Sí: así fue... "Cuando se menciona, por ejemplo, que Chile comienza el 18 de
septiembre de 1810, estos territorios no eran Chile,
eran Bolivia y también Perú más al norte...". Es lo que dijo con insólita estulticia y altanería de falsa erudición una constituyente en la
Reunión de Preámbulo del proyecto constitucional refiriéndose a su Región de
Antofagasta y quien, según todo indica,
desconoce por completo la historia de su propia tierra, en la misma que sesionaba la mesa
aquel día 19 mayo de 2022.
Empero, sabemos que la ignorancia es atrevida: no satisfecha con aquella audacia, agregó en la misma declaración sobre la fecha que marca el inicio de lo que iba a ser el proceso independentista chileno: "No necesariamente nos interpreta a nosotros y cuando se vea desde la perspectiva de los pueblos originarios, tampoco", pidiendo, en consecuencia, "no quedarnos en lo clásico, en la historia escrita por algunos, que nos mostraron un Chile que sabemos que no existe. Son muchas historias paralelas que no se resumen solamente en un momento de independencia".
Aclaremos esto desde ya, sin rodeos ni mareos introductorios: ES IMPOSIBLE QUE LA ACTUAL REGIÓN DE ANTOFAGASTA HAYA PERTENECIDO A BOLIVIA EN 1810, por cuanto:
1) El vecino país ni siquiera existía como tal en esos momentos, y
2) Faltaban 58 años para que se fundara Antofagasta.
En términos administrativos, pues, lo que después se llamó Bolivia todavía era a la sazón solo un territorio sometido a otra jurisdicción, como herencia virreinal. Un tema distinto sería si hubo o no alguna clase de señorío colonial de ese mismo orden administrativo sobre las costas del señalado territorio y que, ya en tiempos republicanos, sirvieran a su reclamo de poseer costas propias superpuestas a las que declaraba también Chile, en la simiente de lo que sería después la Guerra del Pacífico.
Me explico, para despejar dudas reales o inventadas: Bolivia nació como una muy especial consideración geográfica y administrativa para los llamados territorios altoperuanos que coincidían, principalmente, con la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas, famosa por sus minas coloniales de plata. Hasta aquel entonces había sido parte del Virreinato de la Plata, cuyo núcleo que pasó a ser -en lo fundamental- las Provincias Unidas del Río de la Plata tras su independencia, actual República Argentina. Los nombres de La Plata y Argentina se deben, justamente, a aquellas riquezas y al que los ríos de la Plata y Paraná fueran parte de una conocida ruta hacia el interior del continente, para llegar hasta los yacimientos argentíferos del Alto Perú, en donde estaba la Villa de la Plata, actual ciudad de Sucre.
Tras varias controversias políticas, roces con países vecinos
por la poca definición de límites y las infaltables revueltas caudillistas, la
Asamblea General de Diputados de las Provincias del Alto Perú declaró su
independencia recién el 6 de agosto de 1825: independencia tanto de España como
de las Provincias Unidas de la Plata, es preciso enfatizar, advirtiendo
desafiante en la declaratoria que "su resolución irrevocable es gobernarse por
sí mismos", sin vuelta atrás y le guste a quien le guste.


No quedó más remedio que acatar la voluntad
separatista, entonces, y desde ese momento Alto Perú toma para sí el nombre de República de
Bolívar como homenaje al libertador Simón Bolívar, trasladado luego al de
República de Bolivia. Irónicamente, el prócer venezolano no estaba convencido y hasta se molestaba con el camino independiente que estaba adoptando la flamante república, como se lee en alguna de sus cartas escritas desde Arequipa al mariscal Antonio José de Sucre, quien capitaneaba todo el vendaval libertario altoperuano en esos momentos.
Dicho en otras palabras, Bolivia nació como país y como república en 1825, pues hasta ese momento había sido sólo una provincia platense sin reconocimiento de autonomía ni jurisdicción territorial independiente, por mucho que esta última haya querido ajustarse a la misma que tuvo en tiempos coloniales cuando equivalía a la Real Audiencia, un estamento administrativo más relacionado con la organización del ejercicio judicial que con la representación y dirección política propiamente dicha. Es por esta última razón que el Alto Perú, ahora Bolivia, siempre dependió de un virreinato directamente: cuando dejó de ser parte del peruano, de inmediato fue traspasado al platense, en 1776.
Tampoco debe confundirse con la fecha real de independencia boliviana con lo que se ha definido como el Uti Possidetis Juris de 1810: ese mismo principio por el cual los territorios de cada república americana debían equivaler a los mismos que poseía o -más precisa y justicieramente hablando- le correspondían cuando era una estructura de organización colonial hispánica... Algo que se fue al carajo en la convivencia regional hace rato, como es sabido.
Por el Uti Possidetis, entonces, si lo que hoy es la Región de Antofagasta hubiese pertenecido al Alto Perú o Charcas (cosa que nos parece imposible) en 1810, habría sido en realidad una comarca argentina (platense), de ninguna forma boliviana.
Otro dato interesante de enfrentar con las afirmaciones de la convencional aludida es que, no existiendo aún la ciudad de Antofagasta en aquel año de 1810, el único poblado realmente importante en la costa central del desierto de Atacama era por entonces la caleta de Nuestra Señora del Paposo, habitada por pescadores de origen chango, conocidos también como camanchacos, grupo étnico y cultural de presencia ancestral entre el sur de Perú y el norte de Chile... Los famosos pueblos originarios a los que intenta referirse con tanto romanticismo y vehemencia, aunque ambiguamente.
A mayor abundamiento, el aislado caserío de Paposo había sido parte de la encomienda otorgada a don Francisco de Cisternas y de la Fuente Villalobos por el corregidor de Copiapó en el siglo XVII. Fue censado en 1793 por encargo de la subdelegación de Copiapó contabilizando para entonces poco más de 150 habitantes que se consideraban chilenos. En aquel período, además, la gobernación chilena había militarizado la caleta, temiendo alguna clase de operaciones enemigas por mar. Después de estos y muchos otros actos administrativos de la jurisdicción colonial chilena en Paposo, no fue raro que las amenazas extranjeras y vientos rebeldes comenzaran a soplar también sobre la caleta y hasta en sus casi despoblados desiertos, por lo que incluso se intentó traspasar preventivamente tal posesión al virreinato peruano, desde 1803 cuanto menos. Por las dificultades de tránsito y comunicaciones de la época, sin embargo, su población pudo enterarse con cierto retraso del proceso que se había iniciado ya en Santiago, adhiriendo así a la Primera Junta de Gobierno de 1810 y, por extensión, al tren de la Patria Vieja que había iniciado en Chile. Más aún, los habitantes de Paposo fueron censados ahora por la administración chilena en 1813 y pudieron acoplarse formalmente a la Independencia del país a finales de 1823, a través de la subdelegación de Copiapó.
Como la caleta de Paposo queda unos 55 kilómetros al norte de la ciudad de Taltal en la actual Región de Antofagasta, entonces, podemos decir para desazón de la convencional y sus interpretaciones creativas de los hechos que este territorio y sus habitantes miembros de un pueblo originario sí adhirieron a la Independencia de Chile, antes de que Bolivia naciera como tal siquiera y cuando el libertador Bolívar aún no iniciaba la búsqueda de costas propias para esa nueva república.
Así, pues, vemos que repetir eslóganes es un camino seguro sólo en el corto plazo, útil a la reacción visceral, nada más... Empero, es imposible intentar mantener una ruta paralela a los hechos demostrables a través de aquel discurso y elocuencia poética.
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