Portada
muy cargada a la floritura, de las partituras enviadas desde Londres a
Santiago por Mariano Egaña, con la música compuesta por don Ramón
Carnicer para el Himno Nacional de Chile.
Nota:
tras el infeliz y lamentable cierre forzado del servidor Goear, los
audios de este sitio han sido reincorporados en otro servicio, en 2018.
Con relación a la semblanza del Himno o Canción Nacional de Chile, su historia sería, en síntesis, más o menos así:
- En 1819, don Bernardo O'Higgins encarga la escritura y composición del Primer Himno Nacional al músico Manuel Robles Gutiérrez y al poeta Bernardo de Vera y Pintado, presentándolo por primera vez en forma oficial durante el año siguiente.
- Sin embargo, sucedió que en 1827, el músico español Ramón Carnicer compuso, por encargo del gobierno de Chile, la música para un nuevo Himno Nacional. La contratación se hizo a través de su representación diplomática en Londres, pero conservando la letra del anterior del himno. Las partituras llegaron a Santiago en 1828 y fueron estrenadas oficialmente el año que siguió.
- En 1847, se encarga ahora una nueva letra para el himno con la música de Carnicer, solicitándole la tarea al joven poeta y político Eusebio Lillo (de quien publiqué hace poco una entrada sobre su casa en el barrio Yungay). Cumpliendo con el desafío, Lillo propone una nueva lírica pero, por petición popular, se conservó en el himno el antiguo coro ("Dulce patria.."). Se la estrenó ese mismo año.
Letra: Bernardo de Vera y Pintado Música: Manuel Robles
|
Letra: Eusebio Lillo Música: Ramón Carnicer
|
Coro:
Dulce Patria, recibe los votos
con que Chile en tus aras juró que o la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión.
I
Ciudadanos: el amor sagrado
de la patria os convoca a la lid: libertad es el eco de alarma la divisa: triunfar o morir. El cadalso o la antigua cadena os presenta el soberbio español: arrancad el puñal al tirano quebrantad ese cuello feroz.
II
Habituarnos quisieron tres siglos
del esclavo a la suerte infeliz que al sonar de sus propias cadenas más aprende a cantar que a gemir. Pero el fuerte clamor de la Patria ese ruido espantoso acalló y las voces de la Independencia penetraron hasta el corazón.
III
En sus ojos hermosos la Patria
nuevas luces empieza a sentir y observando sus altos derechos se ha encendido en ardor varonil. De virtud y justicia rodeada a los pueblos del orbe anunció que con sangre de Arauco ha firmado la gran carta de emancipación.
IV
Los tiranos en rabia encendidos
y tocando de cerca su fin desplegaron la furia impotente, que aunque en vano se halaga en destruir. Ciudadanos mirad en el campo el cadáver del vil invasor...; que perezca ese cruel que el sepulcro tan lejano a su cuna buscó.
V
Esos valles también ved, chilenos,
que el Eterno quiso bendecir, y en que ríe la naturaleza aunque ajada del déspota vil. Al amigo y al deudo más caro sirven hoy de sepulcro y de honor: mas la sangre del héroe es fecunda y en cada hombre cuenta un vengador.
VI
Del silencio profundo en que habitan
esos Manes ilustres, oíd que os reclamen venganza, chilenos, y en venganza a la guerra acudid. De Lautaro, Colo-Colo y Rengo reanimad el nativo valor y empeñad el coraje en las fieras que la España a extinguirnos mandó.
VII
Esos monstruos que cargan consigo
el carácter infame y servil, ¿cómo pueden jamás compararse con los héroes del Cinco de Abril? Ellos sirven al mismo tirano que su ley y su sangre burló; por la Patria nosotros peleamos nuestra vida, libertad y honor.
VIII
Por el mar y la tierra amenazan
los secuaces del déspota vil pero toda la naturaleza los espera para combatir: el Pacífico al Sud y Occidente al Oriente los Andes y el Sol por el Norte un inmenso desierto y el centro libertad y unión.
IX
Ved la insignia con que en Chacabuco
al intruso supisteis rendir y el augusto tricolor que en Maipo en un día de triunfo nos dio mil. Vedle ya señoreando el océano y flameando sobre el fiero león se estremece a su vista el íbero nuestros pechos inflama el valor. Ciudadanos la gloria presida de la Patria el destino feliz, y podrán las edades futuras a sus padres así bendecir. |
Coro:
Dulce Patria, recibe los votos
con que Chile en tus aras juró, que o la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión.
I
Ha cesado la lucha sangrienta;
ya es hermano el que ayer invasor; de tres siglos lavamos la afrenta combatiendo en el campo de honor. El que ayer doblegábase esclavo libre al fin y triunfante se ve; libertad es la herencia del bravo, la Victoria se humilla a sus pies.
II
Alza, Chile, sin mancha la frente;
conquistaste tu nombre en la lid; siempre noble, constante y valiente te encontraron los hijos del Cid. Que tus libres tranquilos coronen a las artes, la industria y la paz, y de triunfos cantares entonen que amedrenten al déspota audaz.
III
Vuestros nombres, valientes soldados,
que habéis sido de Chile el sostén, nuestros pechos los llevan grabados; los sabrán nuestros hijos también. Sean ellos el grito de muerte que lancemos marchando a lidiar, y sonando en la boca del fuerte hagan siempre al tirano temblar.
IV
Si pretende el cañón extranjero
nuestros pueblos osado invadir; desnudemos al punto el acero y sepamos vencer o morir. Con su sangre el altivo araucano nos legó por herencia el valor; y no tiembla la espada en la mano defendiendo de Chile el honor
V
Puro, Chile, es tu cielo azulado,
puras brisas te cruzan también, y tu campo de flores bordado es la copia feliz del Edén. Majestuosa es la blanca montaña que te dio por baluarte el Señor, y ese mar que tranquilo te baña te promete futuro esplendor.
VI
Esas galas, ¡oh, Patria!, esas flores
que tapizan tu suelo feraz, no las pisen jamás invasores; con tu sombra las cubra la paz. Nuestros pechos serán tu baluarte; con tu nombre sabremos vencer, o tu noble, glorioso estandarte, nos verá combatiendo caer. |
¿ALCANCES CONTROVERSIALES?
La
historia de la canción nacional en sus tres versiones, ha tenido su
propio y particular curso a través de la historia, entonces. Por años
rondó un viejo mito, de que el Himno Nacional de Chile habría ganado el segundo lugar en un concurso internacional de canciones patrias a principios del siglo XX, vencido sólo por La Marseillaise
francesa, creencia que Joaquín Edwards Bello atribuye a una confusión
con un concurso de banderas que el pabellón chileno sí habría ganado.
También han corrido historias de su origen en otras canciones populares o
grandes piezas de la ópera.
En
tiempos del Régimen Militar, además, el himno se convirtió en un
símbolo de separación y casi un trofeo: los partidarios de la Junta
cantaban las dos partes oficiales de entonces, y los opositores sólo la
primera de acuerdo a la tradición republicana anterior al golpe.
Las
historias más sabrosas, sin embargo, quizás sean las relacionadas con
las controversias sobre otros himnos y canciones patrias del continente,
que suenan "sospechosamente" parecidas a la de Chile, provocando
encendidos debates que la prensa oficial suele eludir, pero que llenan
apasionadas páginas en la internet con acusaciones de "plagio", "copia" y
hasta "robo" o "adulteración" incluidas, aunque emitidas más desde la
pasión que desde la convicción.
Me
resulta interesante poder aportar algo sobre un tema que he tenido
ocasión de estudiar por distintas circunstancias de la vida, y que
traeré hasta acá para tratar de poner un poco de paños fríos y sensatez
en la forma de plantear los argumentos... Veremos si resulta o si
fracaso rotundamente.

Manuel Robles.

Bernardo de Vera y Pintado.
EL CASO DEL HIMNO NACIONAL DE BOLIVIA: UNA EXPLICACIÓN RAZONABLE
La semejanza entre el Himno Nacional de Chile
y el Himno Nacional de Bolivia no ha pasado inadvertida, generándose
algunas de las señaladas fuertes disputas y discusiones en cada ocasión
que el tema sale a flote. La instantaneidad de las comunicaciones ha
facilitado enormemente las percepciones y comparaciones, en nuestro
tiempo.
Cuando
cantan la selecciones de fútbol de cada país su canción propia allí en
el pasto de los estadios, por ejemplo, el tema de las semejanzas en los
himnos se vuelve inevitable para unos y otros. Un artículo del diario
"The Clinic" incluso titulaba en septiembre de 2008 "¿Es el himno
boliviano un plagio del chileno?", agregando con suspicacia:
La
música del himno chileno es obra del español Ramón Carnicer y la del
boliviano es una creación del italiano Leopoldo Benedetto Vicenti quien,
según cuenta la leyenda, por sus versos “sublimes” y su belleza “que
eriza los cabellos” se emocionó hasta las lágrimas cuando la escuchó por
primera vez en el Teatro Municipal de La Paz, el 18 de noviembre de
1845. Quizás las lágrimas de Vicenti eran de éxtasis por su
sinvergüenzura, pues las lloró 17 años después de que Carnicer entregara
oficialmente la partitura del himno chileno al ministro Mariano Egaña,
por ese entonces en Londres.
Además
del innegable parecido en los arreglos y compases creados por Carnicer,
hay también ciertas semejanzas en la letra que por entonces se
conservaba de Vera y Pintado (antes del cambio a la Lillo), en su
sentido más lírico. Dejo reproducida aquí la letra completa del himno de
Bolivia:
HIMNO DE BOLIVIA
Letra: José Ignacio Sanjinés / Música: Benedetto Vicenti | |
Coro:
De la patria el alto nombre
en glorioso esplendor conservemos y en sus aras de nuevo juremos ¡Morir antes que esclavos vivir!
I
Bolivianos: el hado propicio
coronó nuestros votos y anhelo; es ya libre, ya libre este suelo, ya cesó su servil condición. Al estruendo marcial que ayer fuera y al clamor de la guerra horroroso siguen hoy, en contraste armonioso, dulces himnos de paz y de unión.
II
Loor eterno a los bravos guerreros,
cuyo heroico valor y firmeza conquistaron las glorias que empieza hoy Bolivia feliz a gozar. Que sus nombres, el mármol y el bronce, a remotas edades trasmitan y, en sonoros cantares, repitan: ¡Libertad, Libertad, Libertad! |
III
Aquí alzó la justicia su trono
que la vil opresión desconoce, y en su timbre glorioso legose libertad, libertad, libertad. Esta tierra inocente y hermosa que ha debido a Bolívar su nombre es la patria feliz donde el hombre goza el bien de la dicha y la paz.
IV
Si extranjero poder, algún día,
sojuzgar a Bolivia intentare, al destino fatal se prepare que amenaza a soberbio agresor. Que los hijos del grande Bolívar han ya, mil y mil veces, jurado morir antes que ver humillado, de la Patria el augusto pendón. |
Lo
que salta a la vista es la semejanza entre el coro de ambas canciones,
en particular por las figuras poéticas a las que se recurrió, las
alusiones a la patria en las mismas líneas, el juramento en aras y
promesa de muerte por el valor de la libertad:
Coro original de Bernardo de Vera y Pintado (Chile, 1819-1820):
|
Coro original de José Ignacio de Sanjinés (Bolivia, 1845):
|
Dulce Patria recibe los votos
con que Chile en tus aras juró que, o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión |
De la patria el alto nombre
en glorioso esplendor conservemos y en sus aras de nuevo juremos ¡Morir antes que esclavos vivir! |
¿De
dónde provienen estos parecidos? ¿Son producto de una inspiración
lineal de un creador sobre otro, o de fuentes comunes de influencia
sobre el contenido lírico y la música? Opinantes de cada país, por
supuesto, ofrecen sus propias explicaciones basadas más veces en
motivaciones patriotas que en análisis de los antecedentes disponibles.
Empero, este tema lo abordé hace muchos años, por ahí por el 2003, en un
centro de estudios al que doné el texto para una publicación al
respecto, por lo que me permitiré traerlo hasta acá desde mis recuerdos y
apuntes, otra vez.
La
historia es la siguiente: Bolivia se independizó de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, actual Argentina, el 6 de agosto de 1825.
Poco antes, el 9 de mayo, Buenos Aires se vio sobrepasada por la
contingencia intestina y autorizó a la Asamblea de la Audiencia de
Charcas para decidiera su destino y autonomía, proclamada aquel día de
agosto. Se bautizó al nuevo país como República de Bolívar en honor al
libertador venezolano, y después simplemente como Bolivia.
Desgraciadamente,
la organización de las provincias fue bastante caótica en estos años,
dificultando que la república pudiese ocuparse de sus símbolos
históricos, como su canción nacional. Sólo después de años de vaivenes
(entre los que se cuenta la Guerra de la Confederación con Chile), en
1841 don José Ballivián pudo ocuparse de la creación de la
"Canción Patriótica" de Bolivia, encargándole la letra al jurista y
poeta de Chuquisaca don José Ignacio Sanjinés, y la música al compositor
italiano Leopoldo Benedetto Vincenti.
Este
himno fue estrenado en el mediodía del 18 de noviembre de 1845, en el
aniversario de la Batalla de Ingaví. Lo ejecutó una gran orquesta frente
al Palacio de Gobierno, recibiendo una tremenda ovación popular en el
marco de grandes festejos que continuaron hasta muy tarde en la noche.
En 1851, el Gobierno de Manuel Isidoro Belzú formalizó por decreto a la
"Canción Patriótica" como el definitivo Himno Nacional de Bolivia,
ordenando distribuir las partituras y las letras, además de establecer
el diseño de la actual bandera boliviana para completar así los
necesarios símbolos patrios.
He
aquí la llave para resolver este misterio: Vicenti, que tenía estudios
en el conservatorio de París, se había quedado residiendo en Chile hasta
hacía poco tiempo antes, cuando llegó a este país acompañando una
expedición marina francesa. Trabajaba contratado en la Banda Musical del
Ejército de Chile, por lo que conocía perfectamente el Himno Nacional de Chile
que, de seguro, le tocó interpretar infinidad de veces. Entonces, al
radicarse Bolivia y comenzar a componer la música de la "Canción
Patriótica" que se le había encargado, es prácticamente seguro que
Vicenti debió haberse inspirado en las pautas y compases del himno
chileno, lo que explica el parecido. El músico italiano vivió en La Paz y
en Sucre, contrajo matrimonio con una ciudadana boliviana y regresó
después a Roma, donde falleció en 1914.
Quedará
en el criterio de los musicólogos más que los historiadores si este
proceder sólo fue una adopción o base legítima para el ejercicio de la
creatividad, pero podría ser que no resultaba raro este tipo de
inspiraciones tan directas y explícitas en aquellos años, de modo que no
se correspondería con un "plagio" o "usurpación", en el sentido
culpable que se atribuye al concepto. Se recordará, además, que el tema
de la originalidad en la música y en el arte en general ha sido asunto
de debate por siglos, así que aquí es imposible dejar cerrada una
discusión al respecto.

Algunos
fragmentos de las partituras musicales de los himnos de Chile y
Bolivia, mostrando tramos con ciertas similitudes entre sí.
EL CASO DE LA CANCIÓN NACIONAL N° 2 DE VENEZUELA. ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE EL ASUNTO
Una
novedad que atañe a nuestro himno, fue dada a conocer por el editor y
director del diario "Últimas Noticias" de Venezuela, don Eliecer Díaz
Rangel, en su columna del 30 de mayo de 2010: de entre un lote de
partituras que estaban guardadas en las bodegas de la Biblioteca
Nacional de Caracas desde 1938, habían sido halladas recientemente, unas
hojas con obras musicales tituladas "Canción Nacional (o Patriotica) N°
1 y N° 2". Son las llamadas "Canciones Patrióticas" de Venezuela.
Los
manuscritos habrían pertenecido a la Escuela Superior de Música,
datarían de un período comprendido entre los años 1827 y 1830; habían
formado parte de los archivos personales de don José Ángel de Montero,
siendo vendidos en 1938.
Según
detalla el diario, el director de la biblioteca don Ignacio Barreto, en
alianza con el compositor e investigador Diego Silva, comenzaron a
restaurar y estudiar el material encontrado y probaron las partituras
haciendo ensayos musicales de ambas obras, pidiendo la colaboración de
la voz del tenor Andrés Algara para producir una versión grabada que ya
circula en algunos trabajos fonográficos. Notaron lo distinto que sonaba
la "Canción Nacional N° 2", con la actual canción nacional venezolana
titulada "Gloria al bravo pueblo", que estaría basada en realidad en la
N° 1 o al menos relacionada con ella.
Sin
embargo, ocurrió que gracias a un chileno que escuchó casi
accidentalmente estas pruebas, en abril de 2008 advirtieron también que
la pieza N° 2 tenía un extraordinario parecido melódico y en la letra
del coro al Himno Nacional de Chile, abriendo de inmediato una nueva e interesante línea de investigación.
Mayúscula sorpresa -comenta Díaz Rangel-. ¿Cómo era posible que una pieza seguramente compuesta en 1827-30 en Caracas pudiese ser el Himno Nacional de Chile?
Dejaré
acá la comparación del coro de nuestra canción patria con el coro
cantado por Algara en base a la N° 2, con evidente coherencia métrica y
parecido de contenidos:
Canción Patriótica N° 2
|
Himno Nacional de Chile
|
Dulce Patria recibe los votos
con que América toda juró que o la tumba será de los libres o el asilo contra la opresión |
Dulce Patria recibe los votos
con que Chile en tus aras juró que o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión |
El
primer "sospechoso" indicado por Barreto y Silva como posible
responsable del increíble parecido, es el ilustre intelectual don Andrés
Bello, ya que él mantuvo una estrecha relación en Londres con la
legación chilena y también colaboró en ella, precisamente en los días en
que el Gobierno de Chile cambió la música del anterior himno nacional
que había sido compuesta por el maestro Robles Gutiérrez. Según esta
teoría, Bello, que tenía conocimientos de música, habría intervenido en
la creación del himno, pudiendo ser él mismo el autor de la "Canción
Nacional N° 2" y de ahí la similitud de música y letra. Otros atribuyen
la música a Juan Landaeta, autor oficial de "Gloria al bravo pueblo", o a
su colega Lino Gallardo, pero atribuyendo la letra a Bello.
Según
Díaz Rangel, los dos investigadores han tratado de motivar a sus pares
de la Biblioteca Nacional de Chile para estudiar el asunto, pero sin
recibir una respuesta positiva:
El
caso es que le escribieron a varios músicos en Santiago y a la
Biblioteca Nacional y no han encontrado ninguna respuesta que demuestre
algún interés por aclarar la dudas que aparecieron junto a la partitura
igual, pero muy anterior, al himno nacional chileno. Es raro que los
chilenos no tengan ningún interés en despejar esas interrogantes.
Está
pendiente, entonces, la investigación que pudiesen ofrecer los
profesionales para aclarar esta curiosa relación entre la "Canción
Nacional N° 2" y nuestro himno nacional.
Sin
embargo, me parece -muy a título personal- que surge un problema basal
con respecto a esta teoría que adjudica la inspiración de la composición
de Ramón Carnicer en las pautas escritas antes presuntamente por Andrés
Bello: el contexto de tiempo.
De
partida, la "Canción Nacional N° 2" de Venezuela no sería de 1810, como
dicen algunos documentos en los que han confiado ciertos autores y
periodistas, asociándola quizás al período de origen del actual himno
venezolano "Gloria al bravo pueblo", del que sí se dice habría sido
escrito ese año, aunque su oficialización ocurrió más de 70 años
después. También ha fomentado el posible error, el que la "Canción
Nacional N° 2" cantada por Algara, aparezca en una recopilación de
música venezolana titulada "Testimonios Sonoros de la Libertad",
publicada en pleno período del Bicentenario de la República de
Venezuela, precisamente por Barreto y Silva, y en donde la pieza aparece
señalada en el cancionero adjunto al CD -por alguna razón que
desconozco- como obra de Juan Landaeta y fechada especulativamente en
1810, pasando por encima de las propias fechas entregadas por estos
investigadores y por el editor del diario señalado, como aquella a la
que pertenecía la N° 2. Es decir: entre 1827 y 1830, y en Caracas.
Cabe
añadir que los investigadores venezolanos han puesto en duda que el
escritor Vicente Salias y el músico Juan José Landaeta hayan sido los
autores de "Gloria al bravo pueblo", adjudicándole también al entonces
joven Andrés Bello la autoría de la letra y su música a Lino Gallardo, a
la sazón compañero de Landaeta en la Academia de Música de Venezuela.
Bello habría participado también escribiendo la letra del himno de la
Sociedad Patriótica de Venezuela, llamado "Caraqueños, otra época
empieza".
Pero
me parece que hay aquí otro problema: la solicitud de componer la
música para el Himno de Chile conservando la misma letra del primero,
fue encargada a Carnicer durante su exilio en Inglaterra y ha de haber
ocurrido esto entre 1826 y 1827, pues para este último año el músico
abandonó Gran Bretaña y regresó a Barcelona. Esto significa que, a la
sazón, las partituras del nuevo himno ya debían estar en manos del
representante chileno en Londres, don Mariano Egaña.
Si
las fechas reportadas por Barreto y Silva en relación al período
1827-1830 corresponden al de la composición de las partituras
venezolanas, entonces las melodías serían contemporáneas, lo que no
revela quién se basó en quién para construir las suyas, en caso de
existir una controversia al respecto. Las partituras manuscritas no
están fechadas en esos años, pero recuérdese que las bases musicales y
líricas del actual himno venezolano se remontan a 1810.
Coincidentemente,
en esos mismos días Bello se encontraba en Inglaterra pero muy atento a
los sucesos de Chile, con cuyos representantes mantenía estrechas
relaciones desde los tiempos de la Guerra de la Independencia, y por esa
razón tenía suficiente influencia y reputación en la legación chilena
como para que, al asumir interinamente Francisco Antonio Pinto tras la
caída de Freire en 1827, el mandatario nombrara a Bello como oficial
segundo del Ministerio de Hacienda, que estaba al mando de Ventura
Blanco Encalada.
La
llegada de don Andrés al mismo país que le otorgaría su nacionalidad
chilena por gracia, tiene lugar el 25 de junio de 1829, mientras que el
estreno oficial del Himno Nacional de Chile fue el 23 de diciembre del
año anterior, en el Teatro Arteaga.
¿CARNICER O BELLO? CHOQUE DE FECHAS SOBRE EL DETALLE DEL CORO DE LA CANCIÓN VENEZOLANA
Que
Carnicer escribió las partituras del himno chileno por encargo de
Egaña, no registra dudas: el profesor y músico Octavio Lafourcade ha
estudiado en profundidad el tema en una parte de su libro "Ramón
Carnicer en Madrid" (2004), donde llega a detalles tan precisos como las
noticias sobre los contactos que logró armarse el músico catalán con
otros exiliados de tendencias liberales en Londres, vínculos que
influyeron en que fuera escogido para la composición de este trabajo.
Cabe
recordar, además, que la partitura de seis páginas enviada a Chile
desde Londres e impresa en 1828, llevaba ya entonces un largo título que
explicaba con total claridad el origen de la misma:
Hymno
Patriótico de Chile. Música para canto y piano. Puesto en música por R.
Carnicer y dedicado a su Exo. Dn. Mariano de Egaña, Ministro
Plenipotenciario de la República en Londres.
La
pregunta sería, entonces: ¿Pudo tener Bello alguna injerencia sobre la
música definitiva enviada a Chile después de que Carnicer las entregó a
Egaña?
Si acaso hubo alguna influencia del gran venezolano sobre la música del Himno Nacional de Chile,
es difícil que ésta no haya tenido que pasar primero por la figura de
Carnicer y no directamente sobre las autoridades chilenas. No se
explicaría tampoco, que en caso de haber intervenido lo suficiente Bello
en la melodía ya entregada por Carnicer, su nombre -que ya gozaba de
gran respeto y reconocimiento entre los políticos chilenos- no tenga
figuración alguna en las partituras y la documentación que acompañó al
envío.
Los
antecedentes hacen especular, más bien, que Bello tenía todo disponible
para conocer a tiempo las partituras de Carnicer incluso antes de ser
enviadas a Chile: tanto el lugar geográfico, el momento y el acceso a la
representación chilena en Londres, donde pasó alguna temporada
realizando funciones. Acaso inspirado en su propia experiencia personal y
en su visión profundamente americanista que se reflejaba también en la
letra del himno que se conservaba con estos nuevos arreglos, bien pudo
ser él quien adoptó para sí los versos y compases, con la expectativa de
convertirlos en un gran leit motiv latinoamericano, y no precisamente que el himno chileno se haya basado en alguna creación suya.
Siguiendo
sin ánimo de entrar a polemizar, hay otros factores que también me
permiten sostener holgadamente esta impresión: si la N° 2 de Caracas
pertenece a la misma época que la de Carnicer (lo que sigue sin
servirnos para saber quién fue el primero en basarse en el otro), está
el hecho fundamental de que la melodía del español calza con la métrica
de la letra del primer himno chileno de 1819, compuesto en compás 4/4
tipo marcha, aunque en el uso menos marcial se cante a compás 12/8. Si
la métrica coincide exactamente con la letra del himno anterior es,
pues, porque el encargo a Carnicer fue hacerlo con este requerimiento,
ya que se conservaba la letra escrita por Vera y Pintado, a su vez muy
parecida en su ajuste métrico al himno argentino.
En
vista de lo anterior, resultaría una enorme coincidencia y fortuna el
que una canción posterior a la de 1819, supuestamente escrita por Bello y
sin conexión con ella, coincida tanto en sus tiempos, estrofas y
compases totales como para poder superponerle la letra completa, salvo
si se la compuso especialmente para ella o bien si Bello hubiese hecho
prácticamente todo el trabajo compositivo que se atribuye a Carnicer en
Londres y no en Caracas, donde se supone hecha la partitura de la N° 2.
Explicar
esto sería mucho más complejo que pensar que Carnicer, simplemente,
compuso la música del himno de la forma que la conocemos, cumpliendo
sólo con lo solicitado por Egaña.
Corresponde
abordar también el quizás más importante argumento cronológico en
desmedro de la misma teoría, con relación al asunto de la letra: el coro
"Dulce patria..." del Himno Patriótico o Canción Nacional de Chile
no formó parte de la renovación del himno en 1827-1828, sino que
proviene de esa misma letra del de 1819, conservándose hasta nuestros
días al ser incluido también en el nuevo himno con la letra de Eusebio
Lillo, de 1847.
Se
sabe que fue por un consejo de Bello que, interpretando el sentir
popular de entonces, el Gobierno de Chile decidió mantener el antiguo
coro en la nueva letra. El ilustre venezolano, de alguna manera, conoció
y participó de la aprobación en 1847 de la letra del himno chileno que
cantamos en nuestros días: como es sabido, en esta misma época en que
redactaba el Código Civil, era tanta su influencia en el quehacer
público chileno que prácticamente no había documento o texto oficial que
no hubiese pasado por sus manos y sus observaciones de redacción.
Lo
expuesto hasta este punto reñiría con el argumento arrojado por la
investigación Barreto y Silva, respecto de que el coro del himno chileno
reflejaría la situación vivida en carne propia por Bello al ser un
exiliado, pues remarca que "la tumba será de los libres o el asilo contra la opresión",
algo que representa en realidad el contexto de lucha por la
Independencia en que se hallaba Vera y Pintado cuando lo escribió en los
años del Gobierno de O'Higgins.
Es
muy discutible, entonces, que Bello haya podido ser también el creador
original de la letra del coro de la "Canción Patriótica N° 2" si esta
datara del señalado período entre 1827 y 1830, considerando que tales
líneas ya estaban en el Himno Nacional de Chile de 1819, escritas por
Vera y Pintado, conservándose después del cambio a la letra de Lillo.
Como las "Canciones Nacionales 1 y 2" no están fechadas en 1810, sino
que provienen de los señalados años del rango de años, creo que no se
puede establecer con certeza si fueron escritas para ser el primer himno
de Venezuela; incluso, hasta podría especular que se pudo tratar de
propuestas posteriores de modificación del mismo himno.

Ramón Carnicer.

Eusebio Lillo.

Don
Andrés Bello, el ilustre venezolano. Según la teoría expuesta por los
investigadores Barreto y Silva de Caracas, el Himno Nacional de Chile
estaría basado en partituras escritas por Bello hacia 1827-1830.
EL CASO DE "LUCRECIA BORGIA" Y OTRAS COMPARACIONES
Por
otro lado, los parecidos de los himnos con canciones populares o piezas
líricas no están tan fuera de norma ni son muy extraños en la historia
de la música universal. Así sucede que algunos musicólogos chilenos
aseguran que existe un enorme parecido entre el Himno Nacional de Chile
y un fragmento de la famosa obra "Lucrecia Borgia" de Gaetano
Donizetti, como alegaba alguna vez el profesor, pianista y premio
nacional de artes musicales de Chile en 2004, don Cirilo Vila Castro.
Aunque
también se ha deslizado, en este caso y por algunos suspicaces, la
sospecha de un "plagio", las fechas nuevamente no calzan con la teoría:
la ópera de Donizetti fue estrenada en la Scala de Milán recién en 1833;
es decir, unos seis años después de compuesta la música de Carnicer
para nuestro himno patrio. Por consiguiente, es mucho más probable que
las semejanzas que algunos creen identificar, correspondan en realidad a
alguna clase de inspiración común, pues también resultaría un poco
insensato y hasta megalómano proponer que el compositor italiano se basó
en nuestro himno para dicho trabajo.
Es
oportuno comentar, sin embargo, que para muchos expertos, Carnicer
parecía estar influido por la música selecta italiana, de modo que por
ahí puede provenir la fuente inspirativa que hace tan parecido su
trabajo de 1827 a la posterior obra de Donizetti.
Con
respecto a las inspiraciones comunes explicando las semejanzas de
canciones famosas, hay un caso confirmado muy interesante, revelado al
mundo por el famoso periodista norteamericano Robert L. Ripley, autor de
los célebres reportajes titulados "¡Aunque Ud. no lo crea!": un
rumor decía que la música del Himno Nacional de los Estados Unidos,
escrito como poema en 1814, estaba basado en una antigua canción
británica de coros de borrachines, que se cantaba como una forma de
saber si el parroquiano estaba suficientemente ebrio o si podía seguir
bebiendo, caso este último que se cumplía si la canción era recordada y
cantada completa. Ripley investigó el asunto dando a conocer se trataba
de una canción de la tradición urbana inglesa de fines del siglo XVIII,
llamada "To Anacreon in Heaven" y casi con la misma melodía del himno de los Estados Unidos, lo que provocó algunas polémicas y críticas.
Parecido es, por cierto, el caso del Himno Nacional de Francia, La Marseillaise
que, escrita hacia 1795, aportó la música adoptada en años posteriores
como himno oficial de partidos y movimientos suscritos a las
internacionales de socialismo, especialmente en nuestra América Latina.
No hay duda, entonces, que la exigencia de estricta originalidad y una
moral de creatividad-exclusividad en la composición de himnos o
canciones patrias, parece corresponder más bien a un criterio dogmático
de nuestra época, de nuestra sociedad de la información.
En
fin, quizás por el bien de la dificultosa convivencia americana que a
veces necesita sólo de un partido de fútbol para violar sus promesas y
arias de hermandad continental, es mejor resistirse a la tentación de
acusaciones de "plagios" o "copias" aplicando escalas de criterios que
no pertenecen a los años en que fueron escritos estos himnos y que,
además, se confrontan con la propia inspiración unitaria y fraterna que
se refleja en sus respectivas letras provenientes de años de luchas por
la libertad americana, como ardiente deseo de todos los hombres cuya
memoria hoy es complicada en estas controversias propias de la época de
la información instantánea, cómoda y fácil.
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