Grabado
litográfico con la imagen de la Iglesia de San Francisco en Chillán,
publicada por Recaredo S. Tornero en su "Chile Ilustrado" de 1872, pocos
años antes de comenzar la Guerra del Pacífico y hacia los días en que
Fray Spila se encontraba en la región, la que abandonó para volver a su
patria en 1882 y escribir allá su trabajo de defensa a Chile frente a
las afirmaciones de su coterráneo Caivano.
El
siguiente es un interesante texto tomado del extraordinario y poco
conocido documento "Chile en la Guerra del Pacífico", publicado por el
sacerdote italiano R. P. Fr. Benedicto Spila de Subiaco, en 1883. Acá en
Chile fue publicado por la Imprenta del Ñuble, en Chillán, con
traducción de don Juan Franzani, otro ilustre y valioso italiano de su
época. Fray Spila se había desempeñado como guardián del Convento de San
Francisco de Chillán, conociendo muy de cerca al pueblo chileno y
especialmente a los pobres, al hombre de campo y a los rotos, por
quienes realizó grandes esfuerzos en su servicio religioso. Su
motivación para escribir "Chile en la Guerra del Pacífico" nace del
interés de refutar por completo a su compatriota el cronista e
historiador Tomás Caivano, quien acababa de publicar en Italia y en
plena Guerra del Pacífico un libro titulado "Historia de las Américas",
donde hacía una verdadera caricatura del conflicto y adoptaba para sí
con gran entusiasmo, muchos de los mitos y propagandas vertidas en Perú
contra el enemigo chileno, en pleno desarrollo de la conflagración. El
siguiente texto corresponde al capítulo IX del libro del franciscano
italiano,"Conducta del pueblo chileno con los enemigos", páginas 70 a
73, que hemos adaptado a ortografía actual:
Cualquiera
que conozca el indigno tratamiento que recibieron los chilenos en Lima y
en todo el territorio peruano cuando se declaró la guerra, creerá sin
duda que los peruanos habrán sufrido igual suerte en Chile. Esta
conjetura es natural, porque es natural en el hombre, cuando no es
guiado por la religión y por la sana política, vengar las ofensas
inferidas a sus compatriotas haciendo sentir el peso del rigor a los
conciudadanos de los ofensores. Es una lógica indigna, es cierto, no
pudiéndose en justicia hacer responsables, en tierra extranjera, a los
pacíficos ciudadanos, de cuanto se comete en otras partes por sus
compatriotas; pero el hecho es innegable, debido al inicuo instinto de
las represalias.
Las
demostraciones hechas en varias ciudades de Italia contra los franceses
por las ofensas inferidas en Marsella a la colonia italiana por la
cuestión de Túnez, es suficiente para confirmar esta triste verdad.
Sin
embargo, en Chile se dio un ejemplo de tan extraordinaria generosidad,
que ha llamado la atención de todos los extranjeros, los que por esto le
hicieron públicas demostraciones de admiración. En el largo período de
la guerra, los peruanos residentes en Chile han gozado de aquella
seguridad y paz, que la hospitalaria República de Chile dispensa a todo
extranjero. Sólo en la ciudad de Concepción, una docena de bullangueros
se permitieron algunos actos hostiles en contra del fotógrafo Palomino,
peruano que, imprudentemente, los provocó con palabras ofensivas para su
patria; demostración de cuatro gritos, que sin embargo fue censurada
por los periódicos y por toda aquella culta sociedad.
Fue
tan proverbial la generosidad del pueblo chileno con sus enemigos, que
la viuda del contralmirante Grau mandó a sus hijos a colegios de
Valparaíso para instruirlos y educarlos.
Para
conocer hasta dónde llegó la nobleza de sentimientos del pueblo
chileno, bastará saber que la noticia de la muerte de Grau,
contralmirante peruano, produjo un verdadero dolor en toda la República
(1). Grau, como ya dijimos, marino de bellísimo corazón, remitió a la
viuda del ilustre Prat los objetos que éste poseía al tiempo de su
heroica muerte, acompañándolos con la sentida carta que hemos
reproducido en otra parte, y desde aquel momento, Grau ocupó un lugar de
preferencia en el corazón de los chilenos.
De
ahí el sincero dolor que manifestó a la noticia de su muerte. Semejante
sentimiento se expresó en la prensa y en las más solemnes
circunstancias, y el señor Carlos Castellón (actual ministro de guerra)
hablando en la plaza de Concepción a un auditorio, justamente
entusiasmado por la captura del "Huáscar", que dejaba a la escuadra
chilena el dominio del Pacífico, no trepidó en afirmar que la copa de la
más pura alegría, que en aquel momento embriagaba todos los corazones,
era amargada por una gota de hiel, por la muerte del ilustre Grau, que
por sus nobles acciones se había hecho digno enemigo de Chile.
Con
esto, se puede fácilmente deducir que cómo se habrá portado el pueblo
chileno con los prisioneros. Llegados a la capital y hospedados en
magníficos cuarteles, gran parte de la sociedad de Santiago los visitó
con tierno afecto, como habría podido hacerlo con sus propios soldados,
les distribuyó regalos y fue pródiga hasta de dinero, llevando tan lejos
su generosidad y afable trato con aquellos infelices, que algunos
periódicos las censuró suavemente, porque con tantas muestras de bondad
habrían podido creer que las merecían por sus acciones, cuando eran sólo
natural efecto de la compasión.
Y
mientras la sociedad de Santiago mostraba tanto lujo de nobleza, el
gobierno le señalaba para su estadía la ciudad de San Bernardo, que es
el temperamento más suave de la provincia de Santiago, y lugar de recreo
de los grandes señores de la capital.
¡Qué
contraste entre los sentimientos del pueblo peruano y aquellos del
pueblo chileno!: los peruanos expulsan de su suelo a los pacíficos
chilenos, con pérdida de sus bienes y con peligro de la vida, los
chilenos consienten en sus ciudades y tiene por ellos toda clase de
consideraciones; los periódicos de Lima llegaron hasta negar el evidente
heroísmo de Prat y de la tripulación de la Esmeralda, y los
chilenos reconocen públicamente el valor de Grau y de los marinos del
"Huáscar" y se entristecen por la muerte de aquel simpático
contralmirante; los peruanos emplean los prisioneros chilenos en los
trabajos de las fortificaciones y los relegan a regiones inhabitables, y
los chilenos los reciben con excesiva generosidad y eligen para su
residencia uno de los lugares más amenos de la Republica.
Esto
habla demasiado en favor o en contra de una nación: esto dice que
deberán pasar todavía algunas generaciones, antes que el Perú alcance el
grado de civilización a que ha llegado Chile.

Segunda edición del libro de Fray Spila (Roma, 1887)
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(1)
Cuando se recibió la noticia de la captura del "Huáscar", en todas
partes se oyeron protestas de simpatía para el contralmirante Grau, cuyo
mérito era apreciado en su justo valor. Cuando a la tarde el telégrafo
anunció la muerte de este distinguido marino, que había sido comunicada
por los navíos chilenos que volvían del combate, en medio de las más
legítimas manifestaciones de alegría que produjo aquella victoria, hubo
una explosión de un general sentimiento de dolor.
La
prensa de aquel día dejó imprimido (sic) en caracteres indelebles tales
súbitas transiciones de sentimientos tan contrarios, en los grandes
centros de las poblaciones de Chile.
Barros Arana, Histoire de la Guerre du Pacifique, 1.r partic. p. 100.
NOTA
ADICIONAL: "Historia de las Américas" no fue la única vez en que Tomás
Caivano actuó como publicista histórico para el Perú. Un famoso y
posterior trabajo suyo hecho a solicitud directa de Lima y titulado
"Historia de la Guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia", retoma y
desarrolla muchas de las afirmaciones que anteriormente vertidas y que
fueron desmentidas por Spila, en algunos casos con enfoques temerarios y
francamente bizarros... Gran diferencia con Spila, además, que realizó
su publicación en favor de Chile bajo su propia iniciativa personal y su
peculio. A pesar de esto, mientras el libro de Caivano fue reeditado al
menos 16 veces, el de Spila sólo contaba con la edición de 1883 y otra
aumentada de 1887 pero en Roma, hasta hace pocos años cuando fue
republicado en versión facsimilar por Ediciones Patria Nuestra, por
iniciativa del investigador Marcelo Villalba y con prólogo del profesor
militar Enrique Cáceres. Fray Spila falleció en 1928 y, hasta donde
tengo entendido, el único reconocimiento realmente importante que pudo
recibir como agradecimiento chileno apenas publicó "Chile en la Guerra
del Pacífico", fue un Voto de Gratitud extendido por la Municipalidad de
Valparaíso el 8 de octubre de 1883.
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