Homenaje
del Partido Socialista "a sus adversarios políticos" asesinados en el
Seguro Obrero el 5 de septiembre. Imagen tomada durante una marcha
realizada poco después de la masacre, en una concentración de las
fuerzas políticas del Frente Popular.
En el
año 2008, uno de los publicistas de la política oficialista chilena acusó en un programa de Chilevisión a nuestros blogs de tener
orientaciones nacionalsocialistas o algo parecido (estos tipos nunca son
claros y directos, pues ésta es una característica de los
calumniadores). Se refirió especialmente a aquél dedicado a la Masacre
del Seguro Obrero, que finalmente, hemos fundido con los contenidos de
este blog de Historia Urbana de Santiago por coincidir en hechos
históricos de nuestra ciudad.
La temeraria actitud del señor aludido (un
abogado vinculado a organizaciones hoplofóbicas) intentando emporcar
ladinamente nuestros trabajos de investigación, la contestamos por carta
abierta que, por supuesto, nunca fue respondida por el aludido.
El punto es que, por razones que sólo comprende ese siniestro engendro emborrachador llamado política
(¡siempre la vil política!), todavía hay fanaticadas de neuróticos que
creen inconcebible referirse en términos elogiosos o humanitarios
siquiera a las víctimas de la horrorosa Masacre del Seguro Obrero del 5 de septiembre de 1938,
como si el sólo acto de reconocer la atrocidad que se cometió contra un
grupo de muchachos, muchos de ellos adolescentes, fuese un implícito
homenaje público al nacionalsocialismo, a los exterminios, a los campos
de concentración y a cuanto anatema de los lejanos actores de la Segunda
Guerra Mundial existe.
Curiosamente, es la misma gente que cree tener
el monopolio de la memoria histórica en favor de sólo algunas víctimas
de la violencia política en nuestro país, precisamente también en
septiembre, y que saltan como picados por escorpiones cuando alguien
recuerda que la historia de este país está regada de masacres, matanzas y
brutalidad vesánica, desde la decapitación de los caciques detenidos en Santiago durante el enfrentamiento de 1541
hasta el sacrificio "ritual" de conscriptos en las nieves de Antuco en
2005, muertos que también merecen el privilegio del reconocimiento y del
recuerdo de nuestra sociedad.
Sinceramente,
entonces, no puedo comprender qué clase de mezquindad o de hemiplejia
moral podría llevar a creer que los muertos valen sólo según quién los
mató, según la importancia que le reporten a la ideología. Cosas de la
oscura y cochina política, supongo. Como nadie es inocente, todos
intentan ser los menos culpables.
En esta ocasión, entonces, hemos querido recordar la trágica masacre sucedida hace 71 años,
hacia fines del Gobierno de Arturo Alessandri Palma, reproduciendo
algunas de las protestas y acusaciones que la prensa no manipulada por
el alessandrismo publicó en los días inmediatos a la matanza del
Edificio del Seguro Obrero, que está por cumplir un nuevo aniversario
este 5 de septiembre venidero. Es una demostración, además, de lo ajena
que la sociedad chilena y las fuerzas políticas se encontraban aún de
los juicios de valor relativos a los sucesos de la Segunda Guerra
Mundial que aún no comenzaba en esos días, especialmente en lo referido
al fenómeno nazi-fascista europeo y sus simpatías en el resto del mundo.
Cabe
advertir, antes de abundar en estos documentos, que durante la noche
del 5 de septiembre de 1938, sólo horas después de sucedida la masacre,
el Presidente
Alessandri recibió el apoyo de una serie de autoridades empresariales y
políticas relacionadas con grupos de influencia de la oligarquía
liberal chilena, intentando cubrir la gravedad de los sucesos de la Caja
del Seguro Obrero, donde los casi 60 alzados habían sido asesinados a
sangre fría por funcionarios de las fuerzas de orden.
Como se previeron
las consecuencias negativas que el acontecimiento podía tener para el
candidato Gustavo Ross Santa María en las elecciones presidenciales que
se aproximaban, las fuerzas proclives a la derecha alessandrista
iniciaron una rápida campaña para esconder la realidad de los hechos y
evitar mencionar así la situación de las muertes. Sus diarios repitieron
a coro la fábula oficial de que los masacrados había asesinado a sus
propios compañeros de aventura revolucionaria y luego debieron ser
reducidos por carabineros.

Al
frente, entre los dos Carabineros, Enrique Herreros del Río, uno de los
dos jóvenes asesinados que dejó cartas de despedida esa trágica mañana
del 5 de septiembre, y cuyos fragmentos han sido grabados en el Monolito
de los Mártires del Seguro Obrero del Cementerio General. Tuve ocasión
de conocer personalmente esta carta en agosto de 1998, cuando el hermano
del mártir, Gonzalo Herreros, me la mostró en su casa y me permitió
fotografiarla. Don Gonzalo estaba ciego en aquellos años, y falleció un
tiempo después.

Los
detenidos son conducidos al Edificio del Seguro Obrero, donde serán
masacrados a sangre fría aquella jornada terrorífica del 5 de septiembre
de 1938.

El muchacho que "Mira hacia arriba".
PALABRAS DE RENATO VALDÉS
Una
ardiente carta fue publicada por el periodista Renato Valdés en el
diario "La Opinión" (cuyas instalaciones había sido destruidas, además
de clausuradas), propietado por Luis Mery, Juan Rossetti y Santiago
Mosca. Pudo ser hecha pública cuando "La Opinión" salió nuevamente a
circulación, casi dos días después de la masacre y luego de la censura
general decretada por el Gobierno de Alessandri. Ella refleja a la
perfección el sentimiento popular que existía en aquel instante. Renato
Valdés era hijo del recordado y estimado Alcalde de Santiago del mismo
nombre, además de ex miembro del Ejército de Chile y agregado de las
legaciones diplomáticas de nuestro país en Suecia y Alemania. Llegó a
ser Intendente de Magallanes.
Reproducimos
aquí la elocuente y magnífica carta que dirigió al mencionado candidato
oficial del alessandrismo, el ministro Gustavo Ross Santa María,
echándole en la cara su responsabilidad frente a los hechos y
anticipando con precisión su derrota en las elecciones presidenciales
que se venían encima:
Santiago, 7 de Septiembre de 1938
Señor don Gustavo Ross Santa María
Presente.
Presente.
Muy señor mío:
Vengo
saliendo de la prisión, a donde fui conducido por los sucesos de ayer, y
me encuentro horrorizado ante los acontecimientos ocurridos. No tengo
prensa en qué manifestar mi opinión, ni medio alguno para dirigirme al
gobierno o a mis conciudadanos; pero quiero hacer llegar hasta usted mi
protesta más airada ante los hechos horripilantes que ha contemplado
nuestra capital, por el solo hecho de pretender el gobierno mantener una
candidatura monstruosa, una candidatura que es una aberración política,
que es una ofensa a la democracia y un atropello a la dignidad humana.
¡Este país no se vende, y ni siquiera acepta que alguien se lo quiera comprar!
Usted
no conoce la tierra en que usted, tal vez por casualidad, nació: Usted
no conoce a su pueblo, ni puede comprender su alma, pues sus largas
ausencias de su suelo, el poco interés que siempre usted ha tenido por
él, lo han transformado a usted en un extranjero, y aún la sangre que
corre por sus venas tal vez no sea asimilable con la sangre chilena que
corre por las venas de sus connacionales.
A
usted lo lleva a la Presidencia de la República, una oligarquía
plutocrática en decadencia, corrompida, que ha perdido todo derecho a
gobernar a un pueblo que fue grande y digno, y que pretende volver a
serlo.
La
sangre joven derramada ayer, en forma cobarde y sanguinaria como no se
ha visto en la Revolución Rusa, ni la española, no es algo que pueda
amilanarnos ni acobardarnos, sino que va a enardecernos y devolver a
todos los hombres de bien y amantes de su tierra, la esperanza de
mejores tiempos. Cada víctima formará cientos de almas valerosas
dispuestas a participar en la lucha que ha de poner atajo a sus
insolentes pretensiones de convertirse en capataz del pueblo que produjo
un Arturo Prat, que se entusiasma ante el valor de los Carrera Pinto, y
que sabe del heroísmo de miles de ciudadanos que han dado su vida por
Chile.
Usted
puede establecer un Banco, una Agencia de Empleos, un Oficina de
Corredor, un otro negocio que armonice con los instintos de su sangre de
mercader; hombres no comprará usted, a no ser aristócratas degenerados o
hambrientos envilecidos. Los chilenos de verdad, los que amamos a
nuestra patria, los que en ella hemos nacido, en la cual vivirán
nuestros hijos y descansarán nuestros huesos, preferimos morir
masacrados, como los estudiantes de ayer, antes que continuar viviendo
deshonrados en un país que puede aceptarlo a usted como su mandatario
supremo.
Los
muertos de ayer están defendiendo el honor de Chile: son las primeras
víctimas de su candidatura, y habemos muchos, pero muchísimos, que
estamos dispuestos a ocupar su sitio en la brecha, antes que seguir la
vida de esclavitud que significa su política explotadora, digna de los
negreros de la Colonia.
Esta es la opinión que dominará mañana en el país, cuando se conozca todo el horror y cobardía de ayer.
Renato Valdés
PALABRAS DE CARLOS PRÉNDEZ SALDÍAS
El
día 9 de septiembre, el periodista, poeta y escritor Carlos Préndez
Saldías decidió romper la censura oficial y contestar a tanta infamia
dirigida desde el Gobierno. Así, publicó en el diario "La Opinión" un
desafiante artículo contra los criminales del Seguro Obrero, en donde su
pluma de fuego desafiaba al poder con las siguientes líneas:
Cualquier
hombre puede convertirse en criminal, cegado por una pasión alta o
mezquina. Porque pasiones hay que enaltecen al hombre, aunque así no lo
comprendan los menguados ni los de corazón estrecho y mente sin
ejercicio.
Los
estudiantes que dieran la asonada del lunes último, con la intención
infantil de derrocar al Gobierno que soportamos, iban tras de un ideal
que era su norte y su esperanza alucinada. Se jugaban la vida con
inconsistencia jubilosa, perturbados acaso por prédicas incontroladas.
No
es ocasión de averiguar qué doctrina ilusa o qué hombres pusieron la
inquietud en sus mentes juveniles. Basta con anotar el desenfado de su
gesto -equivocados para muchos y para mí, que repudio con asco todas las
tiranías-; basta con señalar la resolución con que se dieron a una
lucha que imaginaron salvadora para su patria, basta eso para que todo
hombre se incline respetuoso ante la evocación de su inútil sacrificio.
Pero
si cualquier hombre, aún el más puro y de espíritu más cultivado, puede
convertirse en un criminal cuando lo empuja una pasión incontenible,
las autoridades de un país civilizado no pueden ejecutar actos de
bandidaje. Cuando se está dirigiendo -bien o mal- los destinos de una
nación en que no hay cafres, no puede atropellarse la dignidad humana
como lo hicieron las autoridades de Chile al reprimir la asonada de los
estudiantes nacistas.
Eso
denigra a la especie. Eso anula el sentimiento de respeto que debe
inspirar la autoridad a los que la eligieran para su resguardo.
Ese
ultimar a sangre fría, con ensañamiento de bebedores de sangre, a una
muchachada idealista que levantó los brazos cuando se supo dominada por
la fuerza, arranca este solo grito de mi corazón de poeta: ¡CANALLAS!
PALABRAS DE ARTURO NATHO
Otra
reacción tuvo lugar desde el escritorio del periodista de la revista
"Hoy", Arturo Natho, cuando publicó un sobrecogedor artículo en el que
se lee lo siguiente, en la edición del medio que siguió a los hechos del
Seguro Obrero, el 12 de septiembre:
La
prensa de derecha llena sus columnas con declaraciones oficiales. En
todas ellas aparecen las autoridades felicitando al cuerpo de
Carabineros por la forma en que dominó el conato revolucionario. Pero en
ninguna de estas declaraciones ni en ninguno de estos comentarios se
contesta la pregunta que formulo: ¿DÓNDE ESTÁN LOS MUCHACHOS QUE SE
RINDIERON EN LA UNIVERSIDAD?
¿Dónde están, señor General Arriagada, Enrique Herreros, Félix Maragaño y tantos otros?
¿Dónde están, señor intendente, Héctor Thennet, Francisco Maldonado, Juan Silva Peña?
¿Dónde
están, señor Ministro del Interior, César Parada, Humberto Yuric, José
Alvear y los otros estudiantes que se rindieron a la fuerza legal?
¿Dónde
están, señor Presidente de la República, los veinte y tantos muchachos
que con vida salieron de la Universidad y con los brazos en alto pasaron
por la Morandé hasta calle Agustinas y luego fueron vueltos al Seguro
Obrero?
Si vosotros no queréis contestar, os contestaré yo: ¡están en la Morgue!
Allí
fueron reconocidos por sus familiares y ahí son testigos indelebles de
la masacre que a bala y arma blanca se cometió en el Edificio de la Caja
del Seguro Obligatorio. Las autoridades deben responder: ¿Por qué los
llevaron al Seguro Obrero y por qué sus cadáveres aparecen después en la
Morgue?
¡Contestad! El país lo exige.
PALABRAS DE ANÍBAL JARA
Pero no fue el único ataque de la revista "Hoy" al Gobierno. El
siguiente artículo es un homenaje a las víctimas publicado también el
12 de septiembre en la página principal de la revista, bajo la redacción
de uno de sus directores, Aníbal Jara, quien firma como "Ayax":
MIRANDO HACIA ARRIBA
Pasa
primero Yuric con las manos arriba, con su pobre abrigo de estudiante;
le siguen Maldonado, los Thennet. Marchan impávidos entre carabinas
legales, ya ausentes del mundo que se acumula en las aceras, en las
ventanas. Pero ninguno es más símbolo que ese muchacho adolescente,
pálido, que pasa mirando hacia arriba, hacia los pisos altos de la Caja,
donde sus compañeros están batiéndose.
¿Qué
pasa? Alarga el cuello, echa para atrás la cabeza y pasea los ojos
llenos de ansiedad por las enigmáticas ventanas. No piensa que va a
morir. Está caminando la última milla de su vida. Un niño de cinco años
podría contar los pasos que le faltan para no andar nunca más. Pero a él
no le interesa sino lo que ocurre allá arriba, donde hay otros locos
como él, batiéndose, cayendo. No le importa su destino, no mira hacia
adelante, mira hacia arriba, con la obscura idea de ver a alguien de los
suyos en ese mundo bárbaro de pólvora y de rifles que se ha
desencadenado.
La
ancha plaza de cemento no está solitaria. Todo es gris. No circula más
que la ley, la tremenda ley armada de carabinas, lista para el crimen.
La ley hace el crimen, decía San Pablo. Lo crea, lo elabora. Hace del
Gólgota un acto legal. A Pilatos le basta una palangana de agua para
lavarse sus manos velludas como Códigos. Los jueces del Sanhedrín
sonríen jugando con la muerte.
"No somos nosotros los que matamos a este hombre, dicen. Es la ley".
La
ley es la ley. Pero la ley es también a veces el crimen. Cien
palanganas de agua no bastan a veces para lavar el rastro que deja la
ley enfurecida, atemorizada, llena de pavor.
Estoy
viendo en las fotografías el rostro deslumbrante de este adolescente
que va a morir, es en la juventud donde la muerte tiene toda su pavorosa
y magnífica belleza. Es la muerte joven, sin pestilencias.
La
puerta de reja se ha cerrado tras el paso de los muchachos que llevan
sus manos en alto. Adentro está la ley corriendo despavorida, vomitando
metralla, blandiendo espadas implacables. La plaza de cemento ha quedado
envuelta en una soledad de pesadilla. Arriba flamea una bandera blanca.
Se siente el tableteo de una ametralladora. Luego el silencio. Desde
las azoteas lejanas, la muchedumbre contempla el espectáculo del circo
romano. El edificio de muerte está cerrado, mudo. Se ha tragado a la
muerte. Hay un silencio patético, como si fuera a ocurrir algo
extraordinario. Y ocurre. Retumban las descargas adentro. Nuevo
silencio. Nuevas descargas.
El
muchacho que miraba hacia arriba ya no volverá a mirar más. Se ha
quedado con los ojos inmóviles, como si mirara, nada más. Sus compañeros
han quedado también inmóviles, con los brazos extendidos, como si
fueran a abrazar a una mujer.
Están
en su actitud final, definitiva. Desde el oscuro fondo desatentado de
locura, ha surgido de repente, con la muerte brutal y monstruosa, la
gloria reparadora.
El
que miraba hacia arriba seguirá mirando y los que quedaron con los
brazos extendidos, seguirán en alto, como los que le alargaba Peer Gynt a
Ingrid, antes de partir.
Brazos rígidos, como ramas de "abetos", dice el poema.
Ayax

Vista actual de la torre "de la sangre" en Plaza de la Constitución.

Placa conmemorativa de las víctimas en la ex Caja del Seguro Obrero.
OTRAS REACCIONES
La
prensa objetiva no se dejó amedrentar por los panfletos derechistas, ni
por barrigones directores devoradores de canapé y champagne que corrían
a La Moneda a manifestar su compromiso con el Gobierno, ni por la
censura generalizada impuesta contra los demás medios. Como hemos visto,
allí estuvieron órganos dignos como "La Opinión" y la revista "Hoy",
esta última de Ismael Edwards. Incluso la revista de sátira política
"Topaze" reaccionó con encono contra las criminales del Gobierno.
El pequeño semanario "Lircay", precisamente en el período de los hechos, publicó una iracunda columna en la que se lee:
En
la represión se cometieron indiscutiblemente excesos que somos los
primeros en reprobar y lamentar... Pero hay en la represión algo que
nosotros no podremos jamás justificar. Actos de barbarie trajeron la
muerte innecesaria a muchos jóvenes cuyas vidas debieron ser entregadas a
la justicia para su enjuiciamiento. Nosotros hemos pedido en la Cámara
una severa investigación que determine las responsabilidades.
Ante
tanto descaro oficialista, una edición clandestina del diario
"Trabajo", órgano oficial de los nacionalsocialistas chilenos, incluía
en su suplemento la siguiente declaración:
La
falsificación deliberada y sistemática que la prensa rossista ha hecho
de los sucesos del 5 de septiembre, obedeciendo a una consigna
perfectamente estudiada y uniforme, hace necesario dar a conocer a todos
los nacistas, por medio de nuestro órgano oficial, la verdad de los
hechos.
Y,
acto seguido, presentaba un artículo con los testimonios de los cuatro
sobrevivientes que fueron toda una revelación sobre la realidad de lo
sucedido, y un terremoto para la plutocracia.
Indignado
por la actitud desafiante y las protestas de los medios, Alessandri
despachó el siguiente decreto del día 12 del mismo mes:
N° 3391.- En uso de las atribuciones que me confiere la ley N° 6253, de 12 del actual, Decreto:
Quedarán
sometidos a censura previa los siguientes diarios y revistas de esta
capital: "La Hora", "La Opinión", "Claridad", "Frente Popular",
"Zig-Zag", "Ercilla", "Hoy", "Topaze" y "Crack". En caso necesario las
autoridades administrativas y policiales procederán a impedir su
circulación.
Al
día siguiente, la Cámara de Diputados presentaba contra el Ministro
Salas Romo (que había renunciado el día 11) una acusación por haber
clausurado indefinidamente y de manera abusiva e inconstitucional el
diario "Trabajo", además de las imprentas de "La Opinión", para
boicotear su circulación. Ya había sido acusado en la Cámara Baja por su
responsabilidad en la masacre.
La
persecución y detención de los camaradas de los alzados y de todos los
sospechosos de complicidad, continuó en los días siguientes a estas
publicaciones. Inclusive el Regidor de Valparaíso Manuel Mayo Bodelón,
fue apresado el día 13, por sus vínculos con el nacionalsocialismo
criollo. Horas después, corría el mismo destino Heriberto Bizama, Jefe
Provincial del movimiento en la ciudad de Antofagasta.
A pesar de todo, no pudo evitarse que la población votara por el Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda
en las siguientes elecciones de 1938, al bajarse la candidatura del
General Carlos Ibáñez del Campo, con lo que, por primera vez, fuerzas
populares lograron alcanzar el poder gubernamental. La masacre,
entonces, puso fin a la aspiración de perpetuar el alessandrismo y trajo
como consecuencia inesperada el cambio sustancial en las energías
políticas chilenas.
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