General Ramón Cañas Montalva, un visionario sin parangón en la geopolítica
antártica
Podrá sonar extraño a estas alturas, pero en la historia de la Geopolítica y
de su surgimiento como disciplina científico-estratégica en el siglo XX,
aparecerá Chile y la relación de su extremo Sur con el Continente Antártico
gracias a la obra no debidamente reconocida ni difundida de uno de los
patriotas más insignes que haya conocido nuestro país en tiempos de paz:
Ramón Cañas Montalva
Nos parece que la historia de la Geopolítica Internacional tiene un contexto
amplio y cronológicamente un tanto impreciso, ligado en esencia a la
importancia de los grandes océanos planetarios y de los complejos escenarios
que comenzaron a gestarse entre fines del siglo XIX y principios del
siguiente. Y por razones más ligadas a juicios políticos, aún se debate
sobre los créditos que merecen Kjellén y Haushofer por sus respectivos
impulsos al surgimiento de estas escuelas.
En 1904, el destacado geógrafo y académico londinense Sir Halford Mackinder,
dio una conferencia titulada "El Pivote Geográfico de la Historia", de
enorme valor histórico y que hasta ahora ha sido publicada por todo el
planeta. Constituye, quizás, el primer gran empujón para impulsar el estudio
de este tipo de materias. Mackinder propone allí, anticipándose a los
conceptos que hoy se dan por hecho en la Geopolítica internacional, que Asia
central y la Europa Oriental habían pasado a ser lo que él denomina
“corazón del mundo”
o centro de disputa mundial del poder.
En esos mismos años, el Estado de Chile realizaba las primeras avanzadas
sobre la Antártica a través de empresas balleneras, según trataremos de
describirlo en futuras entradas. Lamentablemente, el interés por afianzar la
presencia antártica chilena quedaría abandonado por cerca de 20 años más, de
no ser por la intervención del personaje central que motiva este artículo.
Unos pocos años después de los señalados, un profesor de la Universidad de
Upsala, Suecia, el geógrafo y politólogo Johan Rudolf Kjellén, siguiendo los
trabajos de su colega Ratzel comienza a publicar hacia 1911 una visión
definitivamente nueva y estratégica sobre la relación del Estado con la
economía y el territorio, además del comportamiento del mismo hacia dentro
de sí y con otros Estados. Por esta razón, muchos consideran a Kjellén como
el padre o precursor de la Geopolítica.
Las enseñanzas de Kjellén impactaron hondamente y con celeridad entre
algunos sabios de la Europa de la entreguerras. Así, el General Karl Ernest
Haushofer las acogió comenzando a construir su propio sistema de estudio,
más o menos a principios de la década siguiente, y en 1924 publicó la
"Revista de Geopolítica" en Alemania, influyendo profundamente en el mundo
militar e intelectual de la época, incluidos los cabecillas del Movimiento
Nacional Socialista, Adolf Hitler y Rudolf Hess, a la sazón presos en
Landsber después del alzamiento del
Putsch
de Münich. Al año siguiente, publicó su "Manual de Geopolítica del Océano
Pacífico", considerado por muchos su obra cumbre. Sus enseñanzas serían
fundamentales para la instauración científica de la Geopolítica.
Coincidentemente, por esos años había viajado por Europa el joven oficial
del Ejército de Chile, Ramón Cañas Montalva, quien desde 1916 mantenía
también una gran amistad con el expedicionario antártico Sir Ernest
Shackleton, tras la llegada de éste a Punta Arenas, reencontrándose con él
en 1920 durante el viaje del chileno por el Viejo Mundo en calidad de Adicto
Militar en Suecia, ocasión en la que también realizó misiones en el Ejército
de Inglaterra y otros países europeos. A la sazón, Cañas rondaba los 25 años
de edad.
La experiencia de Shackleton había calado hondo en el alma de Cañas
Montalva. De alguna manera, intuía que la llave del futuro estratégico del
Hemisferio Sur se encontraba en la proximidad de Chile hacia las tierras
antárticas que aún permanecían casi vírgenes y tentando a los viajeros de
todo el mundo a realizar las últimas odiseas que les reservaba la historia
universal. Con este acierto, Cañas había dado con la clave del mismo dominio
austral que otros estrategas territorialistas como los argentinos Estanislao
Zeballos y Osvaldo Magnasco del Instituto Geográfico Argentino, llevaban
buscando por tres décadas y casi sin medirse en gastos de recursos para las
expediciones de Bove, Moyano, Moreno y Popper, fértiles en audacias y ánimos
pero escasos en los conocimientos y las disciplinas de punta que habían
formado el ángulo de observación que Cañas diseminaría entre sus pares en
Chile.
El historiador Oscar Espinosa Moraga cuenta además cómo, para fortuna de su
patria, Cañas Montalva conoció durante ese viaje a Kjellén (poco antes de su
fallecimiento) y a Haushofer, quienes lo introdujeron tempranamente en esos
conceptos de Geopolítica y de Geoestrategia que no eran incorporados aún la
manual de los militares expertos de América Latina.

Monumento al General Cañas Montalva en el Fuerte Bulnes, Magallanes. Desconozco
la fuente de esta imagen ya que nos fue enviada por e-mail por un admirador del
personaje en una circular de su aniversario. Agradeceríamos cualquier
referencia.
Desde fines del siglo anterior, Haushofer ostentaba el título de profesor y
miembro del Estado Mayor de Bavaria. Precisamente en momentos en que
personajes como Hitler se convertían en sus alumnos, el General compartía
con el visitante chileno su perspectiva visionaria de la
Weltpolitik,
del análisis fundado los aspectos estratégicos y geográficos que rigen en el
poder mundial. Cañas Montalva quedó impresionado por las ideas del veterano
alemán luego de su entrevista con él. Esto le permitió anticipar con visión
extraordinaria la aplicación de sus métodos de estudio estratégico sobre la
relación chileno-austral-antártica, consciente de la disputa de la que
podrían ser objeto los derechos jurídicos e históricos expuestos y alegados
por su patria sobre el Continente Blanco, así como del potencial crítico que
tendría el territorio en la convivencia internacional. Desde aquel momento,
la Antártica pasaría a ser la razón de la vigilia, el sueño y el insomnio
para el militar.
No bien regresó a Chile, asumió el cargo de Capitán en la Escuela Militar y
con estas nuevas jinetas se empeñó de inmediato en la tarea de intentar
convencer al Gobierno de consolidar la integración continental-antártica y
declarar sus límites antárticos por ley. Inspirado en la hazaña del célebre
Almirante Richard Evelyn Byrd en 1929, el joven Capitán comenzó a preparar
su propia expedición destinada a demostrar la importancia geopolítica de
Magallanes en el Cono Sur y en su vinculación con el continente polar, que
llamaba
"el espolón austral-antártico"
por su inigualable proyección sobre la Península Antártica. También comenzó
a publicar una serie de valiosos artículos en el diario "El Magallanes" de
Punta Arenas, a partir de septiembre de 1931, en donde se verifica lo
avanzada que se encontraba su concepción en esa Geopolítica que aún no
terminaba de debutar en el conocimiento científico y militar del resto del
mundo.
En un principio, los trabajos del ilustre uniformado pudieron pasar quizás
como una excentricidad más que por un llamado formal a la política del
Estado de Chile, pues tales conceptos seguían siendo demasiado sofisticados
y novedosos para el pensamiento de un país tercermundista previo a la
Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, sucedió que el 14 de enero de 1939,
Noruega declaró
urbi et orbi
sus pretensiones antárticas entre los meridianos 0º y 20º, erizando los
pelos del Gobierno de Chile. Noruega tenía, además, un visible interés en la
industria ballenera de la región austral, por lo que sus demandas podían
arrastrar a varios otros países a formalizar sus propios reclamos con
estímulos comerciales, en una escalada de difícil detención.
Previniéndose de la avalancha de problemas que amenazaban indirectamente a
Chile y toda la región austral del continente, el Presidente Pedro Aguirre
Cerda y su Canciller Abraham Ortega ordenaron la redacción de un informe
presentado el 17 de enero siguiente, en donde se pretendían dejar a salvo
los derechos antárticos chilenos de cualquier otra pretensión similar. La
intención de La Moneda era buena, sin duda, pero reaccionó dubitativa y
temerosa frente al país provocador, para pesar de Cañas. En la reserva que
se presentó formalmente a Noruega desde la Cancillería con fecha 17 de
marzo, decía tímidamente que esto podía afectar
“cualquier derecho que el Gobierno de Chile PUDIERA HACER VALER sobre los
territorios antárticos” (los
destacados son nuestros).
Pero la visión estratégica y un tanto alarmista inspirada por los padres de
la Geopolítica en Cañas Montalva no tardó en quedar demostrada cuando, poco
tiempo después, las fuerzas alemanas tomaron las islas de Península de
Palmer, mismas que eran reclamadas por Inglaterra. Urgía entonces,
rectificar la pasividad de las autoridades chilenas. Así, el Profesor Julio
Escudero Guzmán, quien había sido alumno de J. Guillermo Guerra y lo había
sucedido en la Cátedra de Derecho Internacional, preparó entonces un estudio
titulado "El Estado Actual de los Problemas Antárticos y su Eventual
Vinculación al Interés Chileno", obra publicada por decreto número 1.574 del
7 de septiembre de 1939, en la que se establecían por primera vez los
límites del Territorio Chileno Antártico, para regocijo de Cañas Montalva y
otros visionarios que le acompañaron.
Entusiasmado, el militar no se cruzó de brazos a contemplar los frutos.
Oscar Pinochet de la Barra asegura que el trabajo de Escudero aún no estaba
a disposición del conocimiento público cuando el 1º de abril hizo publicar
en el diario “La Verdad” de Punta Arenas, un artículo titulado “Nuestra
Soberanía hacia el Antártico”, en donde desliza casi a ciegas la idea de un
arreglo con la Argentina para que Chile pudiese posesionarse de todo el
territorio que realmente le correspondía en virtud de los derechos
territoriales antárticos de España durante la Colonia (hasta la línea de
Tordesillas) y no en el triángulo más pequeño que finalmente quedó
establecido. También criticaba el desinterés del Estado de Chile por hacer
mayor presencia en el territorio.
A pesar de las disidencias con la política oficial, pero influidos por los
esfuerzos que iniciara por iniciativa casi personal el Capitán Cañas
Montalva, el Presidente Aguirre Cerda y su Canciller Marcial Mora
establecieron por el Decreto 1.747 del 6 de noviembre de 1940 estos límites,
afirmando la soberanía sobre cerca de 1.250.000 kilómetros cuadrados de la
Antártica
“existentes dentro de los límites del casquete constituido por los
meridianos 53º, longitud oeste de Greenwich, y 90º, longitud oeste de
Greenwich”.
Esta influencia sobre las decisiones de La Moneda está reconocida por
historiadores como Armando Donoso y Espinosa Moraga.
En tanto, los servicios de Cañas se habían visto recompensados en su persona
al ser integrado a la Academia de Guerra y ascendido a Mayor con
destacamento en Magallanes, donde inicia en 1941 la tarea de reconstruir el
entonces ruinoso Fuerte Bulnes, mismo que en 1843 constituyera el bastión de
posesión y soberanía de Chile sobre el Estrecho. Las faenas quedaron
concluidas justo en el centenario de su levantamiento original.
Incapaz de darle la espalda a su fascinación antártica, fue elevado después
a Coronel del Regimiento Pudeto y nombrado Comandante de la Región Militar
Austral y de la 5ª División de Ejército. En 1946 se le asignó un puesto en
el Comité Antártico Chileno, dependiente del Ministerio de Relaciones
Exteriores. En este contexto, inició las publicaciones de la célebre revista
de geografía “Terra Australis”. También alcanzaría a ser Director del
Instituto Geográfico Militar y Presidente de la Comisión Mixta de Límites
Chileno-Argentina en este mismo breve período.
Al constituirse en 1947 la segunda expedición antártica chilena luego de la
fundación de la base
Soberanía
(más tarde rebautizada
Arturo Prat),
el General Cañas Montalva corrió en su calidad de Comandante en Jefe del
Ejército desde agosto anterior, a despedir a los expedicionarios en Punta
Arenas, dando un extraordinario discurso en la Plaza Bulnes de la ciudad el
domingo 28 de diciembre, donde parece estar evocando a la teoría de
Haushofer sobre el desplazamiento del
meridiano del poder mundial
al promisorio Océano Pacífico, el “mar del futuro”:
Chile, enmarcado providencialmente en uno de los sectores de mayor
significación estratégica, dueño de tierras, mares y vías interoceánicas de
indiscutible valía; enfrentado al gran Pacífico, futura sede del despertar
de actividades que la civilización no había soñado hasta hace poco; poseedor
de tradiciones enaltecedoras como pueblo libre y democrático, está obligado
a comprender con fidelidad y celo la misión que su señera estrella le
advierte en estas latitudes, para ser útil al continente y al mundo.
Poseso de una inagotable batería de entusiasmo, en este mismo período el
General Cañas había organizado y dirigido la toma de posesión chilena del
territorio antártico y preparó el viaje presidencial de Gabriel González
Videla al mismo, constituyéndose en la primera ocasión que un Presidente de
la República en el mundo visitaba suelo antártico. Cañas también inauguró la
Base
General Bernardo O'Higgins,
el 18 de febrero de 1948, registrando su experiencia e impresiones en el
trabajo “Base O’Higgins, Territorio Antártico Chileno”.
Por esto, no son raras las palabras con que autores como Miguel Serrano y
Oscar Pinochet de la Barra, testigos y actores privilegiados de la presencia
antártica chilena de entonces, elogian la memoria de Cañas Montalva. Dice
Serrano, al recordarlo con particular emoción:
En el Ejército de Chile hubo un general con cultura geopolítica, muy
patriota y muy sabio: el general Ramón Cañas Montalva… Conocí al general
Ramón Cañas en mi viaje a la Antártica, de 1947/48, y sus lecciones nos
iluminaron a los jóvenes de entonces y pusieron pausa y cordura en nuestro
excesivo idealismo.
Y Pinochet de la Barra inicia su capítulo dedicado a este gran militar
chileno con la siguiente reverencia:
Cuando pasen los años y se estudien con más perspectiva y objetividad los
presurosos hechos, que entonces vivíamos con un sentido de urgencia y de
nerviosidad, cobrará aún más relieve la figura del general Cañas.
Luego de tantos años de infatigable labor en la institución castrense, Cañas
cedió la Comandancia en Jefe al General Guillermo Barrios y pasó a retiro en
octubre de 1949, dejando en su camino la huella imborrable de una obra
extraordinaria a favor de la presencia chilena en la Antártica.
Pero ni el retiro lo alejó de su pasión por los hielos eternos: se hizo
miembro del Consejo Directivo de la Sociedad Científica de Chile, llegando a
presidir el Comité Nacional para el Año Geofísico Internacional, simiente
del Tratado Antártico. A continuación, reingresó a la Comisión Chilena
Antártica del Ministerio de Relaciones Exteriores, hoy convertida en el
Instituto Antártico Chileno. También participó en la fundación de la Base
Científica
Risopatrón
y representó a Chile ante la Conferencia Antártica Mundial de Estocolmo, en
1957.
Así, gracias a la obra propiciada por uno de los más brillantes genios
militares de América Latina permitió a su patria quedar en una posición de
privilegio frente a los debates antárticos "congelados" con el Tratado de
1959, además de consolidar con la entonces incipiente escuela de la
Geopolítica una relación con la Antártica que ha sido bendecida
generosamente por la historia y la geografía.
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