobles relevados,
escarcelas, brazales y celadas,
hasta el empeine de los pies armados;
mazas cortas de acero barreadas
gruesos escudos de metal herrados,
y al lado izquierdo cada cual ceñido
un corvo y ancho alfanje guarnecido.
de fuertes petos dobles relevados,
escarcelas, brazales y celadas,
hasta el empeine de los pies armados;
mazas cortas de acero barreadas
gruesos escudos de metal herrados,
y al lado izquierdo cada cual ceñido
un corvo y ancho alfanje guarnecido.
La
presencia de los corvos en Chile puede seguir rastreándose por la
Colonia. Aróstica comenta ciertas referencias que aparecerían sobre el
corvo chileno en una prohibición de 1634, que fue promulgada para
impedir que los pendencieros indios, negros, mestizos y la "plebe" en
general, portaran armas blancas entre las que figuraban las catanas,
correspondientes en su tiempo a un tipo parecido al mencionado cuchillo
alfanje y otros más cortos, posiblemente modelos de corvos en su fase
originaria o primitiva.

Actualización:
un tajamata de campo chileno, en donde es llamado con frecuencia achona
o chona. De la colección del investigador Fito Gallegos, en Angol. El
corvo no es el único cuchillo curvado de trabajo que haya servido de
herramienta y arma a la vez.

Actualización:
estas herramientas zapateras son apodadas corvos o corvillos por
algunos practicantes del oficio en Chile, y se emplean para ciertas
tareas específicas de la fabricación artesanal, como el reborde y corte
perfilado de las suelas. Desconozco si tienen alguna relación con el
cuchillo propiamente tal, fuera del nombre, pero sí es curiosa su
semejanza con variaciones como la del corvito parronero retráctil o
cortapluma parronina, por ejemplo.
EL CORVO COMO HERRAMIENTA
Hay
quienes sostienen que el corvo no nació directamente como un arma
blanca, sino como una herramienta circunstancialmente convertida en
cuchillo de combate. Y hay buenas razones para suponer esto, pues el
caso sería parecido al del nunchaku oriental, el hacha o los
látigos, que surgen como herramientas pero terminan convertidos en
armas. Tal es la idea, por ejemplo, que Carlos López Urrutia deja
vertida en "La Guerra del Pacífico. 1879-1884" (Ed. Ristre, 2003):
El
famoso corvo chileno no era un arma militar sino que la empleaban
usualmente los trabajadores agrícolas y los mineros, por ser una
herramienta muy útil para el desempeño de su trabajo.
La
existencia de algunos viejos ejemplares de corvos que presentan filo
por sólo uno de los cantos de su hoja, a diferencia de los actuales del
Ejército que llevan invariablemente filo en ambos bordes, aporta mucho a
la posibilidad de que estos cuchillos hayan sido concebidos como
herramientas y sólo circunstancial o alternativamente convertidos en
armas mortales, derivando después a este rol como su característica.
Tradicionalmente,
el corvo ha estado asociado a la actividad de la minería antigua del
Norte de Chile. Más específicamente, el folclore oral relaciona al corvo
con los mineros y barreteros, que lo usaban para cortar la mecha y
hacer la perforación inicial para los tiros explosivos de la pampa
nortina, entre otras utilidades. El encastre del dedo sobre el mango o
pomo solía tener un diseño más o menos característico según la zona
geográfica minera de la que procede, además. La llamada púa de
juntura de la hoja-mango, era otra característica muy desarrollada por
los mineros y que muchos consideran rotunda para identificar un corvo
auténtico, especialmente en los de tipo atacameño.
Por
mi parte, antecedentes y testimonios de su uso que he ido reuniendo en
viajes por el país me han permitido tomar apuntes para comprender que es
mucho más que sólo la herramienta minera y pampina. Aunque no puedo
precisar ahora su lugar en la línea en que se encuentran estas
modalidades de uso con respecto a la cronología histórica del corvo y
particularmente con su época dorada entre mineros y soldados de la
Guerra del 79, comentaré los siguientes casos como ejemplos:
- El corvo pasó por manos de marinos y marineros chilenos, además de pescadores. Si entendí bien los testimonios de quienes los usaron, eran empleados por algunos hombres de mar para cortar cabos y redes.
- Parecido a lo anterior, en la Zona Centro y Sur -como he visto en Puerto Saavedra- se lo emplea hasta nuestros días por pescadores de algas, para cortar tallos y ramas de cochayuyos en las rocas costeras.
- Ciertos ex calicheros de Tarapacá y de Arica recordaban que lo habían usado como herramienta también por oficios tan disímiles como albañiles y zapateros, especialmente cortando cuerdas, cordones y cueros.
- En tanto, hacia el Sur del país se empleó el corvo para cortar cuerdas de fardos y cabrestantes, lo que nos explica quizás la razón originaria de su forma torcida con filo interior (cortar cabos y cuerdas).
- Finalmente, los trabajadores del campo lo usaban con gran popularidad y siempre traían el suyo pues, además de servir en labores cotidianas (corte de ramas, amarras, cordeles, pieles, etc.), era seguro portarlo en caso de asaltos o escaramuzas.
Sobre
el servicio múltiple del corvo en la vida del trabajador, Oreste Plath
nos informa desde su triple estudio "Grafismo animalista en el hablar
del pueblo chileno; Heroísmos y alegrías arrancados del Folklore; El
corvo" (Editorial de "La Tarde", 1941), lo siguiente:
El
roto maneja el cuchillo con destreza, y siente predilección por laborar
con él. Maravillas hace con él cortando tientos para los frenos, lazos.
Hermosas son las monturas chilenas hechas a cuchillo.

Corvo de curvatura muy pronunciada en la hoja, del tipo usado en la Guerra del Pacífico (Colección de Marcelo Villalba Solanas).
LA GEOGRAFÍA DEL CORVO
En
su "Baraja de Chile", Plath también nos da pistas bastante certeras
para poder reconocer la procedencia geográfica de cada corvo auténtico y
el empleo que tuvo la reliquia, de acuerdo a los materiales de su
confección:
La
empuñadura, el mango, o cacha, es de contornos poligonales y está
formado por una serie de piezas de cobre, plomo, bronce, asta de buey,
madera y plata, colocadas como anillos en el cabo. Todas estas piezas
están sostenidas por un eje de acero, continuación de la lámina hacia el
mango, la que termina remachada en la parte final.
Por
el empleo del material de las empuñaduras se puede identificar el lugar
de procedencia del corvo; así, en los mangos de los corvos del Sur se
encontrará la rodaja de suela, madera, asta, y no de metal.
Como
se observa en las palabras del autor, la empuñadura del corvo involucra
con frecuencia, un trabajo tan prolijo y dedicado que podía ser
equivalente al de la joyería, buscando alcanzar un estatus o
refinamiento incluso en el ambiente de rotos y gañanes, o cuanto menos
adular ante ellos su buen gusto por esta clase de artículos.
Aunque
ya hablaremos más de este punto, cabe señalar aquí que, según relaciona
también Aróstica, la procedencia concreta de los corvos es factible por
la observación de estas empuñaduras:
- Los mangos hechos por fichas, monedas, huesos y metales tienden a ser de la pampa, de herrerías de Cabildo e Illapel y de los cerros del Norte Verde.
- Los de asas de cuero negro endurecido, cachos bovinos, monedas de oro y círculos de madera, suelen provenir de maestros de Aculeo, Alhué y la zona Sur.
Si
bien no me siento tan solo en la idea de que el corvo pudo estar
repartido por casi todo Chile ya en el siglo XIX, pesa la aseveración
realizada por Vicuña Mackenna, respecto de que el corvo era conocido
inicialmente sólo "en las provincias del norte y especialmente entre los
mineros de Atacama",
y que hizo aparición como arma recién en los albores de la Guerra del
Pacífico, a causa de la necesidad de los mineros antofagastinos de
defenderse de las tropelías cometidas por la efímera autoridad boliviana
allí instalados. Agrega que los bolivianos siempre temieron al corvo y
que "de él hablan documentos oficiales tan antiguos como el
descubrimiento de Caracoles", refiriéndose al mineral de plata de
Atacama. Más abajo veremos a qué se refería el autor del "Álbum de la
Gloria de Chile".
Empero,
aunque otros autores como Plath señalan que el huaso prefería el lazo
al cuchillo que tanto gustaba al roto, veremos ahora que hay muchas
referencias en la tradición que sugieren que el corvo también fue
bastante popular en los campos chilenos y no solo en la pampa nortina,
aunque siga siendo patrimonio relacionado especialmente con la figura
del roto urbano y del minero de los desiertos.
Piezas
metálicas de diferentes cuchillos curvados de la época de la Guerra del
Pacífico y alrededores. Algunos aparentan ser piezas-herramientas
transicionales a los cuchillos curvos primitivos (Colección de Marcelo
Villalba Solanas).
EN LA MANO DEL HUASO
La
mejor prueba de una relación estrecha entre corvos y hombres de campo,
la da el hecho incontestable de que existen al menos tres tipos
derivados del cuchillo de marras, adaptaciones específicas al trabajo.
Algunos
son propios del territorio agrícola de Chile a pesar de ser sumamente
parecidos a otros modelos de cuchillos curvos ibéricos, además de poder
encontrarse allá también los modelos más tradicionales y populares que
ya se han descrito:
- Cortaplumas Parronina o Parralina, llamada también Corvito de Parra, Cuchillo Parronino o Huasito Parronero. Uno de sus creadores o principales fabricantes habría sido de la familia colchagüina Castro, residente en el sector de Los Parrones (de ahí el nombre). Es articulado y plegable como una cortaplumas tradicional y usado en el trabajo de los peones, podadores y temporeros. Si acaso tuviese también influencia española, este es uno de los pocos casos en que tales navajas se hicieron populares y no fueron despreciadas sólo como "cuchillos de gitanos". Aún se mantiene vigente su empleo y producción en ciertos talleres.
- Corvo Pesuña del Diablo, correspondiente a uno artesanal de mango fijo generalmente en asta bovina, hueso o madera, y hoja corta muy curvada y de punta aguzada, útil tanto para las faenas del campo (podas, cortes de ramas, carneos rápidos, etc.) como también a modo de arma, por su aspecto terrorífico y sus posibilidades de herir acordes a tal oscura fama. Algunas piezas se ven casi similares a otros cuchillos artesanales españoles como el tajamata, sin embargo su uso está en franca retirada según nos parece.
- Corvo Suave, artículo ya parcialmente desaparecido y que, según comenta Aróstica, surge desde los talleres herreros de pueblos y rincones campesinos, debiendo su nombre a que es un poco más recto que el tradicional, aunque igual de malévolo y alguna vez uno de los favoritos de los bandoleros de campo. Era producido en talleres artesanales del zonas agrícolas.
Tampoco
hay duda de la presencia del corvo convencional o popular entre los
huasos, algo de lo que he sido testigo en persona. Una hermosa pieza
correspondiente a un corvo campesino se exhibe en el Museo de Colchagua,
en Santa Cruz, con decoración en su hoja y que formaba parte del apero
de los antiguos huasos de la zona. Es probable que desde ellos haya
llegado a ganaderos y arrieros de montaña, además de los pilcheros y
ovejeros patagones. La leyenda también habla del famoso Huaso Raimundo
como un hábil asesino a corvo de Maipú y el Aconcagua en los días del
Centenario de la República, antes de ganarse la ejecución y su tumba
convertida en animita.
Algunos
huasos solían pelear sus justas y ordalías de combate con el corvo en
la diestra y el poncho o manta en la siniestra, estilo muy parecido a
como lo hacían los "choros" y "guapos", cuales gladiadores de campo,
aunque a veces con más razones motivadas por el alcohol que por el
honor. También como sucedía entre los rotos, bastaba una pequeña
rencilla, un lío de faldas o sólo una mirada provocadora en la cantina
para desenfundar el arma.
Esto
sucedía hasta no hace muchas décadas, según se recuerda en zonas como
Putaendo y San Fernando, antes de que el imperio de la ley llegara
totalmente a los campos chilenos. No hay tanta fantasía, entonces, en la
canción "El Solitario" de Willy Bascuñán, cuando decía a través de la
voz de Pedro Messone:
Mi caballo tiene alas
cuando lo apuro
mi poncho es bandera altiva
de libertad,
mi corvo se muestra fiero
con los extraños
la muerte por los caminos
me ha de encontrar.
cuando lo apuro
mi poncho es bandera altiva
de libertad,
mi corvo se muestra fiero
con los extraños
la muerte por los caminos
me ha de encontrar.
El
escritor y periodista Joaquín Díaz Garcés, quien definiera al corvo
como "la más fiera de las cuchillas que ha dado el brazo chileno",
lo menciona en su conocido cuento "Juan Neira", originalmente publicado
en el diario "El Mercurio" del 16 de febrero de 1901 y dedicado a un
veterano ex soldado del Valdivia en la Revolución del 51 y sargento del
Regimiento Buin en la Guerra del Pacífico, que acabó sus días como
capataz del fundo Los Sauces, "extensa propiedad del sur, con grandes pertenencias de cerro y no escasa dotación de cuadras planas",
pereciendo atacado allá por seis gañanes, aunque dándole muerte a la
mitad de sus agresores antes que estos lograran liquidarlo. En la obra
se pasea por varios pasajes donde se retrata en colores la importancia
del corvo en la vida rural y su función en las leyes de hierro del campo
chileno:
- Un individuo se separó del árbol y comenzó a andar en su dirección silbando alegremente. Una mirada sola bastó para hacer comprender a Neira que estaba frente a una emboscada; el gañán que tenía por delante era el que lo había 'sentenciado' y no había sido tan necio para ir solo a buscar lo al cerro. Con una mano se palpó la cintura, y al encontrarse allí su corvo de los días de fiesta, sacó con la otra la tabaquera, y se puso a liar un cigarro.
- Después puso la mano en la cacha de su corvo, enrolló con el otro brazo su poncho negro de castilla y le dijo al gañán: -¡No te expongáis, Alegría! Llama a tus amigos. No ensucio mi corvo de los domingos en ti solo.
- Los cuchillos se chocan, el corvo entra cada vez hasta la empuñadura y la sangre corre cerro abajo en un delgado chorro que va rodeando las piedras y abriéndose paso al través de las matas.
Su
arribo y acervo en el mundo minero tampoco parece estar del todo claro,
pero podría haber alguna conexión con el mundo rural paralela a la
vertiente directa que significó el enrolamiento de los rotos. Mientras
algunos creen que el cuchillo llegó a los trabajadores chilenos de
Atacama y Tarapacá poco antes de la Guerra del Pacífico y a causa de la
migración de trabajadores desde territorios de más al Sur a las
guaneras, covaderas e incluso argentíferas como Caracoles y Huantajaya,
en otras propuestas se estima que ya era un cuchillo local en la zona
minera Norte de Chile, particularmente el corvo atacameño, pues había
pasado a formar tempranamente parte del equipo de trabajo de los mineros
pirquineros de Copiapó durante la fiebre de la plata, idea más acorde
con las revisadas aseveraciones de Vicuña Mackenna.
Sin
embargo, no está por demás recodar que muchos trabajadores emigrados a
las covaderas y salitreras de lo que hoy es todo el Norte de Chile,
provenían de sectores rurales e interiores de más al Sur, buscando
mejores prospectos de vida fuera del rigor de la vida agrícola. Si acaso
ellos llevaron los corvos a la pampa, no estoy en condiciones de
arriesgarme proponerlo acá.

Ilustraciones
aproximadas a tres modelos de corvos que se han conocido como típicos
de los campos chilenos: a la izquierda, el "parralino" o parronino retráctil; al
centro, una "pezuña del Diablo" (su aspecto cambia según cada versión,
pues se trata de un corvo artesanal); y a la derecha, el "corvo suave"
con guarda, alguna vez muy usado por cuatreros. Hay muchas diferencias
entre una pieza y otra, así que he usado imágenes de otros cuchillos
parecidos y algunos dibujos anteriores míos para darle un promedio al
aspecto de cada uno.
EN LA MANO DEL ROTO
Aun
fuera de los campos de batallas y quizás antes de llegar a ellos, el
corvo ya se había graduado como un arma eficaz y recurrida entre los
rotos chilenos. Cuchillo muy temido, además, que "choros" y "guapos"
apodaban como "quisca" y "lengua de vaca", motes después
adoptaría el lenguaje delincuencial más contemporáneo y la jerga
carcelaria para referirse a las armas cortopunzantes en general.
Por
su parte, Julio Vicuña Cifuentes dice en "Coa. Jerga de los
delincuentes chilenos" (Santiago, 1910), que en el mundo del hampa y la
cárcel al corvo se le denominaba por entonces "guaraña" (quizás corrupción de guadaña):
El popular cuchillo llamado en Chile corvo, que tan principal papel juega en las reyertas y salteos.
Confirmando
este matrimonio estrecho entre el arma y el roto, el famoso viajero
norteamericano Harry A. Franck, escribía en sus memorias "Working North
From Patagonia" de 1921:
Hay un dicho en Chile, de que la población se compone de futres, bomberos y rotos.
Los primeros son holgazanes callejeros bien vestidos; los bomberos son
los voluntarios luchadores contra el fuego, y los rotos forman la clase
trabajadora irregular que constituye el grueso de la población. De este
último, se dice que nunca está sin el corvo, un feo cuchillo curvado,
con el que se apresuran a tripear (sic), o sea, sacar a la luz las "tripas" de un adversario...
Plath nos da otra descripción de esta característica del corvo, que lo estrecha con la identidad del roto:
Es común oír decir que el "roto" es cuchillero. Sí; pero cuchillero fino, como ajustado a un código de honor.
Entre
peladores y en plena lucha, aunque tengan blanco no pegan, hasta no
tener la puñalada certera, la que parta el alma y haga irse en un solo y
largo quejido.
Hay
que destacar que cuando el desafío se produce atados de pies es una
lucha formidable; sus manos están como enguantadas en una pequeña manta.
La pelea a corvo o a puñal es a muerte; uno quedará 'panza al sol', "guata arriba".
El
roto es decidido y valiente con su corvo de cacha de asta de buey
-cuerno negro y blanco- "cachiblanco"; también los hay de argollas de
acero y cuerpo.
El
corvo va, lo llevan siempre enfundado en una gran "pata de cabra", del
que no se separan, como el bandolero de su "choco", carabina recortada.
Cabe
añadir que esta esgrima de "precisión" descrita por Plath, tal vez
tenga que ver con la que se practicará después en los recintos penales
chilenos aunque con grandes sables improvisados a partir de fierros y
vigas metálicas, pues se trata de una especie de recreación o analogía
de una justa real en la que la contienda termina cuando uno de los luchadores
consigue dar un golpe o "puntazo" certero a su oponente, que en una
ordalía real sería sentencia de muerte, poniéndose fin así a estas
peleas donde rara vez hay heridos de consideración o gravedad.
Curiosamente,
el corvo del roto también llegó a probar su filo tempranamente fuera
del país, de la mano de los mismos trabajadores que iban a verse
introducidos en las actividades mineras, como lo sugiere otra vez Plath
al aludir a la fiebre aurífera californiana de 1850:
Dicen
que los rotos fueron los primeros aventureros en California cuando la
fiebre del oro y ellos fueron los únicos que pudieron contener, poner
ataje a los desmanes de ciertas patrullas, a punta de cuchillo y
corazón.
Cabe
preguntarse, de paso: ¿habrá alguna posible relación entre los rotos
mineros que participaron de la fiebre del oro en Norteamérica y el
parecido evidente de los cuchillos curvos usados en zonas rurales de
México con nuestro corvo chileno?

Mineros
chilenos del siglo XIX, en ilustración del Atlas del naturalista
Claudio Gay. Los mineros de Atacama fueron los trabajadores más
asociados al uso del corvo y quienes lo habrían introducido en el
Ejército.

Representación
de un roto criollo con corvo y poncho al brazo, listo para el duelo.
Ilustración de Luis Felipe Aróstica Valenzuela para la portada del libro
"Por los cuchillos de Chile. El Corvo", de Iván Aróstica Maldonado.
DEL ROTO AL MINERO PAMPINO
En
las salitreras del Norte de Chile, se conocía a las mismas peleas a pie
amarrado y corvo descritas por Plath como "duelo pampino", llevándose a
efecto siempre en la soledad de algún lugar escogido por los duelistas,
generalmente en la noche y alrededor de una fosa cavada por ellos
mismos para el eterno descanso del desafiante que resultara perdedor.
En
la obra dramática "Chañarcillo" de Antonio Acevedo Hernández, uno de
los personajes describe la relación casi cultural del corvo con el
ambiente minero de la vieja sociedad copiapina, empezando desde la
niñez:
El
corvo, el cuchillo, Carmen, no es extraño al minero, como no lo es la
uña maestra al puma... El corvo es la continuación del brazo, es cómo lo
diría... es lo que refuerza la palabra, así como una escritura... Aquí
los niños quieren tanto al corvo y desprecian tanto el dolor, que juegan
a la pulgá de sangre, que es un jueguecito que, como toos saben,
consiste en pelear con un cuchillo al que se le ha dejao libre sólo una
pulgá de fierro pa que acaricie la carne.
Parecida
es la conclusión a la que había llegado antes un artículo del "Bulletin
of the American Geographical Society of New York" de 1884, refiriéndose
también a una relación precoz de los niños chilenos con el corvo:
La
primera ambición intensa de un niño chileno en los ámbitos comunes de
la vida es ser dueño de un corvo o cuchillo curvo, y se convierte en su
compañera inseparable a través de la edad adulta.
Los
mineros desarrollaron toda una tradición como fabricantes artesanales
de corvos en este período, por cierto. De seguro lo utilizaron durante
la Revolución de los Constituyentes de 1859. Quizás las piezas más
artísticas salen de esta generación de cuchillos producidos en Atacama y
Tarapacá, así que no es casual la interminable colección de corvos que
aparecerá entre los enrolados de la Guerra del Pacífico, como veremos.
Además, los chilenos que se establecieron en los territorios cuya
disputa se creyó resuelta por los tratados de 1866 y 1874 con Bolivia,
en más de una ocasión debieron usar estos corvos con la misma necesidad
autodefensiva que los rotos emigrados a California, para reprimir los
abusos de la autoridad local desde años antes de la guerra salitrera,
como lo puso a la vista Vicuña Mackenna.
Sobre
esto, hay antecedentes interesantes: sucedía que el rico yacimiento
atacameño de plata de Caracoles fue hallado justo dentro del límite del
territorio en condominio del Tratado de 1866, por lo que el gobierno de
Bolivia se resistía a compartirlo con Chile llegando incluso a tratar
de falsear informes sobre la ubicación geográfica y hacerlo aparecer
fuera del área de participación común. Por esto, ya siendo evidentes las
rivalidades entre ambos países, los muchos chilenos que trabajaban y
vivían allí solían ser objeto de constantes calaveradas por parte de las
autoridades bolivianas locales.
Varios
gravísimos casos de abusos serían denunciados por la sociedad civil "La
Patria", fundada por el cónsul chileno Enrique Villegas en octubre de
1876. Empero, envalentonados con la actitud pusilánime y cobarde de La
Moneda, los policías cometieron una sangrienta nueva tropelía el 19 de
noviembre siguiente: irrumpieron en la fiesta de una chingana del
campamento atacando a fuego y sin motivo a los chilenos que estaban allí
bebiendo y cantando. El peor herido fue Eliseo Arriagada, quien ni
siquiera tenía algo que ver con la fiesta, muriendo desangrado.
Furiosos, los cerca de 400 mineros se arrojaron en masa contra los
policías bolivianos empuñando todos sus corvos, y los habrían destrozado
de no ser porque Villegas intervino tratando de parar a la chusma
mientras los uniformados se refugiaron en los cuarteles, donde
permanecieron hasta el día siguiente, después del funeral del fallecido.
A pesar de este favor, el Presidente Hilarión Daza de Bolivia le
canceló al cónsul su exequátur y ordenó a un contingente ocupar
Caracoles para desbaratar "La Patria".
No
terminará allí la historia ni su reflejo sobre la hoja de los corvos:
en represalia, muchos rotos fueron pasados por el temible castigo de "la penca",
correspondiente a latigazos con una especie de azote hecho de alambres y
cabezas metálicas en las puntas. Y luego de ser denunciada esta cruel
práctica por el Diputado Ángel Vicuña, el diario boliviano "El
Caracolino" del 17 de octubre de 1877, comentaba desafiante e irónico:
Un
periódico de Chile habla de ese instrumento contundente, sin duda
interpretando las ideas que sobre este litoral tiene el señor ministro
Alfonso, y que las ha emitido en su memoria. Pero tanto el articulista
como el célebre hombre público de la nación vecina, deliran a la manera
de los niños. Aquí no hay tal "penca" y sí bien cuchillos corvos que nos
han traído algunos paisanos del "Amigo del País" y del cónsul que ha
dado a don Ángel C. Vicuña la tal penca.
Los
sangrientos incidentes de la pampa, las irritaciones nacionalistas y
las tragedias como la de Caracoles con sus ecos en la prensa, además de
sembrar odios entre los bandos y provocar el sacarle filo a los
cuchillos, quizás haya sido también una especie de anticipo de lo que
iba a suceder pocos años más tarde, al estallar la Guerra del Pacífico y
con todos esos mineros chilenos corriendo a los teatros de batallas con
sus corvos sedientos de venganza.

Corvos
de la Guerra del Pacífico con marcas de historiado, aunque son modelos
sin la característica "púa" en la unión del mango con la hoja. El
superior con virola (pieza-segmento de encaje entre hoja y mango)
corresponde al arma del soldado Artemón Arellano y estuvo en el Asalto y
Toma del Morro de Arica (7 de junio de 1880), y se ve historiado con
cuentas circulares. El de abajo perteneció a la cofradía atacameña y
tiene la particularidad de estar historiado con flores (rosas y hojas).
Piezas de la colección del investigador Marcelo Villalba Solanas.

Cuchillos
corvos del célebre Regimiento Atacama, formado por mineros chilenos y
usados en la Guerra del Pacífico (Colección de Marcelo Villalba
Solanas).
EN LA MANO DEL SOLDADO
Ya
en 1913, en su obra "Progressive Chile", el escritor estadounidense
Robert E. Mansfield describía el siguiente escenario de unión entre el
roto, el militar y el corvo chileno:
Los
rotos chilenos no sólo constituyen la clase trabajadora en Chile, sino
que también en el ejército, la marina y la fuerza policial son
reclutados en gran parte de sus filas. Como soldados poseen una valentía
temeraria que no se detendrá ante nada. Con un grito de "¡Viva Chile!"
cargan contra un enemigo, sin retroceder jamás, a menos que la victoria
se los permita. No tienen miedo a la amenaza. Se arrojan contra
fortificaciones bajo el fuego, escalan muros o riscos escarpados, nadan
ríos, y si todos mueren la derrota no está considerada. Una sola mano no
va a vencer en condiciones adversas, pero en número y en conflictos
mano a mano, la bravura del chileno no es superada por ninguna otra
nacionalidad. No luchan con inteligencia, pero sí desesperadamente. Su
arma favorita es un cuchillo, y cada roto chileno va armado con un
"corvo", un puñal con una hoja larga y curvada, que va adelgazándose
hacia una punta afilada, y generalmente adornado con un mango de metal
pesado. Éste es guardado en una funda de cuero, y se lleva en el
cinturón o el bolso de su poseedor. Es un artículo de utilidad común,
así como un arma de ataque y defensa. Cuando está enfurecido o amenazado
por un peligro, el chileno maneja un corvo tan naturalmente como el
negro americano lo hace con una navaja de afeitar, y es extremadamente
hábil en su uso. No es una cosa poco común para un peón destripar a otro
con un barrido del corvo, normalmente dejando una herida de forma
triangular, una marca de esta arma que resulta peculiar a la gente. Como
prueba de su predilección por el cuchillo como arma de lucha, se cuenta
que en muchos casos, durante la guerra entre Perú y Chile, en el
momento de la batalla, los soldados chilenos tiraron sus armas y se
lanzaron sobre el enemigo con corvos, luchando en el combate mano a
mano.
Y es así como cantaba también, entre guitarras y panderos, la vieja cueca chilena:
A puro corvo, si
caramba, raza altanera
Derrochando coraje
caramba, se fue a la guerra.
caramba, raza altanera
Derrochando coraje
caramba, se fue a la guerra.
Como
los archivos del Ejército de Chile no muestran a los primeros uniformes
militares conocidos ni los posteriores con el corvo integrado al
conjunto, parece cobrar fuerza la teoría de que fue el roto quien llevó
esta herramienta de su vida cotidiana a los campos de batalla, quizás a
partir de la Guerra Contra la Confederación Perú-Bolivia. Siendo
posible, así, que primitivo corvo llegara de manera informal al uniforme
con los mineros y tal vez también con campesinos que se incorporaron a
los batallones en la Guerra del 36, hay quienes son de la opinión de que
se remonta a las guerras de Independencia. Plath así lo estima al
comentar que, en la Batalla de Maipú, los rotos preferían sus puñales al
fusil, de la misma manera que los huasos preferían el lazo al sable.
Como
sea, no tardó en hacerte un arma temible, pasando de inocentes tareas
del campamento militar como la de pelar frutas y cortar correas a la de
asegurar triunfos bélicos con sangre. En la revista española "Armas y
Municiones" del 30 de junio de 2000, por ejemplo, se señala que el corvo
chileno, además de difundirse en la Guerra del 79, fue conocido como "el cuchillo degollador"
por su siniestra fama. No está demás recordar el grito de los rotos
corvo en mano subiendo por el Morro de Arica, aquel 7 de junio de 1880: "¡A degüello!".
El
que los corvos estuviesen atados al cinto cuando llegaron a los
cuarteles y campamentos militares de los tiempos republicanos, según la
tradición y la iconografía, sugiere que no formó parte de la
indumentaria oficial, sino que fue introducido como adición o
incorporación ocurrida de manera casi "natural" por los soldados en el
uniforme; es decir, por rotos mineros, gañanes y huasos enrolados. Vimos
que la tendencia era por entonces la de darle un sólo filo a su hoja,
algo que se mantiene incluso en varios corvos producidos durante la
posterior guerra salitrera, aunque no era una característica estricta de
todas las piezas. Algunos incluso presentaban bordes aserrados para
darle algunos centímetros de "dientes" a su hoja. Y se cuenta que Hernán
Trizano, el famoso y controvertido veterano que se erigiera como
gendarme protector de Temuco, también tenía un hermoso corvo que le
había sido obsequiado y que lucía mango de hueso de colores con engarces
de monedas de plata.
Además
de las guerras "oficiales", los corvos estuvieron en otros conflictos
no declarados: los enfrentamientos políticos callejeros de Santiago y
Valparaíso, primero en manos de grupos de izquierda, según parece. En
sus memorias tituladas "En tiempos del Frente Popular", por ejemplo,
Orlando Millas recuerda cómo los militantes de la Juventud Socialista y
sus milicias de la década de 1930, salían a enfrentar y dar verdadera
caza a los nacionalsocialistas criollos y otros enemigos, acechándolos
armados con corvos, especialmente a los vendedores de diarios del
movimiento nacista y a sus propagandistas. Los socialistas habían
elegido esta arma porque, según anotaría Millas, correspondía a "un puñal popular" y además "posible manejar cómodamente".

Un
cuchillo artesanal y dos corvos como los usados en la Guerra del
Pacífico, en el Museo Militar de Iquique. Puede observarse que el mango
de la pieza que se encuentra al centro está confeccionado con una estaca
de durmientes de ferrocarriles.

Piezas
metálicas de corvos y fundas de los tiempos de la Guerra del Pacífico,
en las vitrinas del Museo Militar del Morro de Arica.
EN LA GUERRA DEL PACÍFICO
Existe
una conocida fotografía del entonces Subteniente José L. Herrera
Gandarillas, supuestamente tomada en Antofagasta el 20 de febrero de
1879, según varias fuentes que la reproducen. Si la fecha es correcta,
entonces sería pasados sólo seis desde la ocupación chilena del puerto y
antes de formalmente iniciada la Guerra del Pacífico con las
respectivas declaraciones de guerra.
Lo notable es que en el retratado ya aparece con un elegante corvo ceñido al cuerpo y sostenido de su faja.
De
alguna manera, entonces, puede deducirse que el cuchillo ya no era
patrimonio sólo de rotos al estallar la guerra, y los soldados estaban
listos para empezar a preferirlo a los sables y bayonetas del
reglamento, si es que no lo venían haciendo ya desde conflictos
anteriores.
Una
semana después de captada la histórica imagen, el Presidente Daza hacía
pública en su patria altiplánica la noticia de la ocupación de
Antofagasta, ante una muchedumbre agolpada frente al balcón del palacio
presidencial, el 27 de febrero. Exagerando los hechos, pues no hubo
resistencia local, y exasperando de paso a la masa, su famosa
declaración fue llamada como "La Proclama del Cuchillo Corvo", por el particular contenido y lenguaje de la misma, mencionando al arma:
El
día 14 de los corrientes dos vapores de guerra chilenos con ochocientos
hombres de desembarco y apoyados por un considerable número de gentes
depravadas por la miseria y el vicio, asesinos de cuchillo corvo, se han
apoderado de nuestros indefensos puertos de Antofagasta y Mejillones,
por sorpresa, sin previa declaratoria de guerra, sin tener en cuenta que
la civilización condena los actos de bandidaje, más que los de las
hordas de salvajes, si ellos se cometen por naciones y gobiernos que
pretenden ser cultos. El resultado de una iniquidad internacional,
natural es que haya sido el ejercicio del crimen como acción loable. Un
policial boliviano, su esposa e hijo en Antofagasta, cuatro jornaleros
en Carmen Alto han sido asesinados con el arma especial del bandido
chileno: el puñal corvo.
No
es gratuita ni casual la alusión insistente -y casi obsesa en algunos
casos- al corvo para dirigir el índice sobre los chilenos, lo que
confirma que el cuchillo debió estar asociado a los trabajadores de esta
nacionalidad desde mucho antes de la guerra. Los informes peruanos
también recurrirían a su terrorífica imagen e imaginario como propaganda
de guerra, tanto para advertir como para alarmar a las masas civiles en
contra del invasor chileno (innecesariamente, en este caso, pues la
ciudad arequipeña estaba prácticamente abierta y no hubo resistencia),
como se lee en esta editorial del diario "La Bolsa" de Arequipa, del 10
de junio de 1882:
...si
han resuelto los chilenos el atacar nuestra hermosa ciudad, es con el
objeto de hacerla un montón de escombros, y a sus habitantes hacerlos
desaparecer, y avisar al mundo entero, como el general francés: Arequipa
ha muerto, y sus aguerridos y denodados habitantes forman pirámides de
cadáveres; su hermosa campiña está convertida en un panteón, pues las
mujeres, los niños y los ancianos han sido victimizados al filo del
corvo chileno y sembrados en el lugar de los frutos que producía.
Los
soldados del Regimiento Atacama, todos voluntarios muy relacionados con
el mundo minero de Copiapó y apodados los "curitas" o los "padrecitos"
por sus uniformes negros, parecen haber sido un gran aliciente para la
consolidación connatural del corvo como arma del Ejército de Chile en la
Guerra del Pacífico a pesar de no pertenecer oficialmente a la
indumentaria y equipo, tal como lo señala Aróstica en su libro:
...es
ese cuchillo como espolón de un gallo de pelea, esa original garra de
acero llamada corvo, el arma blanca de más quilates o alto vuelo; el que
entraña una mayor significación para nosotros los chilenos, pues, desde
que hiciera célebres a los soldados del Atacama, y al alero de incontables leyendas, consejas e historias, ha pasado a formar parte del alma nacional.
Antonio
y Alberto Márquez, por su parte, describen en "Cuatro siglos de
uniformes en Chile" (Ed. Andrés Bello, 1976) una de las razones
prácticas por las que fue asimilado el corvo como parte del uniforme en
plena Guerra del Pacífico:
La Infantería adopta el uso del corvo,
cuchillo de hoja ancha y curva, que sirve para desmoronar parapetos o
enganchar fusiles enemigos, a la vez que de eficaz ayuda en el combate
cuerpo a cuerpo.
Pisagua,
Tacna y la sierra peruana serán algunos de los escenarios donde más
protagonismo tendrá el corvo chileno en la conflagración de los
desiertos. Ya no son sólo rotos mineros quienes lo portan, sino también
altos oficiales, se dice que incluso algunos de aristocrático linaje. Su
mayor victoria y lucimiento quizás haya sido en el Morro de Arica,
haciéndole fama al arma y al mito nunca demostrado de la chupilca de Diablo.
En su conocido trabajo "Chilena o cueca tradicional" (Ed.
Universitaria, 1994), Samuel Claro Valdés reproduce las siguientes
líneas de una cueca patriota titulada "Toca cholo tu matraca", tomada
precisamente del folclore de los tiempos de la Guerra del Pacífico:
Toca cholo tu matraca
que tengo el corvo en la mano
y quiero dentrar a Lima
bailando a lo carrilano.
que tengo el corvo en la mano
y quiero dentrar a Lima
bailando a lo carrilano.
Con el corvo en la mano
me fui en batalla
y no hay cosa más linda
que la metralla
me fui en batalla
y no hay cosa más linda
que la metralla
El
Capitán Francisco Machuca cuenta en su obra "Las Cuatro Campañas de la
Guerra del Pacífico" (Valparaíso, 1926) que el corvo también servía al
soldado para remover tierra y hacerse un puesto de resguardo en el
terreno, desde el cual disparar tendido y oculto. Detalla también cómo
fue que el miedo de los aliados a esta arma pudo haber resultado
determinante en el desarrollo de varias batallas de la pampa, coronando
de laureles a las fuerzas chilenas que lo empuñaban.
El
corvo llegó a ser también un verdadero amuleto en los campos de
batalla: los rotos hasta fabricaban una miniatura del mismo con cascos
de municiones ya usadas de fusil, encajando la hojita en el plomo de una
bala y guardándola como un objeto de buena suerte o atesoramiento
dentro de una vaina de otra munición.
Ciertas
versiones similares a las grandes y con mangos de anillos, pero de hoja
de no más de 7 centímetros, habrían sido usados también como defensa
por las prostitutas de Antofagasta, Pampa Unión y otros famosos sitios
nortinos, llevándolos escondidos entre las ligas de sus medias. De
hecho, aún existe la tradición de vender en armerías y tiendas de
recuerdos pequeñas versiones miniatura del actual corvo militar, para
ser usadas como llaveros, colgantes o souvenirs coleccionables.

Dos
conocidas imágenes de soldados chilenos de la Guerra del Pacífico
luciendo sus corvos al cinto: a la izquierda, la imagen del Subteniente
José L. Herrera Gandarillas poco después de la recuperación del
territorio de Antofagasta; a la derecha, un soldado del Regimiento 4° de
Línea posando orgulloso ante la cámara.

Recreación
del corvo "pico de cóndor" en la esgrima militar y combate. Imagen de
los archivos fotográficos del Museo Histórico Nacional de Chile.
CORVOS CON GRABADOS Y SÍMBOLOS
Hay
muchos simbolismos asociados al corvo, partiendo por los colores de sus
empuñaduras o cachas y en particular cuando éstas son hechas con
anillos de bronce, hueso blanco y negro, piedras de colores, cobre,
argollas de astas, monedas, fichas salitreras, maderas y otros
materiales que se colocan sobre la espiga.
Este
tipo de trabajo semeja mucho a las asas y mangos que se hacen también
en ciertos cuchillos de México e Islas Canarias. Vimos ya que hay un
asunto de estatus o de refinamiento del dueño expresado en el trabajo
del mango, además de permitir suponer la procedencia geográfica de la
pieza dentro del país.
Hay
otros símbolos que son más explícitos y supersticiosos en la tradición
del corvo, hechos a raspe, cincel y grabado sobre la propia pieza. En la
tradición huasa y minera, por ejemplo, era popular la llamada Cruz de Salomón,
símbolo que se grababa en la hoja cerca del mango y que es mencionado
por Baldomero Lillo en su cuento también titulado "La Cruz de Salomón"
("Relatos Populares", de Ed. Nascimento, 1942). Su objetivo era servir
de garantía de triunfo en la lid y los enfrentamientos, además de evitar
posibles maldiciones, conjuros y maleficios tanto de los vivos como de
las ánimas de los muertos caídos por ese filo.
La
mencionada cruz, supuestamente protectora y mágica, siguió siendo usada
entre algunos delincuentes chilenos, y semeja mucho a la que hasta
ahora se tatúan algunos de ellos en la mano, entre el pulgar y el
índice. He visto corvos antiguos de particulares con más de una cruz
salomónica en la hoja o bien con cruces menores, induciendo a pensar que
a veces se hacían también como una cuenta de muertos o una garantía de
inmunidad por cada uno, para evitar las consecuencias de un pecado de
sangre.
Enrique
Volpe, en su artículo "Simbología del cuchillo chileno" (periódico "El
Valle" de San Felipe, febrero de 2001), habla de otro detalle en las
armas blancas y que sirve de amuleto o talismán: un anillo de hueso
negro en la baraja de bronce (guarda o cruz) del cuchillo, cuya función
es detener mágicamente los golpes en los duelos y que, usado de
determinada forma a la luz de la Luna, espantaría a los duendes y
espíritus malvados. Esta tradición, sin embargo, pertenecía más bien a
la daga chilena, sólo derivadamente al corvo.
No
obstante, las principales adiciones que se hacen al corvo son de una
negra tradición para nada sobrenatural ni mágica: la de "historiarlo",
algo parecido al orgullo del cazador que registra algo a sus presas y
cuelga sus cabezas como trofeos. Sobre el corvo historiado, Plath hace
la siguiente definición:
...son
los que tienen en la lámina unas pequeñas incrustaciones en forma
cilíndrica, de cobre, bronce y metal blanco. Dícese que estas taraceas
son la contabilización de las muertes que se han perpetrado con dicha
arma. Existen corvos que ostentan hasta veinte incrustaciones.
Seguramente, con los años, se ha convertido la aplicación en un estilo:
ya no testimonian, no dan fe de asesinatos. Hay otros cuyas láminas
están marcadas con alguna letra, como con una cruz, contra la cual no
hay quite ni baraja que valgan.
Hay
muchas piezas de colecciones que se observan con hojas historiadas con
estos puntos (cuentas), los tétricos "árboles de la muerte" donde cada
rama es un fallecido y, ocasionalmente también, algún fruto o círculo al
final de la misma; también están "ojos de ángeles" para la misma
función contabilizando víctimas, además de líneas, rayas en el canto y
muescas varias.
Entre
las innumerables reliquias atesoradas por el investigador histórico
Marcelo Villalba, director de su propio Museo de la Guerra del Pacífico,
he podido acceder a magníficos corvos historiados con estos y otros
procedimientos mencionados. Me parece que la costumbre no es muy
distinta de la tradición de grabar cruces, marcas y hasta nombres en la
culata de algunos fusiles empleados durante la misma Guerra del 79.
Tal
como observa Plath, el historiado de corvos debe haber comenzado como
cuenta de muertos y así se mantuvo por largo tiempo, pero muy
posiblemente no todas las armas con este detalle lucen en realidad un
libro de contabilidad con los finados a su haber: algunos, por ejemplo,
llevan sólo puntos o letras de latón con más apariencia ornamental, y
otros incrustaciones de marfil e incluso plata. También los hay
decorados con flores y grecas, igualmente procedentes de la guerra.

Cuchillo corvo de las colecciones del Museo Regional de Antofagasta.
LOS CORVOS MILITARES ACTUALES
Las
mencionadas dos variedades militares del corvo chileno oficial del
Ejército de Chile, parecen definirse durante el perfeccionamiento y
producción masiva de armas que se realizó por los talleres de FAMAE.
Según Aróstica, esto comenzó a partir de 1971 y más profesionalmente a
partir de 1977. Se lo produjo entonces a través de su filial Andes SAM,
como parte de los preparativos ante la inminencia de dos intentos de
agresión de parte de países vecinos que, afortunadamente para la paz de
la región continental, no llegaron a consumarse.
Sin
embargo, debe recordarse que la esgrima militar del corvo fue
convertida en disciplina mucho antes, al igual que los diseños
definitivos del corvo oficial. Esto sucedió en 1963, por el entonces
Capitán José A. Quinteros Masdeu, según él mismo cuenta en sus memorias
"Génesis de los Comandos del Ejército de Chile y su trascendencia
institucional" (Instituto Geográfico Militar, 1999), aclarando cómo fue
oficializada el arma en la institución:
Mientras
se buscaba un arma blanca, característica, que pudiese ser llevaba al
combate como complemento del armamento individual, de entre las sombras
de la historia y su espontáneo y victorioso uso durante la Guerra del
Pacífico, surgió y renació el terrible corvo, el que fue unánime y
entusiastamente aprobado por todos. Sin embargo, la tarea no fue fácil
porque en los museos habían diversos tipos de corvo que usó el roto
chileno (hecho y fraguado por él mismo)...
Encargado
por Quinteros, el entonces teniente Carlos Azagra Hernández se había
entrevistado con algunos de los últimos practicantes de la lucha a corvo
en el mundo del hampa, incluyendo uno de la Cárcel de San Bernardo con
varios caídos en Chile y países vecinos en su rojo currículum y gracias a
su propio corvo. El temido hampón le enseñó cómo usar el arma a Azagra y
así poder adaptarla a las necesidades del Ejército, para que fuera útil
al combate y que a la vez sirviera de distintivo simbólico en la tenida
de salida.
Fue
así como el Ejército oficializó sus dos presentaciones formales del
corvo reglamentario, con filo por ambos lados y el característico sello
corporativo de FAMAE en la hoja:
- El Corvo de Comando, correspondiente al que era conocido tradicionalmente como "pico de cóndor", un cuchillo de combate y que presenta su curva pronunciada en 90º. Suele ser más usado en desfiles y como objeto-símbolo militar. En Argentina se llama a este corvo "pico de loro".
- El Corvo Atacameño, correspondiente al que desde antaño ha sido apodado "garra de puma", y que es identificado con la infantería y adoptado por generalidad del Ejército, además de mucha iconografía simbólica institucional. Presenta una curva más sutil en la punta de 45°, torciendo aproximadamente un tercio o menos del largo total de la hoja.
Los
corvos militares chilenos imponen por su elegancia y aspecto
amedrentador, al punto de que incluso han existido intentos
internacionales de asimilarlo o imitarlo. Infelizmente, sin embargo,
tropelías cometidas durante el Régimen Militar por agentes represivos y
valiéndose de corvos (como sucedió al parecer con Caravana de la Muerte
de 1973 y en el estremecedor Caso Degollados de 1985), volvieron a
recordarnos que esta arma nunca ha estado ajena a la macabra tradición
de los chilenos matando chilenos, como alertara Nicolás Palacios al testimoniar los infaustos sucesos de la Escuela Santa María de Iquique en 1907.
Probablemente,
además, se lo había usado ya en más de alguna de las llamadas "Masacres
del Salitre" como la iquiqueña, correspondientes a matanzas de obreros
huelguistas pampinos que ocurrieron especialmente durante el Régimen
Parlamentario, cuando hasta veteranos del 79 acababan dando muerte a sus
propios rotos ex camaradas de armas en salitreras, pueblos del desierto
y oficinas del caliche, o incluso siendo víctimas de las balas cuando
habían dejado ya el uniforme.
Adicionalmente,
declaraciones desafortunadas de algunos altos jefes militares
relacionados con la Dictadura ya en sus últimos años, como la de los
"corvos acerados" para defender el gobierno o la promesa de que "los
corvos siempre protegerán el legado del General", sólo contribuyeron a
profundizar este injusto estigma sobre el símbolo histórico del cuchillo
chileno.
Y
aunque se lo asocia fundamentalmente al Ejército por aparecer en muchos
distintivos e insignias de diferentes unidades o grupos, debe
recordarse que el corvo ya está hace tiempo en la Armada de Chile, hasta
donde pasó a través de grupos como el Destacamento N° 1 de Infantería
de Marina y otras instancias de especialización. El arma aparecería
también en el uso y diseño de emblemas como el del Distrito Naval Norte.

Ilustraciones
de corvos historiados y grabados, práctica que era extendida tanto en
el mundo popular (mineros, huasos, rotos, hampa, etc.) como en el "arte
de trincheras" de tenor militar. Arriba: corvo con "árbol de la muerte",
con ramas rematadas en círculos (otras veces es en varias hojas, en
flores, e frutas, etc.). Al centro: corvo con la cruz talismánica de
Salomón y otras cruces menores. Abajo: corvo con marcas esféricas de
latón o "cuentas".

Corvos chilenos producidos por la cuchillería española SAMI.
¿SE ACABA LA ÉPOCA DEL CORVO?
Los
problemas más serios para el corvo chileno no provienen de la guerra:
comenzaron con el cierre de la filial de FAMAE, la empresa Andes SAM,
durante al año 2000. Como dijimos, ésta era la encargada de fabricarlos.
Poco después, la revista española "Armas" Nº 240 de abril 2002,
publicaría un reportaje del investigador Salvador Martínez Corada
titulado "Adiós al corvo chileno", en el que repasa la historia del
cuchillo pero advierte seriamente que la continuidad de su fabricación
está en peligro desde el cierre de Andes SAM.
A
la sazón, FAMAE intentaba negociar con otras compañías internacionales
la posibilidad de seguir fabricando esta pieza. La propuesta más
interesante perecía ser la de empresas españolas, por curiosa
coincidencia si acaso el corvo procede en realidad de cuchillos de la
Madre Patria adaptados por los criollos, como hemos visto.
Cabe
advertir que, justo en esos años, la tradicional Compañía Cuchillería
SAMI de Albacete, España, comenzó a ofrecer a FAMAE sus servicios para
la confección permanente del corvo chileno, sin tener éxito según
información que me fue proporcionada en su momento por el propio alto
ejecutivo de la empresa, el señor Miguel López de Andrés. A pesar de
ello, SAMI sigue fabricando y comerciando modelos de corvos chilenos,
algunos de lujo, que pueden observarse en su sitio web (cuchilleriasami.com).
Tengo
entendido también que una empresa nepalesa estaría produciendo
versiones propias del corvo chileno, rotulándolo como tal pero
tratándose más bien de una adaptación. Desconozco por ahora cuántas
versiones y variedades del corvo chileno se producen en el extranjero
para coleccionistas, excursionistas y cazadores.
Como
si no hubiese bastado con las dificultades de seguir produciéndolo, una
verdadera alergia se ha declarado entre algunas autoridades en contra
de la alegoría y la iconografía del corvo, generalmente por asociarlo de
manera forzada e injusta al período de la dictadura y las violaciones a
los derechos humanos.
Otros,
con más espíritu entreguista e internacionalista, solidarizan con la
ojeriza que se tiene en países vecinos contra el tradicional artículo,
en especial por grupos nacionalistas locales. Tal ha sido el caso, según
parece, de la famosa imagen del corvo grabada en la ladera del cerro
Chena de San Bernardo, en los terrenos de la Escuela de Infantería.
Según algunos, éste fue desapareciendo por obra de la propia naturaleza,
pero esta explicación nos deja con dudas considerando testimonios de
algunos habitantes del sector que conocimos en el pasado.
Situaciones
parecidas se de remoción e intentos de tales se han denunciado sobre en
la ladera del cerro Limón Verde de Calama (ciudad de la primera batalla
de la Guerra del Pacífico, ocurrida el 23 de marzo de 1879) y en los
grandes grabados hechos la comuna de Colina, además del mismísimo Morro
de Arica, donde los propios ciudadanos denunciaron tempranamente pero de
manera más bien informal, el retiro de la gran imagen de un corvo bajo
la premisa de que "no eran favorable al turismo", al mismo tiempo
que la municipalidad buscaba reemplazar las celebraciones oficiales de
la Toma del Morro por una simple ceremonia religiosa y en medio de
fuertes protestas de la comunidad ariqueña, hacia el año 2002, en días
de mucha irritación y reclamos por parte de autoridades peruanas,
además.
Otra
curiosidad en toda esta historia, es la aparente aparición de corvos
relacionados con los modelos chilenos pero entre uniformados argentinos,
producto quizás de los intercambios militares o actividades de
operaciones conjuntas, no lo tengo claro. Desde hace pocos años, por
ejemplo, han sido publicadas fotografías de personal militar motorizado de la
República Argentina llevando corvos de tipo atacameño en sus uniformes,
montados en motocicletas. Estas imágenes estuvieron circulando
profusamente por la internet y han generado acalorados debates entre
foristas de ambos países, sobre la legitimidad de la aparente adopción
informal y sobre la autenticidad de las mismas fotografías.
Lo
más extraño del caso recién descrito es que, por mucho tiempo, el
nacionalismo popular argentino despreciaba este cuchillo por la relación
que tuvo con los preparativos chilenos para la cuasi guerra del Canal
de Beagle en 1978 y quizás también su leve semejanza con el cuchillo
nepalés kukri de los gurkhas que acompañaron a los
británicos en la Guerra de Islas Falkland o Malvinas, en 1982. Lo cierto
es que Argentina también ha tenido su propia tradición de hermosos cuchillos
marciales curvos, con el alfajor, por lo que extrañaría semejante adopción.
Fuera
de los tremendismos y de las sensibilidades patriotas, sin embargo, es
un actual punto crítico y amenazante el de la posibilidad de que los
chilenos cuchillos comiencen a perder su relación cultural y patrimonial
con el corvo y mucho más allá de lo estrictamente militar: también
extraviar su esencia rota, minera y folclórica, al tiempo que el mismo
cuchillo se internacionaliza y pierde su identidad como una pieza
histórica chilena.
No vaya a ser, entonces, que a futuro terminemos viéndolo únicamente en vitrinas de reliquias de los museos militares.
Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIUM:
ResponderEliminarCesar Pinedo15 de diciembre de 2015, 01:44
Estupendo articulo..... Felicidades..
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alejandro cabrolie moya'1 de enero de 2016, 22:02
Excelente, muy interesante, debiera ser publicado como LIBRO o FOLLETO, a objeto de que fuera conocido de forma mas publica y universal, especialmente util en la Instruccion Escolar.-
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Carlos Sáenz3 de enero de 2016, 00:51
Brillante historia del corvo chileno, pero INACEPTABLE su final, ¿que vendrá después....?
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Unknown26 de marzo de 2016, 01:23
Leí su articulo con mucha atención e interés,en el libro de Jorge Inostroza, "Adios al Séptimo de Linea" se hace referencia a esta arma y con ironía y jocosidad se menciona que dirían los padres de los oficiales del regimiento si los vieran practicando esgrima de corvo, entre estos oficiales se encuentran jovenes de la alta sociedad Santiaguina, incluido el hijo del entonces Presidente de La República.
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Unknown14 de junio de 2016, 06:32
Felicidades por na recopilación de antecedentes de nuestro CORVO ojala los jóvenes hoy en día supieran la historia de nuestro arma de combate
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Unknown14 de junio de 2016, 06:36
Felicidades por na recopilación de antecedentes de nuestro CORVO ojala los jóvenes hoy en día supieran la historia de nuestro arma de combate
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Unknown15 de junio de 2016, 11:03
Hola, han pasado varios años desde que escribió este artículo, pero me pregunto si aún tiene las citas, una bibliografía, o las referencias que fueron usadas? Saludos
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Tornado25 de septiembre de 2016, 18:23
Muchas gracias por compartir este excepcional trabajo de investigación. Felicitaciones!
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Unknown1 de marzo de 2017, 19:43
Muy buen artículo.
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GOHAN!!!16 de abril de 2017, 14:04
Hola excelente nota. Le cuento que adquirí un corvo ganar garra de puma y no sé cómo soltar el pomo ya que este no tiene tornillo como aparece en algunas fotografías de la red, por favor necesito ayuda para desmontar la cacha, agradezco cualquier información al respectp
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Unknown23 de abril de 2018, 19:53
Hola, me interesaría conocer el nombre del autor del artículo para poder citarlo. Grcias
David Williams
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Criss Salazar23 de abril de 2018, 20:11
Hola... Criss Salazar por aca ��.
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David Williams25 de abril de 2018, 21:08
EliminarAh, buenas noches, no había visto antes que el "culpable" del excelente texto era usted. Quisiera saber si antes que usted alguien había relacionado el corvo chileno con la herramienta europea que lo precediera. El nombre de dicha herramienta en España era corvillo, corbillo, tronchete, cortacañas, podadera, falcino o garillo, entre otros; en Italia se lo llama ronca o roncola, entre numerosos nombres que se le dan en los varios dilaectos. Pero creo que a partir del artículo por usted escrito, en varios artículos se le ha dado el nombre de "cuchillo de marras", y no he hallado antecedentes de tal nombre. CReo que se pudo haber malinterpretado su escrito, en donde se lee: "La mejor prueba de una relación estrecha entre corvos y hombres de campo, la da el hecho incontestable de que existen al menos tres tipos derivados del cuchillo de marras, adaptaciones específicas al trabajo". Si no me equivoco, usted quiso decir "el cuchillo mencionado". ¿Es así, o "cuchillo de marras" es un nombre más del corvillo?
He presentado un trabajo hace dos años en el VIII Foro sobre los Galeses en la Patagonia en Puerto Madryn, Chubut, Argentina, en donde con otro investigador, jorge Brugger Muñoz, postulábamos que el arma que mató a un golpes e la colonia galesa, Aaron Jenkins, en 1879, era un corvo chileno. Y no citábamos su trabajo porque no lo habíamos leído en aquel momento. Ahora el trabajo se va a publicar en un libro, y nos interesa citar a usted.
Esperando una respuesta, aprovechamos para saludarlo y volver a felicitarlo. Saludos atentos desde Trelew, Chubut
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David Williams29 de abril de 2018, 11:04
Hola, Criss, gracias por su respuesta, le escribí un largo párrafo que al enviarlo se borró, de manera que envío éste de prueba. Sólo comentaré que muchos sitios on line hablan del corvillo y sus sinónimos llamándolo "cuchillo de marras", nombre que creo toman erróneamente en el párrafo en el que usted usa dicha frase, pero creo que queriendo expresar "el cuchillo mencionado", y no como nombre propio.
Le agradeceré despejar dicha duda.
Saludos atentos
DAvid Williams, Trelew, Chubut, Argentina.
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Criss Salazar29 de abril de 2018, 12:39
Hola estimado. Si, se refiere al cuchillo en discusion o estudio, no materialmente para marras.
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Sailorknife711 de septiembre de 2018, 06:38
ImPresionante !!!
Un gran reporter sobre la historia cuchillera Chilena ����
Me gustaria preguntarle por si sabria si ha habido navajas de Dotacion para la Armada Chilena
Un saludo desde España
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Dardo20 de febrero de 2019, 11:40
great job
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Metalliens4 de septiembre de 2019, 00:47
Exelente tu investigacion del corvo. Yo poseo 2 ambos sin filo. Nunca encontre informacion mas detallada del corvo chileno. Solo la tuya. Gracias por enseñarme mas y mucho sobre esta arma tan hermosa.
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Unknown1 de abril de 2020, 13:52
Excelente reportaje a la historia de esta emblemática arma CHILENA.
Gracias por entregar su conocimiento con variadas referencias y alcances para mi desconocidos.
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Unknown10 de abril de 2020, 00:04
Quisiera subir foto de corvo atacameño confeccionado con pala huevo famae y mango de madera de mara boliviana y remaches de bronce guarda acero inox.
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Quico21 de mayo de 2020, 10:25
EliminarEl acero era tan escaso en chile, que sólo los más ricos importaban rejas de fierro. Incluso cuando yo era niño comprar un cuchillo de l peor calidad era un lujo(años 60) por eso se aprovechab todo trozo de fierro o acero viejo para hacer cuchillos. La situación debe haber sido más crítica en el siglo XIX Y POR ESO NO ME EXTRAÑA QUE DE UNA BUENA PALA INGLESA SE HIERAN DOS REGIOS CUCHILLOS Y CON EL SOBRANTE DOS CORVOS A MI ME PASÓ CASUALMENTE LO MISMO. EL ACERO DE LAS VIEJAS PALAS FAMAE ES EXQUISITO.
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HERNAN ZAMBRANO16 de julio de 2020, 21:03
CHILE ES UN PAIS PACIFICO ,LOS CORVOS SOLO DUERMEN POR AHORA EN LAS GLORIAS GUERRERAS DEL PASADO , QUIZAS SERAN DESENVAINADOS EN LAS GUERRAS DEL ARMAGEDON , DONDE ESTE PAIS ESTARA DEL LADO DE LOS BUENOS INTEGROS Y RECTOS.
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Unknown10 de agosto de 2020, 00:29
Muy completa la historia de esta icónica arma del Ejercito de Chile que ilustró las paginas más gloriosas.
Felicitaciones
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Vitoco7810 de septiembre de 2020, 21:49
Muy buena reseña pero es una pena ver como se a perdido el especial valor a esta pieza de la historia Chilena.
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Mauricio9 de octubre de 2020, 02:34
Don Benjamin Vicuña mackena afirma en ""El Libro de la Plata" (1882) que el corvo es en realidad peruano y que fue adoptado por los obreros chilenos que trabajaban en Tarapacá.